Rolex: cuando la música desafía el tiempo

Rolex: cuando la música desafía el tiempo

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07
.
25
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min
Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

En el corazón de París, los embajadores de Rolex ofrecieron un concierto irrepetible. Pero esta historia no comienza ni termina en el Palacio Garnier. Es la historia de una marca que lleva que lleva 120 años fabricando algo más que relojes: acompaña a quienes buscan la perfección en su camino hacia la corona.

Una noche de mayo, el Palacio Garnier pareció suspenderse en el tiempo. El mármol, los candelabros y los terciopelos acogieron una velada fuera de lo común. Ahí, sobre el escenario, cinco figuras hicieron vibrar cada rincón de la sala con algo más que notas: interpretaron la idea de que la excelencia no es una meta, sino un proceso que se cultiva a lo largo de los años. Para honrar el 150 aniversario de este santuario de la ópera, Juan Diego Flórez, Sonya Yoncheva, Bryn Terfel, Rolando Villazón y Yuja Wang compartieron escena con la Filarmónica de Viena, bajo la dirección de Yannick Nézet-Séguin. Fue un concierto que disfrutaron miles de personas, pero también un manifiesto: Rolex no solo mide el tiempo; encuentra nuevas formas de habitarlo.

Desde 1976, cuando la soprano Kiri Te Kanawa se convirtió en su primera embajadora cultural, Rolex ha acompañado a las grandes figuras de la música mundial. Lo ha hecho con una discreción precisa, como un compás que marca sin imponer el ritmo. Hoy esa constelación de artistas incluye al director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel, la pianista Hélène Grimaud, la mezzosoprano Cecilia Bartoli, el tenor Jonas Kaufmann y la citarista Anoushka Shankar, entre otros. No obstante, más allá de sus alianzas con los personajes culturales de nuestra época, lo que distingue a Rolex es su capacidad de mirar más allá del instante, más allá del segundero. Su apoyo a programas como Operalia, el Karajan Young Conductors Award o la Académie de l’Opéra de París demuestra que el legado se construye con paciencia y atención a los detalles.

En México, esa vocación trajo el pasado 27 de mayo a Bryn Terfel, quien se presentó por primera vez en el país, en la Sala Nezahualcóyotl. Mientras tanto, el 6 de junio, Yuja Wang deslumbró en el Auditorio Nacional. Y antes de que termine el año, Jorge Viladoms ofrecerá un recital respaldado por Rolex como su principal aliado. Cada uno de estos conciertos es una pieza de un gran mecanismo, de un movimiento constante para apoyar la música y la más alta cultura como herencia colectiva.

Con esta convicción de respaldar a los genios del arte, Rolex presentó este año una de sus grandes novedades: el modelo Land-Dweller, símbolo de resistencia, sofisticación y profundidad estética, de la mano de Yuja Wang. El virtuosismo de la pianista no solo se mide en velocidad, sino en la elegancia con la que transforma el rigor técnico en emociones. Como las piezas creadas por Rolex, ella desafía los límites sin perder sus formas sublimes.

Detrás de cada alianza, concierto o pieza mecánica hay una filosofía clara: alcanzar la excelencia no es un accidente, sino un acto de voluntad que se construye todos los días. «Reach for the Crown» no es solo un eslogan que distingue a la marca: es la forma en que Rolex entiende el tiempo y el mundo en que se mueve. Y en este mundo que corre sin pausa, esa mirada importa más que nunca porque nos recuerda que algunas cosas, para que logren perdurar, deben ser hechas con la calma y la precisión de quienes saben que toda obra —como toda vida— se mide mejor a largo plazo.

La música, como la relojería, exige algo más que talento: requiere disciplina, visión y una fidelidad silenciosa a cada detalle. Así como un movimiento automático se forma con la suma de piezas invisibles, un concierto inolvidable nace de la constancia, la práctica y la entrega. Rolex ha comprendido esa afinidad. Por eso esta complicidad con los grandes creadores no es un escaparate: son pactos duraderos con quienes hacen del arte una forma de resistencia ante la fugacidad.

En la muñeca de Yuja Wang, el Land-Dweller se convierte en metáfora. No solo mide el tiempo entre un silencio y una nota, sino que acompaña el gesto que desafía lo establecido. Es un recordatorio de que incluso lo efímero, como un acorde perfecto, puede dejar huella si se ejecuta con maestría. Y eso es, al final, lo que une a una casa relojera con una pianista de talla mundial: el impulso compartido por alcanzar la perfección.

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En el corazón de París, los embajadores de Rolex ofrecieron un concierto irrepetible. Pero esta historia no comienza ni termina en el Palacio Garnier. Es la historia de una marca que lleva que lleva 120 años fabricando algo más que relojes: acompaña a quienes buscan la perfección en su camino hacia la corona.

Una noche de mayo, el Palacio Garnier pareció suspenderse en el tiempo. El mármol, los candelabros y los terciopelos acogieron una velada fuera de lo común. Ahí, sobre el escenario, cinco figuras hicieron vibrar cada rincón de la sala con algo más que notas: interpretaron la idea de que la excelencia no es una meta, sino un proceso que se cultiva a lo largo de los años. Para honrar el 150 aniversario de este santuario de la ópera, Juan Diego Flórez, Sonya Yoncheva, Bryn Terfel, Rolando Villazón y Yuja Wang compartieron escena con la Filarmónica de Viena, bajo la dirección de Yannick Nézet-Séguin. Fue un concierto que disfrutaron miles de personas, pero también un manifiesto: Rolex no solo mide el tiempo; encuentra nuevas formas de habitarlo.

Desde 1976, cuando la soprano Kiri Te Kanawa se convirtió en su primera embajadora cultural, Rolex ha acompañado a las grandes figuras de la música mundial. Lo ha hecho con una discreción precisa, como un compás que marca sin imponer el ritmo. Hoy esa constelación de artistas incluye al director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel, la pianista Hélène Grimaud, la mezzosoprano Cecilia Bartoli, el tenor Jonas Kaufmann y la citarista Anoushka Shankar, entre otros. No obstante, más allá de sus alianzas con los personajes culturales de nuestra época, lo que distingue a Rolex es su capacidad de mirar más allá del instante, más allá del segundero. Su apoyo a programas como Operalia, el Karajan Young Conductors Award o la Académie de l’Opéra de París demuestra que el legado se construye con paciencia y atención a los detalles.

En México, esa vocación trajo el pasado 27 de mayo a Bryn Terfel, quien se presentó por primera vez en el país, en la Sala Nezahualcóyotl. Mientras tanto, el 6 de junio, Yuja Wang deslumbró en el Auditorio Nacional. Y antes de que termine el año, Jorge Viladoms ofrecerá un recital respaldado por Rolex como su principal aliado. Cada uno de estos conciertos es una pieza de un gran mecanismo, de un movimiento constante para apoyar la música y la más alta cultura como herencia colectiva.

Con esta convicción de respaldar a los genios del arte, Rolex presentó este año una de sus grandes novedades: el modelo Land-Dweller, símbolo de resistencia, sofisticación y profundidad estética, de la mano de Yuja Wang. El virtuosismo de la pianista no solo se mide en velocidad, sino en la elegancia con la que transforma el rigor técnico en emociones. Como las piezas creadas por Rolex, ella desafía los límites sin perder sus formas sublimes.

Detrás de cada alianza, concierto o pieza mecánica hay una filosofía clara: alcanzar la excelencia no es un accidente, sino un acto de voluntad que se construye todos los días. «Reach for the Crown» no es solo un eslogan que distingue a la marca: es la forma en que Rolex entiende el tiempo y el mundo en que se mueve. Y en este mundo que corre sin pausa, esa mirada importa más que nunca porque nos recuerda que algunas cosas, para que logren perdurar, deben ser hechas con la calma y la precisión de quienes saben que toda obra —como toda vida— se mide mejor a largo plazo.

La música, como la relojería, exige algo más que talento: requiere disciplina, visión y una fidelidad silenciosa a cada detalle. Así como un movimiento automático se forma con la suma de piezas invisibles, un concierto inolvidable nace de la constancia, la práctica y la entrega. Rolex ha comprendido esa afinidad. Por eso esta complicidad con los grandes creadores no es un escaparate: son pactos duraderos con quienes hacen del arte una forma de resistencia ante la fugacidad.

En la muñeca de Yuja Wang, el Land-Dweller se convierte en metáfora. No solo mide el tiempo entre un silencio y una nota, sino que acompaña el gesto que desafía lo establecido. Es un recordatorio de que incluso lo efímero, como un acorde perfecto, puede dejar huella si se ejecuta con maestría. Y eso es, al final, lo que une a una casa relojera con una pianista de talla mundial: el impulso compartido por alcanzar la perfección.

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En el corazón de París, los embajadores de Rolex ofrecieron un concierto irrepetible. Pero esta historia no comienza ni termina en el Palacio Garnier. Es la historia de una marca que lleva que lleva 120 años fabricando algo más que relojes: acompaña a quienes buscan la perfección en su camino hacia la corona.

Una noche de mayo, el Palacio Garnier pareció suspenderse en el tiempo. El mármol, los candelabros y los terciopelos acogieron una velada fuera de lo común. Ahí, sobre el escenario, cinco figuras hicieron vibrar cada rincón de la sala con algo más que notas: interpretaron la idea de que la excelencia no es una meta, sino un proceso que se cultiva a lo largo de los años. Para honrar el 150 aniversario de este santuario de la ópera, Juan Diego Flórez, Sonya Yoncheva, Bryn Terfel, Rolando Villazón y Yuja Wang compartieron escena con la Filarmónica de Viena, bajo la dirección de Yannick Nézet-Séguin. Fue un concierto que disfrutaron miles de personas, pero también un manifiesto: Rolex no solo mide el tiempo; encuentra nuevas formas de habitarlo.

Desde 1976, cuando la soprano Kiri Te Kanawa se convirtió en su primera embajadora cultural, Rolex ha acompañado a las grandes figuras de la música mundial. Lo ha hecho con una discreción precisa, como un compás que marca sin imponer el ritmo. Hoy esa constelación de artistas incluye al director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel, la pianista Hélène Grimaud, la mezzosoprano Cecilia Bartoli, el tenor Jonas Kaufmann y la citarista Anoushka Shankar, entre otros. No obstante, más allá de sus alianzas con los personajes culturales de nuestra época, lo que distingue a Rolex es su capacidad de mirar más allá del instante, más allá del segundero. Su apoyo a programas como Operalia, el Karajan Young Conductors Award o la Académie de l’Opéra de París demuestra que el legado se construye con paciencia y atención a los detalles.

En México, esa vocación trajo el pasado 27 de mayo a Bryn Terfel, quien se presentó por primera vez en el país, en la Sala Nezahualcóyotl. Mientras tanto, el 6 de junio, Yuja Wang deslumbró en el Auditorio Nacional. Y antes de que termine el año, Jorge Viladoms ofrecerá un recital respaldado por Rolex como su principal aliado. Cada uno de estos conciertos es una pieza de un gran mecanismo, de un movimiento constante para apoyar la música y la más alta cultura como herencia colectiva.

Con esta convicción de respaldar a los genios del arte, Rolex presentó este año una de sus grandes novedades: el modelo Land-Dweller, símbolo de resistencia, sofisticación y profundidad estética, de la mano de Yuja Wang. El virtuosismo de la pianista no solo se mide en velocidad, sino en la elegancia con la que transforma el rigor técnico en emociones. Como las piezas creadas por Rolex, ella desafía los límites sin perder sus formas sublimes.

Detrás de cada alianza, concierto o pieza mecánica hay una filosofía clara: alcanzar la excelencia no es un accidente, sino un acto de voluntad que se construye todos los días. «Reach for the Crown» no es solo un eslogan que distingue a la marca: es la forma en que Rolex entiende el tiempo y el mundo en que se mueve. Y en este mundo que corre sin pausa, esa mirada importa más que nunca porque nos recuerda que algunas cosas, para que logren perdurar, deben ser hechas con la calma y la precisión de quienes saben que toda obra —como toda vida— se mide mejor a largo plazo.

La música, como la relojería, exige algo más que talento: requiere disciplina, visión y una fidelidad silenciosa a cada detalle. Así como un movimiento automático se forma con la suma de piezas invisibles, un concierto inolvidable nace de la constancia, la práctica y la entrega. Rolex ha comprendido esa afinidad. Por eso esta complicidad con los grandes creadores no es un escaparate: son pactos duraderos con quienes hacen del arte una forma de resistencia ante la fugacidad.

En la muñeca de Yuja Wang, el Land-Dweller se convierte en metáfora. No solo mide el tiempo entre un silencio y una nota, sino que acompaña el gesto que desafía lo establecido. Es un recordatorio de que incluso lo efímero, como un acorde perfecto, puede dejar huella si se ejecuta con maestría. Y eso es, al final, lo que une a una casa relojera con una pianista de talla mundial: el impulso compartido por alcanzar la perfección.

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Una noche de mayo, el Palacio Garnier pareció suspenderse en el tiempo. El mármol, los candelabros y los terciopelos acogieron una velada fuera de lo común. Ahí, sobre el escenario, cinco figuras hicieron vibrar cada rincón de la sala con algo más que notas: interpretaron la idea de que la excelencia no es una meta, sino un proceso que se cultiva a lo largo de los años. Para honrar el 150 aniversario de este santuario de la ópera, Juan Diego Flórez, Sonya Yoncheva, Bryn Terfel, Rolando Villazón y Yuja Wang compartieron escena con la Filarmónica de Viena, bajo la dirección de Yannick Nézet-Séguin. Fue un concierto que disfrutaron miles de personas, pero también un manifiesto: Rolex no solo mide el tiempo; encuentra nuevas formas de habitarlo.

Desde 1976, cuando la soprano Kiri Te Kanawa se convirtió en su primera embajadora cultural, Rolex ha acompañado a las grandes figuras de la música mundial. Lo ha hecho con una discreción precisa, como un compás que marca sin imponer el ritmo. Hoy esa constelación de artistas incluye al director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel, la pianista Hélène Grimaud, la mezzosoprano Cecilia Bartoli, el tenor Jonas Kaufmann y la citarista Anoushka Shankar, entre otros. No obstante, más allá de sus alianzas con los personajes culturales de nuestra época, lo que distingue a Rolex es su capacidad de mirar más allá del instante, más allá del segundero. Su apoyo a programas como Operalia, el Karajan Young Conductors Award o la Académie de l’Opéra de París demuestra que el legado se construye con paciencia y atención a los detalles.

En México, esa vocación trajo el pasado 27 de mayo a Bryn Terfel, quien se presentó por primera vez en el país, en la Sala Nezahualcóyotl. Mientras tanto, el 6 de junio, Yuja Wang deslumbró en el Auditorio Nacional. Y antes de que termine el año, Jorge Viladoms ofrecerá un recital respaldado por Rolex como su principal aliado. Cada uno de estos conciertos es una pieza de un gran mecanismo, de un movimiento constante para apoyar la música y la más alta cultura como herencia colectiva.

Con esta convicción de respaldar a los genios del arte, Rolex presentó este año una de sus grandes novedades: el modelo Land-Dweller, símbolo de resistencia, sofisticación y profundidad estética, de la mano de Yuja Wang. El virtuosismo de la pianista no solo se mide en velocidad, sino en la elegancia con la que transforma el rigor técnico en emociones. Como las piezas creadas por Rolex, ella desafía los límites sin perder sus formas sublimes.

Detrás de cada alianza, concierto o pieza mecánica hay una filosofía clara: alcanzar la excelencia no es un accidente, sino un acto de voluntad que se construye todos los días. «Reach for the Crown» no es solo un eslogan que distingue a la marca: es la forma en que Rolex entiende el tiempo y el mundo en que se mueve. Y en este mundo que corre sin pausa, esa mirada importa más que nunca porque nos recuerda que algunas cosas, para que logren perdurar, deben ser hechas con la calma y la precisión de quienes saben que toda obra —como toda vida— se mide mejor a largo plazo.

La música, como la relojería, exige algo más que talento: requiere disciplina, visión y una fidelidad silenciosa a cada detalle. Así como un movimiento automático se forma con la suma de piezas invisibles, un concierto inolvidable nace de la constancia, la práctica y la entrega. Rolex ha comprendido esa afinidad. Por eso esta complicidad con los grandes creadores no es un escaparate: son pactos duraderos con quienes hacen del arte una forma de resistencia ante la fugacidad.

En la muñeca de Yuja Wang, el Land-Dweller se convierte en metáfora. No solo mide el tiempo entre un silencio y una nota, sino que acompaña el gesto que desafía lo establecido. Es un recordatorio de que incluso lo efímero, como un acorde perfecto, puede dejar huella si se ejecuta con maestría. Y eso es, al final, lo que une a una casa relojera con una pianista de talla mundial: el impulso compartido por alcanzar la perfección.

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Una noche de mayo, el Palacio Garnier pareció suspenderse en el tiempo. El mármol, los candelabros y los terciopelos acogieron una velada fuera de lo común. Ahí, sobre el escenario, cinco figuras hicieron vibrar cada rincón de la sala con algo más que notas: interpretaron la idea de que la excelencia no es una meta, sino un proceso que se cultiva a lo largo de los años. Para honrar el 150 aniversario de este santuario de la ópera, Juan Diego Flórez, Sonya Yoncheva, Bryn Terfel, Rolando Villazón y Yuja Wang compartieron escena con la Filarmónica de Viena, bajo la dirección de Yannick Nézet-Séguin. Fue un concierto que disfrutaron miles de personas, pero también un manifiesto: Rolex no solo mide el tiempo; encuentra nuevas formas de habitarlo.

Desde 1976, cuando la soprano Kiri Te Kanawa se convirtió en su primera embajadora cultural, Rolex ha acompañado a las grandes figuras de la música mundial. Lo ha hecho con una discreción precisa, como un compás que marca sin imponer el ritmo. Hoy esa constelación de artistas incluye al director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel, la pianista Hélène Grimaud, la mezzosoprano Cecilia Bartoli, el tenor Jonas Kaufmann y la citarista Anoushka Shankar, entre otros. No obstante, más allá de sus alianzas con los personajes culturales de nuestra época, lo que distingue a Rolex es su capacidad de mirar más allá del instante, más allá del segundero. Su apoyo a programas como Operalia, el Karajan Young Conductors Award o la Académie de l’Opéra de París demuestra que el legado se construye con paciencia y atención a los detalles.

En México, esa vocación trajo el pasado 27 de mayo a Bryn Terfel, quien se presentó por primera vez en el país, en la Sala Nezahualcóyotl. Mientras tanto, el 6 de junio, Yuja Wang deslumbró en el Auditorio Nacional. Y antes de que termine el año, Jorge Viladoms ofrecerá un recital respaldado por Rolex como su principal aliado. Cada uno de estos conciertos es una pieza de un gran mecanismo, de un movimiento constante para apoyar la música y la más alta cultura como herencia colectiva.

Con esta convicción de respaldar a los genios del arte, Rolex presentó este año una de sus grandes novedades: el modelo Land-Dweller, símbolo de resistencia, sofisticación y profundidad estética, de la mano de Yuja Wang. El virtuosismo de la pianista no solo se mide en velocidad, sino en la elegancia con la que transforma el rigor técnico en emociones. Como las piezas creadas por Rolex, ella desafía los límites sin perder sus formas sublimes.

Detrás de cada alianza, concierto o pieza mecánica hay una filosofía clara: alcanzar la excelencia no es un accidente, sino un acto de voluntad que se construye todos los días. «Reach for the Crown» no es solo un eslogan que distingue a la marca: es la forma en que Rolex entiende el tiempo y el mundo en que se mueve. Y en este mundo que corre sin pausa, esa mirada importa más que nunca porque nos recuerda que algunas cosas, para que logren perdurar, deben ser hechas con la calma y la precisión de quienes saben que toda obra —como toda vida— se mide mejor a largo plazo.

La música, como la relojería, exige algo más que talento: requiere disciplina, visión y una fidelidad silenciosa a cada detalle. Así como un movimiento automático se forma con la suma de piezas invisibles, un concierto inolvidable nace de la constancia, la práctica y la entrega. Rolex ha comprendido esa afinidad. Por eso esta complicidad con los grandes creadores no es un escaparate: son pactos duraderos con quienes hacen del arte una forma de resistencia ante la fugacidad.

En la muñeca de Yuja Wang, el Land-Dweller se convierte en metáfora. No solo mide el tiempo entre un silencio y una nota, sino que acompaña el gesto que desafía lo establecido. Es un recordatorio de que incluso lo efímero, como un acorde perfecto, puede dejar huella si se ejecuta con maestría. Y eso es, al final, lo que une a una casa relojera con una pianista de talla mundial: el impulso compartido por alcanzar la perfección.

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Desde 1976, cuando la soprano Kiri Te Kanawa se convirtió en su primera embajadora cultural, Rolex ha acompañado a las grandes figuras de la música mundial. Lo ha hecho con una discreción precisa, como un compás que marca sin imponer el ritmo. Hoy esa constelación de artistas incluye al director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel, la pianista Hélène Grimaud, la mezzosoprano Cecilia Bartoli, el tenor Jonas Kaufmann y la citarista Anoushka Shankar, entre otros. No obstante, más allá de sus alianzas con los personajes culturales de nuestra época, lo que distingue a Rolex es su capacidad de mirar más allá del instante, más allá del segundero. Su apoyo a programas como Operalia, el Karajan Young Conductors Award o la Académie de l’Opéra de París demuestra que el legado se construye con paciencia y atención a los detalles.

En México, esa vocación trajo el pasado 27 de mayo a Bryn Terfel, quien se presentó por primera vez en el país, en la Sala Nezahualcóyotl. Mientras tanto, el 6 de junio, Yuja Wang deslumbró en el Auditorio Nacional. Y antes de que termine el año, Jorge Viladoms ofrecerá un recital respaldado por Rolex como su principal aliado. Cada uno de estos conciertos es una pieza de un gran mecanismo, de un movimiento constante para apoyar la música y la más alta cultura como herencia colectiva.

Con esta convicción de respaldar a los genios del arte, Rolex presentó este año una de sus grandes novedades: el modelo Land-Dweller, símbolo de resistencia, sofisticación y profundidad estética, de la mano de Yuja Wang. El virtuosismo de la pianista no solo se mide en velocidad, sino en la elegancia con la que transforma el rigor técnico en emociones. Como las piezas creadas por Rolex, ella desafía los límites sin perder sus formas sublimes.

Detrás de cada alianza, concierto o pieza mecánica hay una filosofía clara: alcanzar la excelencia no es un accidente, sino un acto de voluntad que se construye todos los días. «Reach for the Crown» no es solo un eslogan que distingue a la marca: es la forma en que Rolex entiende el tiempo y el mundo en que se mueve. Y en este mundo que corre sin pausa, esa mirada importa más que nunca porque nos recuerda que algunas cosas, para que logren perdurar, deben ser hechas con la calma y la precisión de quienes saben que toda obra —como toda vida— se mide mejor a largo plazo.

La música, como la relojería, exige algo más que talento: requiere disciplina, visión y una fidelidad silenciosa a cada detalle. Así como un movimiento automático se forma con la suma de piezas invisibles, un concierto inolvidable nace de la constancia, la práctica y la entrega. Rolex ha comprendido esa afinidad. Por eso esta complicidad con los grandes creadores no es un escaparate: son pactos duraderos con quienes hacen del arte una forma de resistencia ante la fugacidad.

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