Marta Lamas y las múltiples facetas del feminismo

Marta Lamas y las múltiples facetas del feminismo

Marta Lamas es uno de los bastiones más fuertes en la lucha feminista en México. Este año renueva su contienda en su más reciente libro: “El fulgor de la noche”.

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A pesar de triunfos como la despenalización del aborto en la Ciudad de México hace diez años ya, el feminismo ha sido puesto en el banquillo de los acusados con términos peyorativos como “feminazis” o “femichairas”, como suele decírsele con ironía a las mujeres que toman la igualdad, la abolición de la violencia y la disparidad salarial como temas inaplazables. Son demasiadas las trincheras, las perspectivas con las que se pueden abordar los problemas feministas, pero hay una premisa en común: casi todo lo que se refiere a derechos de la mujer se ve desde una perspectiva moral, que luego deviene en política o economía.

Marta Lamas ha sabido poner el dedo en la llaga cultural. Como antropóloga e investigadora de la UNAM adscrita al Programa Universitario de Estudios de Género, su labor se avoca a reducir la discriminación mediante la apertura de un discurso público sobre feminismo, aborto y prostitución. Para ella, “existe mucha ignorancia cuando se habla de feminismo, porque se trata de una crítica a la cultura preestablecida”. Quienes desean conservar los privilegios, se oponen al cambio con argumentos falsamente ontológicos sobre lo que está bien o lo que está mal “por naturaleza”, sin tomar en cuenta el impacto que realmente tiene sobre la vida de las personas. Lamas ha realizado trabajo de campo y se opone a posiciones extremas como las que denomina “mujerismo”: “En la marcha del 24 de abril del 2016, había una consigna que decía ‘machete al machote’. Yo no creo que la violencia se solucione con violencia, y tildar a todo un género de acosadores puede ser peligroso e injusto”.

A Lamas se le notan poco sus 70 años. Su mirada directa y convincente denota esa seguridad de quien ha estado en la infantería y ha salido victorioso. La vimos al pie del cañón cuando por fin se legalizó la interrupción del embarazo en la Ciudad de México; hoy entabla una discusión más silenciosa: el trabajo sexual y su entrada al comercio formal de este país. Su interés por este tema no es nuevo, tampoco excluyente, es parte de una trayectoria en la que feminismo no es una postura personal, sino parte de un discurso político.

“Algunos grupos abogan porque se termine con el trabajo sexual. Yo discrepo, creo que hay que abolir la explotación —la trata—, regular la posibilidad de que las trabajadoras sexuales que deseen hacerlo libremente dejen de ser extorsionadas y obtengan beneficios y obligaciones laborales.” El conflicto no es sólo legal, sino ideológico y político. El peligro, según su más reciente publicación El fulgor de la noche, es ver a las mujeres como víctimas, como un ser al que hay que proteger, aunado con un tema moralino que apele a abolir el comercio sexual.

En el libro editado por Océano, la palabra “prostitución” aparece en cursivas como muestra de que el término es denigrante sólo para una parte: “hablamos de las personas que se prostituyen, pero no hablamos de las personas que compran. ¿Por qué sólo estigmatizamos a los que venden? Prefiero hablar de comercio sexual”.

El trabajo sexual manifiesta también un asunto económico y de desigualdad. “Una mujer que terminó la primaria gana 80 pesos [el salario mínimo en la Ciudad de México] después de ocho horas de trabajo; en contraposición, una mujer en la calle gana 800 o mil en la mitad de tiempo”, advierte Lamas. “Es necesario modificar la legislación. Las mujeres que libremente quieran dedicarse al trabajo sexual no tendrán condiciones justas, si no se despenaliza el trabajo sexual y se le diferencia de la trata”, añade.

A pesar de los cambios culturales importantes, “las mujeres siguen divididas entre decentes y putas”. Al preguntarle a Marta Lamas sobre qué puede hacer una mujer para cambiar su situación, la respuesta es contundente: “No hay posibilidades individuales, se necesita la participación política”.

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