A partir de marzo, la cantidad de contagios aumentó y le siguió el número de muertos. Esta nueva ola es más letal y afecta en mayor medida a los jóvenes. El país no se ha encargado de vigilar las variantes del virus, tampoco ha realizado un buen rastreo de casos y apenas el 10% de la población está vacunada.
En Colombia, en lo que va del mes, la expresión “nuevo récord de muertes diarias por covid” es aterradora y usual: el 1 de junio se contaron 523; el 9 fueron 550; el 13 sumaron 586; el 19 subieron a 593. “Cien mil muertos por covid”, tituló el diario El Tiempo la noticia en su primera página del domingo 21. Sólo diez países han alcanzado esa cifra, entre ellos, los gigantescos Estados Unidos, India y Brasil. La semana pasada Colombia, con 50 millones de habitantes y un promedio diario de 27 mil contagios que suman casi cuatro millones en total, fue el tercer país del mundo con mayor número de fallecimientos por el virus. Ningún otro, salvo por Brasil e India, pasa por esta situación.
“Colombia atraviesa la peor crisis sanitaria, social y humanitaria”, se lee en una declaración publicada el 7 de junio por 140 organizaciones del sector salud. El tercer pico de la pandemia –cuyo inicio se sitúa a mitad de marzo– ha desencadenado un aumento de muertes y contagios, el colapso de la red hospitalaria, la falta de oxígeno e insumos médicos y un estado crítico del personal de salud. El documento lo llama un panorama desolador: el 4 de junio se rompió la barrera de los 30 mil nuevos casos en un día, la ocupación de UCI (unidades de cuidados intensivos) supera el 95%, los servicios de urgencia en las principales ciudades tienen un sobrecupo de hasta 300%, no hay suficientes profesionales especializados para atender casos graves, los trabajadores de la salud enfrentan agotamiento, ansiedad y depresión –trescientos han muerto durante la pandemia– y se estima que en las próximas semanas las muertes diarias por covid podrían llegar a ochocientas.
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—Estamos muy preocupados porque en varias partes del país hay pacientes esperando una UCI. Los servicios están colapsados en Bogotá y en departamentos donde el porcentaje ocupacional de UCI llegó al 100% —dice la doctora Olga Lucía Zuluaga, directora de la Asociación Colombiana de Empresas Sociales del Estado y Hospitales Públicos (ACESI). Los departamentos más afectados son Cundinamarca, Santander, Bolívar, Cauca, Córdoba, Boyacá, Tolima y Meta, es decir, ocho de los 32 departamentos, una cuarta parte del país.
La doctora Carolina Corcho, psiquiatra y vicepresidenta de la Federación Médica Colombiana, una de las organizaciones que firma la declaración, agrega:
—Si no hay UCI, se hace un proceso ético de selección. Nosotros le solicitamos al gobierno que anunciara cuando se acabaran las UCI y al Ministerio de Salud que diera un banderillazo para empezar a priorizar. El ministerio se exoneró de esa responsabilidad y la dejó a cada clínica y hospital. No tenemos ni siquiera claridad de cómo se ha manejado eso.
Aunque según el Departamento Nacional de Estadística (DANE), tres de cada cuatro víctimas de covid tenían más de sesenta años –una población, en su mayoría, ya vacunada–, los pacientes que requieren servicios hospitalarios son cada vez más jóvenes. Para describir el nuevo pico de la pandemia, la doctora Zuluaga utiliza la palabra “agresividad”.
La primera muerte por covid en Colombia ocurrió el 16 de marzo de 2020. Entonces, recuerda el doctor Diego Rosselli, neurólogo y profesor de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Javeriana, el crecimiento del virus en el país era gradual y, hasta cierto punto, predecible.
—Desde marzo [2020] subimos lentamente, pero de una manera constante, progresiva, hasta que llegamos a un pico que era relativamente fácil de predecir, en agosto. Ese pico no duró sino una semana y empezamos a descender. Nos mantuvimos en una meseta hasta final de año, cuando empezó a subir de nuevo. Subió más rápido que la primera vez, pero no mucho. En enero volvimos a un descenso a una velocidad mayor de la que habíamos previsto. Luego empezó la tercera ola con tres características: un ascenso rápido, un nivel más elevado de casos y una letalidad, o sea, la proporción de muertes sobre los contagios, más alta.
Dice el doctor Rosselli que las epidemias, ésta en especial, tienen un comportamiento variable, incluso impredecible. El nuevo pico es un hecho sin precedentes: "No sólo una meseta, sino una meseta con una tendencia a aumentar en estas últimas dos semanas".
—América Latina ha hecho un seguimiento pobre de la vigilancia genómica, esto es, del análisis de variantes, por lo que no sabemos qué tanto están difundidas entre nosotros. [...] Hay razones epidemiológicas para creer que este virus es distinto del de los picos anteriores. Una es la letalidad, que en Colombia se había mantenido alrededor del 2% y ahora se aproxima al 4%. La segunda razón es la edad de las personas afectadas, más jóvenes se infectan y también mueren más.
Sobre las causas para llegar a este punto, el doctor Rosselli enumera el agotamiento de la gente, la devastación económica del sector turismo y el de restaurantes, bares y discotecas, y la aparición de nuevas variantes del virus.
Para la doctora Corcho, el aumento en el número de contagios y muertes responde a una serie de errores en el manejo que el gobierno ha dado a la pandemia.
—El pobre rastreo –se refiere a las pruebas– que se ha hecho. Las medidas de control en los aeropuertos se levantaron rápidamente, no hubo un programa de atención primaria en salud ni una pedagogía sobre el cuidado frente al virus, el proceso de vacunación inició de manera tardía debido a una estrategia de negociación equivocada y solamente ahora adquirió el ritmo que debió empezar a tener hace tres meses —dice.
La doctora Zuluaga añade otra razón:
—La pandemia develó un problema que no podemos desconocer: la gran economía informal que tiene Colombia. Obtener el sustento depende de salir, de trabajar cada día. Lograr el confinamiento en todos los niveles fue imposible porque si me encierro, simplemente no como.
Los tres mencionan un tema que ha sido motivo de debate en las últimas semanas: la incidencia del Paro Nacional en el nuevo pico. Desde el 28 de abril miles de colombianos han salido a las calles a exigir trabajo, salud, educación y garantías para la protesta social en lo que hoy es un movimiento que convoca a jóvenes, pueblos indígenas, afrodescendientes, estudiantes y asambleas populares. Aunque las movilizaciones comenzaron cuando el tercer pico llevaba un mes, una aglomeración de esa envergadura podría tener alguna relación con el alto número de contagios que, sin embargo, es difícil de comprobar y no sería el único motivo.
La doctora Zuluaga señala la falta de medidas de bioseguridad durante las marchas, el mal uso del tapabocas y la dificultad para el distanciamiento. Para el doctor Rosselli, las manifestaciones no afectaron el crecimiento del virus, pero sí el mantenimiento de la meseta que no baja, aunque la curva entre Colombia y Argentina en contagios y muertes ha sido muy similar y siguió siéndolo a pesar de que allá no hubo paro. La doctora Corcho dice que durante las cuarentenas del año pasado –algunas totales y otras por zonas– hubo una ausencia de políticas estatales para quienes dependían de la informalidad, lo que, sumado a un proyecto de reforma tributaria que subía los impuestos, incubó el estallido.
—Las causas de la protesta fueron provocadas por el mismo gobierno —dice—. Se advirtió que no era conveniente presentar una reforma tributaria en un país con hambre y en recesión económica. Además, veníamos de una situación difícil previa a las marchas y se había solicitado a los gobiernos locales y al nacional volver a las medidas restrictivas con la inversión que se requería para la informalidad.
Las organizaciones del sector salud han presentado cerca de diez documentos al Congreso, al Ministerio de Salud y a los gobiernos locales con propuestas para el manejo de la pandemia: optimizar el manejo de cuidado intensivo, invertir en equipos para rastreo epidemiológico en zonas de alto riesgo, agilizar el plan de vacunación. No han recibido respuesta. En la declaración del 7 de junio hay una exigencia puntual: derogar la resolución 777, expedida por el Ministerio de Salud a comienzos del mes, en la que se definen las condiciones para la reactivación de la economía nacional.
“Consideramos que el momento actual es el menos oportuno para iniciar una apertura económica”, se lee. Según las organizaciones firmantes, la resolución tiene fallas de tipo técnico y científico. Se sustenta en el Índice de Resiliencia Epidemiológica Municipal (IREM), conformado por cuatro variables: cobertura de vacunación, seroprevalencia “ajustada por razón de juventud”, UCI instaladas y número de pruebas. Pero la vacunación no supera el 10% de la población, se supone que sólo hay una cepa circulando, las UCI instaladas no reflejan el estado real del sistema hospitalario y el IREM no tiene en cuenta factores como la pobreza y el desempleo.
—Por supuesto que el país está en un profundo problema de recesión económica, pero se presentó al Congreso una propuesta de renta básica que tampoco ha sido atendida —dice la doctora Corcho. Gran parte de la población que se beneficiaría con la renta básica, personas de pocos recursos, es también la más afectada por el virus. De acuerdo con cifras del DANE, entre marzo de 2020 y abril de 2021, 87.4% de quienes murieron por covid en el país pertenecían a los estratos 1, 2 y 3, los más bajos de la escala socioeconómica.
Queda, entonces, la vacunación, que en Colombia recién empezó en febrero. Según el Ministerio de Salud, aplicará 35 millones de vacunas en 2021. Eso significaría que el 70% de la población esté inmunizada para Navidad; algo, por ahora, improbable porque el inicio de la vacunación tomó mucho tiempo. Los tres médicos consultados coinciden en que el plan de vacunación por fin marcha a un ritmo eficaz –de hecho, otra de las causas para el tercer pico sería la falsa sensación de seguridad con la llegada de las vacunas, la idea de que el autocuidado no hace falta–. Sin embargo, para conseguir las vacunas se atravesó por un proceso de negociación lento con las farmacéuticas, un inicio con trabas burocráticas y errores de comunicación, aglomeraciones e incumplimiento en la aplicación de las segundas dosis.
Para terminar, la doctora Zuluaga, que está a la cabeza de los hospitales públicos del país, advierte sobre otra dificultad que afecta y retrasa la vacunación en Colombia.
—Afortunadamente, hay vacunas, pero no se le ha pagado al personal de salud. Llevamos tres meses vacunando y lo que ha llegado de plata ha sido irrisorio. Lo principal es contar con más personas para responder al Plan Nacional de Vacunación.
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