El milagro peruano. El último espejismo de la economía latinoamericana.

El milagro peruano

David Hidalgo
Fotografía de Gary Manrique


Después de varias décadas de inestabilidad y de una inflación sin control, Perú se ha convertido en una de las economías más prósperas de la región. Se venden departamentos en millones de dólares; los centros comerciales no paran de vender, y los bancos obtienen ganancias sin precedentes.

Tiempo de lectura: 20 minutos

Una mañana de julio de 2013, La Prensa, un portal peruano de noticias, publicó el siguiente titular: “En el Perú hay más de dos mil millonarios”. No queda registro de la reacción de los limeños a esa noticia, pero lo más seguro es que apenas haya sido un dato curioso, un detalle para comentar en el almuerzo o al llegar a casa después del trabajo.

En el Perú del siglo XXI pasan cosas que veinte años antes hubieran parecido de ciencia ficción. En el país que se consideraba la capital de las depresiones emotivas y financieras ahora leemos acerca de riquezas como si miráramos el pronóstico del clima: mil 700 millones de dólares en ganancias para los bancos en 2013; 500 millones en ganancias para los centros comerciales en lo que va de este año; 40 mil millones en nuevas inversiones, en tres años, hasta el 2015. El cambio da para un diagnóstico de bipolaridad colectiva: a fines de los años ochenta, el economista Manuel Moreira sugirió que, si persistía el desmadre de país al que habíamos llegado, tal vez debíamos colocar un letrero gigante de “Se vende” y largarnos en masa al extranjero; en 2012, en cambio, el diario Gestión, especializado en economía, anunciaba que más de 25 mil peruanos tienen más de un millón de dólares en sus cuentas bancarias. “Muchos de los nuevos ricos no saben qué hacer con tanto dinero y demandan asesoría financiera”, señalaba la nota. Alguien podría decir que al fin los economistas son tan apreciados como los astrólogos. Pero la historia es larga y este país guarda fósiles de profetas y promesas rotas en los clósets.

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En octubre de 1987, las calles de Lima estaban repletas de millonarios a causa de la última devaluación de la moneda. El Perú era un país que envejecía mientras hacía fila para conseguir productos de primera necesidad y la gente cargaba millones en los bolsillos sólo para comprar pan.

Pero el año 2002 trajo una buena racha con el aumento de los precios internacionales de materias primas. Después de diez años de crecimiento continuo este parece otro país. Entre aquella nación en quiebra y la euforia del llamado milagro económico hubo una guerra interna, una dictadura, un agitado retorno a la democracia. En agosto del 2012, el diario Gestión ya traía reportes de insólita prosperidad. Un analista de inversión describía el fenómeno de los nuevos ricos. Hablaba de gente que había trabajado veinte o treinta años en su propio negocio y que, ahora, recibía una cuantiosa oferta de compra. O de gente que se había pasado toda la vida en la misma casa familiar, en distritos de clase media u obrera, y, de pronto, recibía la visita de un agente inmobiliario. “Como el metro cuadrado se ha disparado a miles de dólares, estas personas súbitamente se encuentran con dos o tres millones y se preguntan: ¿ahora qué hago?”, decía el analista.

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Herman Melville, el navegante que se volvió escritor, describió a Lima como “la ciudad más triste y extraña que se puede imaginar”. En la segunda década del siglo XXI, el cambio de ánimo empieza en la misma orilla.

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