El Paso: Limbo fronterizo

El Paso: Limbo fronterizo

Conversamos con Everardo González, director de “El Paso”, acerca de su forma de hacer cine documental.

Tiempo de lectura: 2 minutos

En 2010, el camarógrafo Alejandro Hernández Pacheco fue secuestrado junto a otros periodistas por el cartel de Sinaloa en Torreón; en 2008, el reportero de nota roja Ricardo Chávez fue amenazado. Ambos huyeron a El Paso, Texas, donde viven en un limbo migratorio con empleos mal remunerados y una constante melancolía sobre la tierra que dejaron atrás.

En el marco del 31º Festival Internacional de Cine de Guadalajara, el director Everardo González –Los ladrones viejos (2007), Cuates de Australia (2011)– presentó su nuevo documental, El Paso, cinta que sigue estos dos reporteros mexicanos amenazados de muerte mientras intentan reconstruir su vida tras haber huido a Estados Unidos.

Por ello, González buscó contar una historia de desplazados en este emblemático lugar. “[El Paso] es una de las fronteras más contradictorias del mundo. Ciudad Juárez fue por muchos años la ciudad más violenta del continente, y es vecina a menos de 250 metros, de Estados Unidos”, dice el director en entrevista con Gatopardo. “¿Qué hacen las leyes en ese país, que esos 250 metros se convierten en un freno para quien ejerce la violencia en contra de otro?”.

El Paso tiene como eje conductor a Carlos Spector, célebre abogado de inmigración de esa zona. “Spector es un personaje extraordinario. Es un tipo al que le reconozco muchísimo el trabajo que hace, y yo creo que no hay otra autoridad mayor en asilo político en Estados Unidos”, dice González, quien recibió el Premio Guerrero de la Prensa a Mejor Largometraje Documental por este trabajo.

“El documental, al menos como yo lo hago, es un trabajo muy cercano a la crónica: Se trabaja con lo que se consiguió, y cuando yo encuentro que tengo dos historias, cada una puede ser una película, necesito a alguien que amalgame esas historias”, cuenta Everardo González, quien eligió a Carlos Spector como hilo conductor pues está conectado con ambos casos. “Los otros dos protagonistas son los reporteros, que no son unos estudiosos del tema, pero son víctimas de ello”.

La intención de González era enfocarse en quienes él considera son los eslabones más frágiles: los reporteros en los estados, que tienen como fuentes a la policía, el ejército y el crimen organizado. “Sobre todo en las ciudades fronterizas; gente que no tiene los blindajes de las grandes plumas. En mi opinión son los más vulnerables de toda la cadena noticiosa, por lo que son quienes se la pasan ‘viendo espaldas’ una vez que están en un problema”, explica, refiriéndose a la falta de apoyo tanto de las instituciones de gobierno como de sus propios medios. “Yo mismo, haciendo una película, fui alguien amenazado, y sé lo que vulnera eso en las familias”. Otro de los puntos importantes en la cinta es mostrar cómo el periodista perseguido no puede dejar atrás a su familia, llevándola de una u otra forma hacia la incertidumbre.

“La realidad te va pidiendo mostrar sus historias. Tenemos un umbral muy alto de indignación. Estas cosas que pasan en México hubieran paralizado al país en lugares como Francia, Bélgica, Tailandia”, dice. “Somos una sociedad que exige muchas cuotas de violencia. Lo que vi es que esta película permitía bajar ese umbral. ¿Quién es el último depositario? Un niño de 11 años que no tiene nada que ver con la libertad de expresión, pero por el ataque a ésta, su vida está siendo trastocada. Eso quería contar, cómo nos afecta esta violencia en lo cotidiano”, concluye el director.

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