León Krauze, un periodista entre el fuego cruzado
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León Krauze, un periodista entre el fuego cruzado

Ante el clima político en Estados Unidos, para el periodista mexicano León Krauze, su vocación se divide entre la información y el activismo.

Tiempo de lectura: 21 minutos

A mediados de julio de 2013, León Krauze se enteró de que tendría apenas tres o cuatro días para preparar la entrevista más importante de su carrera. No habían pasado ni dos años desde que, a finales de 2011, el periodista dejó México para mudarse a Los Ángeles a conducir los noticieros del canal 34 de Univision. A pesar de que el reto era grande, ser periodista en Estados Unidos era algo que siempre quiso. Con el apoyo de su esposa y su primer hijo, se decidió a quemar las naves y cambiar de vida sin pensarlo dos veces.

En el marco de la batalla legislativa por una reforma migratoria que no se hizo realidad, ese julio de 2013 la Casa Blanca le extendió una invitación para entrevistar al presidente Barack Obama. Para cualquier periodista un encuentro así es un hito, pero para Krauze fue bastante más. El periodista había seguido a Obama durante diez años. Estuvo ahí en 2004 cuando John Kerry, entonces candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, invitó al entonces aspirante a senador por el estado de Illinois a dar el discurso principal de la convención del partido en Boston. Sus palabras terminaron con una tremenda ovación. Cuatro años después, Obama juró como el presidente número 44 de los Estados Unidos, para concretar una de las historias más extraordinarias de nuestro tiempo. El mensaje era enorme: el color de su piel había dejado de ser un obstáculo para convertirse en el hombre más poderoso del mundo. El mismo que iba a concederle a Krauze ocho minutos de su apretada agenda. Ocho minutos, ni uno más.

León Krauze Univisión entrevista, int1

Pagarle a 37 oficiales del Servicio Secreto 50 dólares la hora, 40 horas a la semana para garantizar la seguridad de los tours por la Casa Blanca le cuesta al gobierno de ese país 74 000 dólares por semana. Ese año, los recortes presupuestales no dejaron fondos para eso y, en consecuencia, se suspendieron las visitas guiadas. Para el periodista la coincidencia significó la concreción de un escenario poco probable: Obama iba a recibirlo en el Salón Azul de la Casa Blanca, el mismo que Jacqueline Kennedy redecoró por completo entre 1961 y 1963 inspirada en el estilo imperial francés del siglo XIX, y que suele estar ocupado por ser una de las paradas más populares del tour. Cuando Krauze y su equipo llegaron a la cita, al centro del histórico Salón Azul había dos sillas colocadas frente a frente, una para él y otra para el presidente.

“El ambiente que rodeaba a Obama era tensísimo, pero cuando entró él, con esa tremenda confianza y comodidad con su propia piel, me saludó sin ninguna ceremonia con un casual: Hello”, recuerda el periodista desde un restaurante en el Hotel Presidente Intercontinental en la Ciudad de México, imitando bastante bien el tono del primer presidente negro de los Estados Unidos. Su proyecto de reforma migratoria, que contemplaba un camino rumbo a la ciudadanía de millones de indocumentados, había encontrado buena respuesta en el Senado, pero no así en la Cámara de Representantes, que había redactado ya cinco propuestas alternas en los comités.

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