“Revolución, cumple tu promesa: ¡emancipa a la mujer!” se lee en un letrero grande que cuelga del cuello de Margarita Robles de Mendoza, una de las feministas y sufragistas más fuertes del siglo pasado, fotografiada por Víctor Casasola en una protesta para exigir el voto femenino en 1921. Noventa años después, aparece otra imagen: la espalda desnuda de una mujer que tiene pintado el mensaje “No me cuida la policía, me cuidan mis amigas”, retratada por Cerrucha en 2019, una artivista feminista, y la foto es titulada Nunca más nos vamos a dejar. Ambos retratos reflejan la relevancia histórica de las protestas por los derechos de la mujer, y se observan en Fotoméxico, el festival de fotografía que organiza el Centro de la Imagen en la Ciudad de México.
Celebrándose cada dos años, Fotoméxico preparó para su tercera edición 140 exposiciones casi simultáneas en el país, con las que busca mostrar un escaparate a la producción de mujeres fotógrafas. Lo más relevante de esta edición, titulada “Mujeres”, es que va más allá y reconoce también la labor de escritoras, galeristas, coleccionistas, gestoras, curadoras y activistas presentes en el quehacer fotográfico. La programación explora varios núcleos, como el cuerpo femenino como propiedad privada, las identidades y la sexualidad, así como el cuerpo femenino como político y, finalmente, la memoria colectiva que interfiere en la cotidianidad de las mujeres.
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Brian con los Picapiedra, Nan Goldin (1981).[/caption]
Dentro de este universo temático, destaca La balada de la dependencia sexual, de la fotógrafa estadounidense Nan Goldin (1953), musicalizada por canciones de los ochenta, entre las que se escucha “Ballad of Dependency”. Curada por César González-Aguirre y Andrea Celda, la muestra retrata la vida de Goldin frente al deseo, las amistades, el erotismo y la noche. La fotosecuencia de 700 dispositivas hace un recorrido desde 1982 a 1995 por sus amantes, familiares y amigos. Goldin retrata de forma espontánea a sus amigas embarazadas, a sus parejas, a un hombre desnudo que fuma un cigarro después de tener relaciones, y al mismo hombre que esconde su rostro en una almohada y sostiene su miembro en la mano. La muestra es un álbum de su tribu sin que la cámara les perturbe. Muchos de los amigos que Goldin retrató fallecieron por VIH y, de pronto, no aparecen más. La fotógrafa muestra lo subversivo que es entender la muerte, pues las ausencias en las fotos también son un mensaje.
“El hecho de que Goldin haya fotografiado a la gente que era cercana a ella o con la que hablaba diario, nos indica que podía ver a través de las imágenes y las imágenes la llevan a la memoria, algo que se nos escapa a todos y todas”, dice César González, coordinador curatorial.
También dentro de este núcleo, el del cuerpo, se encuentra Europa, de la francesa Camille Vivier (1977), que estuvo presente hasta el pasado noviembre en Casa General León 51, curada por Apolonia Torres. Los cuerpos y sus contrastes con el entorno, como las fotografías de mujeres desnudas sobre motocicletas o sosteniendo una pistola, es uno de los ejes que la fotógrafa captura.
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Trampoline de Camille Vivier (2016).[/caption]
La fotógrafa de moda que publica en la revista Purple incluye influencias surreales, debido a su admiración por el cine y lo audiovisual, como la artista Cindy Sherman, la cineasta Maya Deren y hasta Alfred Hitchcock. Su trabajo está libre de retoques, aunque sí suele ser stage photography, es decir, sesiones en set. Nada es al azar, como sucede en la fotografía de una mujer pintada de dorado que parece salida del filme Metropolis. Europa ofrece una necesaria perspectiva de Vivier sobre el cuerpo femenino en el espacio público o privado, porque representa una preocupación genuina de capturar la belleza realista que rompe con los estándares impuestos.
“Su trabajo siempre considera a la mujer fuerte, no hay nada sexual, y siempre es una mirada más íntima con la confianza que construye Camille con las mujeres que trabaja”, explica Torres a Gatopardo.
No se puede concluir un texto sobre Fotoméxico sin hablar de Piezas interferidas, días de artista, días de musa, de la mexicana María Eugenia Chellet (1948). Es una serie con recortes de fotografías de la autora, con las que interviene obras históricas del arte occidental. En una foto, por ejemplo, aparecen unas manos reposadas sobre un regazo a lo Mona Lisa; sobresale el recorte por el estilo distinto del retrato en el que se interpone. Sucede que el retrato es de la Duquesa de Granby, quientambién fue una artista a finales del siglo xix. Una fotografía recortada en la que Chellet posa con el look de una chica gogó está sobrepuesta en el cuadro Almuerzo sobre la hierba de Édouard Manet, porque tanto Chellet como la mujer desnuda que aparece sentada tienen la misma posey miran al espectador de forma intrigante.
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Un bar de Flies-Bergères de la serie "Piezas interferidas" (2019) de Maria Eugenia Chellet[/caption]
Chellet cuenta que tuvo días en los que ella era musa de sus amantes y no se atrevía a autonombrarse como artista, pese a que sí lo era. Afirma que el que los hombres hayan elegido musas que, a su vez, se convertían en íconos de belleza, como la Mona Lisa, la Venus de Milo, entre otras, era únicamente porque eran las mujeres cercanas a esos artistas. “A mí me educaron con la idea de que el arte era para los hombres y los genios, y yo no era ninguno. No podía plantearme como artista; fui hermana, musa, pareja e investigadora porque estaba perdida y por fin entiendo que la artista soy yo”, afirma Chellet en entrevista.
Hasta febrero próximo, 140 espacios en el país explorarán este mundo artístico, sumándose el trabajo de fotógrafas como Eunice Adorno, Nirvana Paz, Laia Abril, Maya Goded, entre muchas más. Una cifra que debe ser repetida, superada y normalizada hasta que se dignifique la importancia de esa mirada que siempre ha existido.