Mazda: las dos décadas que transformaron el mercado automotriz mexicano

Mazda: las dos décadas que transformaron el mercado automotriz mexicano

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12
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25
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Tiempo de Lectura: 00 min
Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Miguel Barbeyto, presidente de Mazda de México.

La empresa automotriz japonesa Mazda celebra sus primeros 20 años en México recordando cómo se inició todo.

A principios de 2005, un pequeño equipo de siete personas de la empresa automotriz Mazda se instaló en México con una apuesta que, en ese momento, parecía arriesgada, osada incluso: introducir una marca japonesa que debía diferenciarse rápidamente en un mercado dominado por gigantes. Dos décadas después, Mazda celebra su cumpleaños ya con un estatus de indudable protagonista en la industria automotriz nacional.

“Cuando iniciamos la operación de Mazda en México sabíamos que lo que proponía esta marca impactaría de manera positiva [en] la industria y los consumidores; que sería una bocanada de aire fresco para las personas que disfrutan el manejo [de un auto]. Sin embargo, lo que vino después fue mucho mejor de lo que imaginamos: tenemos una base de seguidores que aman nuestra marca y nuestros productos; hemos sido capaces de generar más de 10 mil empleos, y contribuimos activamente a nuestro entorno a través de programas de responsabilidad social”, dice Miguel Barbeyto, presidente de Mazda de México.

Además de los más de 10 mil colaboradores, Mazda cuentan con 18 grupos automotrices aliados y 77 puntos de venta. Sus resultados y frutos: casi un millón de vehículos vendidos en el país, una planta en Salamanca, Guanajuato, y cerca de dos millones de unidades producidas en territorio mexicano. La operación mexicana se convirtió, en menos de una generación, en el tercer mercado más relevante para Mazda global, solo detrás de Estados Unidos y Japón.

El crecimiento, reconoce Miguel Barbeyto, se cimentó en buenas decisiones. Desde el inicio se apostó tanto por el diseño automotriz atrevido y sofisticado, fuertemente idiosincrático, como por la emoción pura y dura de conducir. “Lo más importante de todo: nos convertimos en compañeros de viaje de miles de personas, brindándoles experiencias enriquecedoras”, afirma el presidente de Mazda en México. En los primeros años, modelos como Mazda3, Mazda5, Mazda6 y Mazda MX-5 —la evolución del legendario Miata, el modelo que definió lo que un roadster contemporáneo debe ser— captaron la atención de un público joven y entusiasta. La mezcla era irresistible: diseño, eficiencia, alta ingeniería, calidad, deportividad y una campaña publicitaria marcada por el lema Zoom-Zoom, que se convirtió en una pieza clave de identidad.

Un viaje a alta velocidad

El impulso comercial colocó a Mazda en una ruta de expansión acelerada. Para 2014, la corporación decidió instalar en México su planta más grande fuera de Japón: un complejo de 256 hectáreas en la ya mencionada Salamanca, que produce vehículos para el país y 30 mercados más. En su primer año de funcionamiento, la planta alcanzó las 100 000 unidades; una década después (2024), rompió el récord, con 209 303 vehículos fabricados.

La combinación de productos bien posicionados, una red de distribuidores cada vez más robusta y una manufactura local competitiva terminó por consolidar a Mazda en México. El año pasado logró su mayor cifra de ventas, con 99 797 unidades, y una participación de mercado de 6,7%.

El aniversario de Mazda en México también llega con una memoria institucional marcada por figuras clave. Barbeyto reconoce la influencia de Leopoldo “Polo’’ Orellana, fundador y primer presidente de Mazda en México, fallecido recientemente. Desde su visión inicial, dice, la marca encontró un camino para construir una comunidad de clientes fieles.

En Mazda tienen claro que su crecimiento se benefició de una mezcla de diseño, manufactura y filosofía japonesa: desde el Kodo Design moldeado por maestros Takumi, hasta la idea de jinba-ittai, la conexión entre el conductor y su vehículo. En México esa ‘calibración’ de producto encontró una pista de despegue. A dos décadas de su llegada a México, Mazda celebra que en nuestro país encontró más que un mercado: dio con el contexto ideal para levantar uno de los pilares de su operación global.

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La empresa automotriz japonesa Mazda celebra sus primeros 20 años en México recordando cómo se inició todo.

A principios de 2005, un pequeño equipo de siete personas de la empresa automotriz Mazda se instaló en México con una apuesta que, en ese momento, parecía arriesgada, osada incluso: introducir una marca japonesa que debía diferenciarse rápidamente en un mercado dominado por gigantes. Dos décadas después, Mazda celebra su cumpleaños ya con un estatus de indudable protagonista en la industria automotriz nacional.

“Cuando iniciamos la operación de Mazda en México sabíamos que lo que proponía esta marca impactaría de manera positiva [en] la industria y los consumidores; que sería una bocanada de aire fresco para las personas que disfrutan el manejo [de un auto]. Sin embargo, lo que vino después fue mucho mejor de lo que imaginamos: tenemos una base de seguidores que aman nuestra marca y nuestros productos; hemos sido capaces de generar más de 10 mil empleos, y contribuimos activamente a nuestro entorno a través de programas de responsabilidad social”, dice Miguel Barbeyto, presidente de Mazda de México.

Además de los más de 10 mil colaboradores, Mazda cuentan con 18 grupos automotrices aliados y 77 puntos de venta. Sus resultados y frutos: casi un millón de vehículos vendidos en el país, una planta en Salamanca, Guanajuato, y cerca de dos millones de unidades producidas en territorio mexicano. La operación mexicana se convirtió, en menos de una generación, en el tercer mercado más relevante para Mazda global, solo detrás de Estados Unidos y Japón.

El crecimiento, reconoce Miguel Barbeyto, se cimentó en buenas decisiones. Desde el inicio se apostó tanto por el diseño automotriz atrevido y sofisticado, fuertemente idiosincrático, como por la emoción pura y dura de conducir. “Lo más importante de todo: nos convertimos en compañeros de viaje de miles de personas, brindándoles experiencias enriquecedoras”, afirma el presidente de Mazda en México. En los primeros años, modelos como Mazda3, Mazda5, Mazda6 y Mazda MX-5 —la evolución del legendario Miata, el modelo que definió lo que un roadster contemporáneo debe ser— captaron la atención de un público joven y entusiasta. La mezcla era irresistible: diseño, eficiencia, alta ingeniería, calidad, deportividad y una campaña publicitaria marcada por el lema Zoom-Zoom, que se convirtió en una pieza clave de identidad.

Un viaje a alta velocidad

El impulso comercial colocó a Mazda en una ruta de expansión acelerada. Para 2014, la corporación decidió instalar en México su planta más grande fuera de Japón: un complejo de 256 hectáreas en la ya mencionada Salamanca, que produce vehículos para el país y 30 mercados más. En su primer año de funcionamiento, la planta alcanzó las 100 000 unidades; una década después (2024), rompió el récord, con 209 303 vehículos fabricados.

La combinación de productos bien posicionados, una red de distribuidores cada vez más robusta y una manufactura local competitiva terminó por consolidar a Mazda en México. El año pasado logró su mayor cifra de ventas, con 99 797 unidades, y una participación de mercado de 6,7%.

El aniversario de Mazda en México también llega con una memoria institucional marcada por figuras clave. Barbeyto reconoce la influencia de Leopoldo “Polo’’ Orellana, fundador y primer presidente de Mazda en México, fallecido recientemente. Desde su visión inicial, dice, la marca encontró un camino para construir una comunidad de clientes fieles.

En Mazda tienen claro que su crecimiento se benefició de una mezcla de diseño, manufactura y filosofía japonesa: desde el Kodo Design moldeado por maestros Takumi, hasta la idea de jinba-ittai, la conexión entre el conductor y su vehículo. En México esa ‘calibración’ de producto encontró una pista de despegue. A dos décadas de su llegada a México, Mazda celebra que en nuestro país encontró más que un mercado: dio con el contexto ideal para levantar uno de los pilares de su operación global.

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La empresa automotriz japonesa Mazda celebra sus primeros 20 años en México recordando cómo se inició todo.

A principios de 2005, un pequeño equipo de siete personas de la empresa automotriz Mazda se instaló en México con una apuesta que, en ese momento, parecía arriesgada, osada incluso: introducir una marca japonesa que debía diferenciarse rápidamente en un mercado dominado por gigantes. Dos décadas después, Mazda celebra su cumpleaños ya con un estatus de indudable protagonista en la industria automotriz nacional.

“Cuando iniciamos la operación de Mazda en México sabíamos que lo que proponía esta marca impactaría de manera positiva [en] la industria y los consumidores; que sería una bocanada de aire fresco para las personas que disfrutan el manejo [de un auto]. Sin embargo, lo que vino después fue mucho mejor de lo que imaginamos: tenemos una base de seguidores que aman nuestra marca y nuestros productos; hemos sido capaces de generar más de 10 mil empleos, y contribuimos activamente a nuestro entorno a través de programas de responsabilidad social”, dice Miguel Barbeyto, presidente de Mazda de México.

Además de los más de 10 mil colaboradores, Mazda cuentan con 18 grupos automotrices aliados y 77 puntos de venta. Sus resultados y frutos: casi un millón de vehículos vendidos en el país, una planta en Salamanca, Guanajuato, y cerca de dos millones de unidades producidas en territorio mexicano. La operación mexicana se convirtió, en menos de una generación, en el tercer mercado más relevante para Mazda global, solo detrás de Estados Unidos y Japón.

El crecimiento, reconoce Miguel Barbeyto, se cimentó en buenas decisiones. Desde el inicio se apostó tanto por el diseño automotriz atrevido y sofisticado, fuertemente idiosincrático, como por la emoción pura y dura de conducir. “Lo más importante de todo: nos convertimos en compañeros de viaje de miles de personas, brindándoles experiencias enriquecedoras”, afirma el presidente de Mazda en México. En los primeros años, modelos como Mazda3, Mazda5, Mazda6 y Mazda MX-5 —la evolución del legendario Miata, el modelo que definió lo que un roadster contemporáneo debe ser— captaron la atención de un público joven y entusiasta. La mezcla era irresistible: diseño, eficiencia, alta ingeniería, calidad, deportividad y una campaña publicitaria marcada por el lema Zoom-Zoom, que se convirtió en una pieza clave de identidad.

Un viaje a alta velocidad

El impulso comercial colocó a Mazda en una ruta de expansión acelerada. Para 2014, la corporación decidió instalar en México su planta más grande fuera de Japón: un complejo de 256 hectáreas en la ya mencionada Salamanca, que produce vehículos para el país y 30 mercados más. En su primer año de funcionamiento, la planta alcanzó las 100 000 unidades; una década después (2024), rompió el récord, con 209 303 vehículos fabricados.

La combinación de productos bien posicionados, una red de distribuidores cada vez más robusta y una manufactura local competitiva terminó por consolidar a Mazda en México. El año pasado logró su mayor cifra de ventas, con 99 797 unidades, y una participación de mercado de 6,7%.

El aniversario de Mazda en México también llega con una memoria institucional marcada por figuras clave. Barbeyto reconoce la influencia de Leopoldo “Polo’’ Orellana, fundador y primer presidente de Mazda en México, fallecido recientemente. Desde su visión inicial, dice, la marca encontró un camino para construir una comunidad de clientes fieles.

En Mazda tienen claro que su crecimiento se benefició de una mezcla de diseño, manufactura y filosofía japonesa: desde el Kodo Design moldeado por maestros Takumi, hasta la idea de jinba-ittai, la conexión entre el conductor y su vehículo. En México esa ‘calibración’ de producto encontró una pista de despegue. A dos décadas de su llegada a México, Mazda celebra que en nuestro país encontró más que un mercado: dio con el contexto ideal para levantar uno de los pilares de su operación global.

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A principios de 2005, un pequeño equipo de siete personas de la empresa automotriz Mazda se instaló en México con una apuesta que, en ese momento, parecía arriesgada, osada incluso: introducir una marca japonesa que debía diferenciarse rápidamente en un mercado dominado por gigantes. Dos décadas después, Mazda celebra su cumpleaños ya con un estatus de indudable protagonista en la industria automotriz nacional.

“Cuando iniciamos la operación de Mazda en México sabíamos que lo que proponía esta marca impactaría de manera positiva [en] la industria y los consumidores; que sería una bocanada de aire fresco para las personas que disfrutan el manejo [de un auto]. Sin embargo, lo que vino después fue mucho mejor de lo que imaginamos: tenemos una base de seguidores que aman nuestra marca y nuestros productos; hemos sido capaces de generar más de 10 mil empleos, y contribuimos activamente a nuestro entorno a través de programas de responsabilidad social”, dice Miguel Barbeyto, presidente de Mazda de México.

Además de los más de 10 mil colaboradores, Mazda cuentan con 18 grupos automotrices aliados y 77 puntos de venta. Sus resultados y frutos: casi un millón de vehículos vendidos en el país, una planta en Salamanca, Guanajuato, y cerca de dos millones de unidades producidas en territorio mexicano. La operación mexicana se convirtió, en menos de una generación, en el tercer mercado más relevante para Mazda global, solo detrás de Estados Unidos y Japón.

El crecimiento, reconoce Miguel Barbeyto, se cimentó en buenas decisiones. Desde el inicio se apostó tanto por el diseño automotriz atrevido y sofisticado, fuertemente idiosincrático, como por la emoción pura y dura de conducir. “Lo más importante de todo: nos convertimos en compañeros de viaje de miles de personas, brindándoles experiencias enriquecedoras”, afirma el presidente de Mazda en México. En los primeros años, modelos como Mazda3, Mazda5, Mazda6 y Mazda MX-5 —la evolución del legendario Miata, el modelo que definió lo que un roadster contemporáneo debe ser— captaron la atención de un público joven y entusiasta. La mezcla era irresistible: diseño, eficiencia, alta ingeniería, calidad, deportividad y una campaña publicitaria marcada por el lema Zoom-Zoom, que se convirtió en una pieza clave de identidad.

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El impulso comercial colocó a Mazda en una ruta de expansión acelerada. Para 2014, la corporación decidió instalar en México su planta más grande fuera de Japón: un complejo de 256 hectáreas en la ya mencionada Salamanca, que produce vehículos para el país y 30 mercados más. En su primer año de funcionamiento, la planta alcanzó las 100 000 unidades; una década después (2024), rompió el récord, con 209 303 vehículos fabricados.

La combinación de productos bien posicionados, una red de distribuidores cada vez más robusta y una manufactura local competitiva terminó por consolidar a Mazda en México. El año pasado logró su mayor cifra de ventas, con 99 797 unidades, y una participación de mercado de 6,7%.

El aniversario de Mazda en México también llega con una memoria institucional marcada por figuras clave. Barbeyto reconoce la influencia de Leopoldo “Polo’’ Orellana, fundador y primer presidente de Mazda en México, fallecido recientemente. Desde su visión inicial, dice, la marca encontró un camino para construir una comunidad de clientes fieles.

En Mazda tienen claro que su crecimiento se benefició de una mezcla de diseño, manufactura y filosofía japonesa: desde el Kodo Design moldeado por maestros Takumi, hasta la idea de jinba-ittai, la conexión entre el conductor y su vehículo. En México esa ‘calibración’ de producto encontró una pista de despegue. A dos décadas de su llegada a México, Mazda celebra que en nuestro país encontró más que un mercado: dio con el contexto ideal para levantar uno de los pilares de su operación global.

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A principios de 2005, un pequeño equipo de siete personas de la empresa automotriz Mazda se instaló en México con una apuesta que, en ese momento, parecía arriesgada, osada incluso: introducir una marca japonesa que debía diferenciarse rápidamente en un mercado dominado por gigantes. Dos décadas después, Mazda celebra su cumpleaños ya con un estatus de indudable protagonista en la industria automotriz nacional.

“Cuando iniciamos la operación de Mazda en México sabíamos que lo que proponía esta marca impactaría de manera positiva [en] la industria y los consumidores; que sería una bocanada de aire fresco para las personas que disfrutan el manejo [de un auto]. Sin embargo, lo que vino después fue mucho mejor de lo que imaginamos: tenemos una base de seguidores que aman nuestra marca y nuestros productos; hemos sido capaces de generar más de 10 mil empleos, y contribuimos activamente a nuestro entorno a través de programas de responsabilidad social”, dice Miguel Barbeyto, presidente de Mazda de México.

Además de los más de 10 mil colaboradores, Mazda cuentan con 18 grupos automotrices aliados y 77 puntos de venta. Sus resultados y frutos: casi un millón de vehículos vendidos en el país, una planta en Salamanca, Guanajuato, y cerca de dos millones de unidades producidas en territorio mexicano. La operación mexicana se convirtió, en menos de una generación, en el tercer mercado más relevante para Mazda global, solo detrás de Estados Unidos y Japón.

El crecimiento, reconoce Miguel Barbeyto, se cimentó en buenas decisiones. Desde el inicio se apostó tanto por el diseño automotriz atrevido y sofisticado, fuertemente idiosincrático, como por la emoción pura y dura de conducir. “Lo más importante de todo: nos convertimos en compañeros de viaje de miles de personas, brindándoles experiencias enriquecedoras”, afirma el presidente de Mazda en México. En los primeros años, modelos como Mazda3, Mazda5, Mazda6 y Mazda MX-5 —la evolución del legendario Miata, el modelo que definió lo que un roadster contemporáneo debe ser— captaron la atención de un público joven y entusiasta. La mezcla era irresistible: diseño, eficiencia, alta ingeniería, calidad, deportividad y una campaña publicitaria marcada por el lema Zoom-Zoom, que se convirtió en una pieza clave de identidad.

Un viaje a alta velocidad

El impulso comercial colocó a Mazda en una ruta de expansión acelerada. Para 2014, la corporación decidió instalar en México su planta más grande fuera de Japón: un complejo de 256 hectáreas en la ya mencionada Salamanca, que produce vehículos para el país y 30 mercados más. En su primer año de funcionamiento, la planta alcanzó las 100 000 unidades; una década después (2024), rompió el récord, con 209 303 vehículos fabricados.

La combinación de productos bien posicionados, una red de distribuidores cada vez más robusta y una manufactura local competitiva terminó por consolidar a Mazda en México. El año pasado logró su mayor cifra de ventas, con 99 797 unidades, y una participación de mercado de 6,7%.

El aniversario de Mazda en México también llega con una memoria institucional marcada por figuras clave. Barbeyto reconoce la influencia de Leopoldo “Polo’’ Orellana, fundador y primer presidente de Mazda en México, fallecido recientemente. Desde su visión inicial, dice, la marca encontró un camino para construir una comunidad de clientes fieles.

En Mazda tienen claro que su crecimiento se benefició de una mezcla de diseño, manufactura y filosofía japonesa: desde el Kodo Design moldeado por maestros Takumi, hasta la idea de jinba-ittai, la conexión entre el conductor y su vehículo. En México esa ‘calibración’ de producto encontró una pista de despegue. A dos décadas de su llegada a México, Mazda celebra que en nuestro país encontró más que un mercado: dio con el contexto ideal para levantar uno de los pilares de su operación global.

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“Cuando iniciamos la operación de Mazda en México sabíamos que lo que proponía esta marca impactaría de manera positiva [en] la industria y los consumidores; que sería una bocanada de aire fresco para las personas que disfrutan el manejo [de un auto]. Sin embargo, lo que vino después fue mucho mejor de lo que imaginamos: tenemos una base de seguidores que aman nuestra marca y nuestros productos; hemos sido capaces de generar más de 10 mil empleos, y contribuimos activamente a nuestro entorno a través de programas de responsabilidad social”, dice Miguel Barbeyto, presidente de Mazda de México.

Además de los más de 10 mil colaboradores, Mazda cuentan con 18 grupos automotrices aliados y 77 puntos de venta. Sus resultados y frutos: casi un millón de vehículos vendidos en el país, una planta en Salamanca, Guanajuato, y cerca de dos millones de unidades producidas en territorio mexicano. La operación mexicana se convirtió, en menos de una generación, en el tercer mercado más relevante para Mazda global, solo detrás de Estados Unidos y Japón.

El crecimiento, reconoce Miguel Barbeyto, se cimentó en buenas decisiones. Desde el inicio se apostó tanto por el diseño automotriz atrevido y sofisticado, fuertemente idiosincrático, como por la emoción pura y dura de conducir. “Lo más importante de todo: nos convertimos en compañeros de viaje de miles de personas, brindándoles experiencias enriquecedoras”, afirma el presidente de Mazda en México. En los primeros años, modelos como Mazda3, Mazda5, Mazda6 y Mazda MX-5 —la evolución del legendario Miata, el modelo que definió lo que un roadster contemporáneo debe ser— captaron la atención de un público joven y entusiasta. La mezcla era irresistible: diseño, eficiencia, alta ingeniería, calidad, deportividad y una campaña publicitaria marcada por el lema Zoom-Zoom, que se convirtió en una pieza clave de identidad.

Un viaje a alta velocidad

El impulso comercial colocó a Mazda en una ruta de expansión acelerada. Para 2014, la corporación decidió instalar en México su planta más grande fuera de Japón: un complejo de 256 hectáreas en la ya mencionada Salamanca, que produce vehículos para el país y 30 mercados más. En su primer año de funcionamiento, la planta alcanzó las 100 000 unidades; una década después (2024), rompió el récord, con 209 303 vehículos fabricados.

La combinación de productos bien posicionados, una red de distribuidores cada vez más robusta y una manufactura local competitiva terminó por consolidar a Mazda en México. El año pasado logró su mayor cifra de ventas, con 99 797 unidades, y una participación de mercado de 6,7%.

El aniversario de Mazda en México también llega con una memoria institucional marcada por figuras clave. Barbeyto reconoce la influencia de Leopoldo “Polo’’ Orellana, fundador y primer presidente de Mazda en México, fallecido recientemente. Desde su visión inicial, dice, la marca encontró un camino para construir una comunidad de clientes fieles.

En Mazda tienen claro que su crecimiento se benefició de una mezcla de diseño, manufactura y filosofía japonesa: desde el Kodo Design moldeado por maestros Takumi, hasta la idea de jinba-ittai, la conexión entre el conductor y su vehículo. En México esa ‘calibración’ de producto encontró una pista de despegue. A dos décadas de su llegada a México, Mazda celebra que en nuestro país encontró más que un mercado: dio con el contexto ideal para levantar uno de los pilares de su operación global.

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