La otra versión sobre Florence Cassez

La otra versión sobre Florence Cassez

Una revisión a fondo del proceso de Florence Cassez arroja suficientes dudas sobre su participación en los secuestros por los que ha sido juzgada y sentenciada.

Tiempo de lectura: 22 minutos

A principios de marzo de 2009, la historia de Florence Cassez ocupaba la atención de todos los medios de comunicación mexicanos. Un juez de apelación la acababa de sentenciar a 60 años. El gobierno francés negociaba la repatriación para que purgara su condena en casa y el presidente Nicolas Sarkozy estaba por llegar a México en visita oficial.

Como respuesta a las presiones del gobierno francés, las víctimas enviaron cartas a los periódicos donde relataban cosas terribles. En particular, Cristina Ríos Valladares, la mujer que se exilió después de que la policía la liberó junto con su hijo de 11 años del secuestro, escribió que ahora que escuchaba a Cassez reclamar justicia, también oía la voz de la mujer celosa e iracunda que entró furiosa al cuarto donde la vejaba Israel Vallarta, el novio de Cassez y supuesto líder de la banda. Cassez había gritado a Vallarta que si se volvía a meter con Cristina se desquitaría con ella.

“Florence narra el ‘calvario’ de la cárcel, pero desde el penal ve a su familia, hace llamadas telefónicas, concede entrevistas de prensa y no teme cada segundo por su vida”, escribió Ríos Valladares en relación con la campaña que rodeaba a la francesa. “No detallaré lo que es el verdadero infierno, es decir, el secuestro. Ni mi familia ni yo tenemos ánimo ni fuerzas para hacer una campaña mediática, diplomática y política para lograr que el gobierno francés y la prensa nacional e internacional escuchen la otra versión, es decir, la palabra de las víctimas”.

Luego llegó el presidente Sarkozy a México. Su visita fue un fracaso diplomático cuyo punto culminante fue la intervención en el Senado hablando de Cassez, después de que los representantes mexicanos le habían pedido explícitamente que no tocara el tema. La actitud retadora de Sarkozy acabó por unificar a la opinión pública mexicana alrededor de lo expresado por las víctimas de ese secuestro: Florence Cassez debía pagar por sus delitos en México. Cualquier otra solución significaba doblarse frente a un poder extranjero y demostrar una tremenda insensibilidad.

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