Un letrero en neón arriba de una puerta dice “silencio”. Un par de mujeres entran a un club nocturno y teatro clandestino sin saber lo que les espera. En una secuencia de imágenes en tonos rojizos, David Lynch somete a sus protagonistas a un espectáculo visceral donde tendrán acceso a sentimientos y recuerdos ocultos. Fernanda Solórzano, experimentada crítica de cine, aborda con lujo de detalles lo que el director Lynch plasmó en esta escena de su icónica Mulholland Drive (2001). Ella ha encontrando en el cine una metáfora de la sociedad, que se decide explorar en su libro Misterios de la sala oscura. Ensayos sobre el cine y su tiempo, editado por Taurus.
“Empecé por plantearme que no quería que mi primer libro fuera simplemente una recopilación de textos publicados, que es lo que normalmente se hace en géneros como la crítica. La idea fue hacer una serie de ensayos que vistos en conjunto dieran una idea de algo y en este caso una especie de caleidoscopio de la sensibilidad del siglo xx”, dice en entrevista con Gatopardo.
Solórzano, que trabaja como crítica de cine para el videoblog Cine Aparte producido para Letras Libres, reconoce su principal intención: acercar la conversación sobre el cine a todos los espectadores. “Los críticos de cine queremos llevar al cine y las conversaciones sobre cine a otro nivel y eso por definición deja fuera a muchísimos espectadores, no lo digo como algo para presumir, nos gustaría incluirlos”, explica.
En este título, además de abordar Mulholland Drive en el prólogo, Solórzano escribe ocho interesantes ensayos sobre temas tan diversos como la erótica feminista de los años setenta o la liberación de emociones primarias a través del cine catártico, retomando ocho películas cuya importancia ha trascendido a lo largo de los años: A Clockwork Orange (1971), Last Tango in Paris (1972), The Godfather (1972), The Exorcist (1973), Jaws (1975), Taxi Driver (1976), Forrest Gump (1994) y Matrix (1999). “Quería dar un conjunto de películas que por el tema que tocaban tuvieran resonancia en las formas en las que actuamos y en las que pensamos. Que dieran un retrato más de nosotros como sociedad, que se saliera del cine mismo porque al final de cuentas es así como concibo al cine, como algo autorreferente”, detalla.
Reconociendo al cine como el gran educador sentimental del siglo xx, Solórzano describe ciertas secuencias en las películas que aborda en el libro para introducir al lector en el tono del texto: “No quería que ni el titulo diera el nombre de la película, ni que la escena diera el nombre de la película. Quería más bien que fueran escenas que intrigaran, que sentaran un tono. Meter al espectador en un cierto estado de ánimo que lo llevará después a ser más sensible con los temas a planear”, dice.
Solórzano realizó un exhaustivo trabajo de investigación, recurrió a entrevistas de archivo y materiales originales, conformando dos líneas narrativas: la biográfica, enfocada más en la parte humana responsable de la producción de las cintas, y la histórica, de acuerdo con el impacto que las cintas tuvieron en la sociedad.
Al cuestionarla sobre si la crítica de cine corría el riesgo de desaparecer ante el surgimiento de espacios menos profesionalizados, lo que Julio Patán describió como “la crónica ñoñamente admirativa”, Solórzano dice entusiasta que la crítica se conservará como una conversación más íntima. “Creo que no le debemos temer a que haya mucha gente opinando sobre cine, simplemente tenemos que tener cuidado con quién elegimos como fuentes de diálogo, con quiénes queremos dialogar. No soy pesimista, como conversación hay muchísima”, finaliza.