Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

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Tiempo de Lectura: 00 min

El creador de Drácula, uno de los monstruos más terribles que nos ha dado la literatura, tuvo una vida dichosa y satisfactoria. El contraste entre la biografía del autor y su novela es tal que muchos han querido inventarle a Bram Stoker una historia más oscura, sinuosa y esotérica.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Bram Stoker, 1906. Fotografía del dominio público.

A diferencia de otros autores clásicos de la literatura de terror como Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft, el escritor Bram Stoker nunca ha despertado gran interés entre los lectores de su obra. No se ha creado una mitología en torno suyo ni ha inspirado la creación de un sinfín de productos culturales sobre su vida, lo que sí ha ocurrido con los escritores estadounidenses mencionados. Tal vez se deba a su biografía, pues como apunta Mariana Enríquez en “Una aurora de sangre” —prólogo al cuento “La casa del juez”—, Bram Stoker “tuvo una vida larga e intensa, llena de éxitos profesionales y dicha conyugal”. O quizá la razón sea que Drácula ensombreció a su autor —algo que ya menciona su biógrafo Harry Ludlam en A Biography of Dracula—. Y es que esto último es innegable: la figura de este vampiro está tan establecida en la cultura popular que cualquiera puede reconocerle sin haber escuchado nunca el nombre de Bram Stoker.

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Se sabe que Abraham Stoker nació el 8 de noviembre de 1847 en Clontarf, una zona al norte de la ciudad de Dublín, capital de Irlanda. Fue el tercero de siete hermanos en la familia de clase media de Charlotte Thornley y Abraham Stoker. Su padre trabajó como funcionario público, empleo que Bram también tendría en sus años universitarios mientras estudiaba en el Trinity College.

Durante su infancia, Bram Stoker se enfermó constantemente; algún padecimiento, no se sabe cuál, lo hizo pasar buena parte de sus primeros años de vida en cama, en “esta etapa fue su madre quien ejerció de tutora, enseñando al joven Bram a leer y escribir, así como las nociones básicas de latín, matemáticas y lengua”, apunta Antonio Sanz Egea en su prólogo a los Cuentos completos de Stoker publicados en Páginas de Espuma. Su madre también fue una primera fuente de influencias literarias ya que le leía a su hijo todo lo que tuviera que ver “con duendes, gnomos, trolls y otros seres que impregnan el imaginario irlandés”. En una edición de enero de 1896 del periódico The Constitution aparece una declaración en la que el escritor menciona que desde niño le llamaban “Bram” en lugar de Abraham, y de esa forma sería conocido durante toda su vida.

En 1864 el escritor entró al prestigioso Trinity College, en Dublín. “Es en esta época cuando tiene acceso a su famosa biblioteca, cuando lee las primeras novelas y cuentos de Wilkie Collins, Edgar Allan Poe o Sheridan Le Fanu y empieza a leer los poemas de Walt Whitman en una selección inglesa de 1868 de Hojas de hierba. Whitman se convertirá desde la distancia en uno de sus más fieles compañeros”, apunta Sanz Egea.

Dos años después de comenzar sus estudios universitarios, Bram Stoker obtuvo un puesto de funcionario en el Castillo de Dublín, sede del gobierno británico en Irlanda. A la par de ese empleo, se desempeñaría como auditor del Colegio de la Sociedad Histórica y como presidente de la Sociedad de Filosofía, ambas del Trinity College. En ese periodo también destacaría como atleta.

Mientras todavía era estudiante universitario, Bram Stoker empezó a aficionarse más al teatro, pasión que compartía con su madre y que no abandonaría nunca. En una de esas tantas visitas al teatro ocurriría uno de los sucesos trascendentales en la vida del escritor; Sanz Egea lo menciona en su prólogo: “una de las obras que pudo admirar en agosto de 1867 fue The Rivals, de Richard Brindsley Sheridan, interpretada en el Teatro Real de Dublín por una compañía londinense. El protagonista no era otro que John Henry Brodribb, cuyo nombre artístico sería Henry Irving”, uno de los actores más famosos de su tiempo y del que después se haría amigo y socio.

En los siguientes años, el autor de Drácula terminaría sus estudios y trabajaría no solo como funcionario, sino también como crítico teatral y redactor jefe del periódico The Irish Echo. En aquella época —septiembre de 1872 en la revista London Society: An Illustrated Magazine of Light and Amusing Literature for Hours of Relaxation— aparecería su primer cuento “The Crystal Cup”, una narración fragmentaria sobre un artista y un jarrón de cristal.

Quizá el año decisivo para Bram Stoker sería 1878. En los primeros meses conocería y se enamoraría de su futura esposa, la aspirante a actriz Florence Balcombe, y en diciembre se convertiría en asistente personal de Henry Irving y gerente del teatro Lyceum de Londres, trabajo que tendría durante veintiséis años. En este empleo, comenta Óscar Palmer en su prólogo a la edición de Drácula en Valdemar, no solo supervisaría “minuciosamente varios de los montajes teatrales más espectaculares de la escena británica, como Hamlet, El mercader de Venecia, Macbeth y un mastodóntico Fausto, sino que además se había encargado de organizar tres complejas, prolongadas y agotadoras giras por Norteamérica y Canadá”.

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Bram Stoker escribió diez novelas y dos nouvelles, todas publicadas en vida. Además de tres libros de cuentos: Under the sunset (El país bajo el ocaso), publicado en noviembre de 1881 y dedicado a su hijo Irving Noel Thornley Stoker, quien nació casi dos años antes, el 30 de diciembre de 1879; Snowbound: The Record of a Theatrical Touring Party (Atrapados en la nieve: crónica de una gira teatral), que apareció en 1908; y Dracula’s Guest and other Weird Stories (El invitado de Drácula y otros relatos inquietantes), que vio la luz en 1914 —dos años después de que el autor muriera— gracias a su viuda y albacea literaria Florence Balcombe.

Escribió también libros, que ahora entrarían en la categoría de no ficción, sobre sus viajes a Estados Unidos, sobre la vida de famosos impostores y estafadores y uno más sobre sus recuerdos con Henry Irving, cuya figura siempre lo opacó en vida; a esta última obra se le consideró uno de los libros del año (se publicó en 1896).

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Drácula se publicó en 1897. Sobre las posibles influencias, Antonio Sanz Egea menciona la lectura de Transylvanian Superstitions de Emily Gerald como posible inspiración inicial, y escribe que “en cuanto al trasfondo gótico y de terror, Drácula es un compendio de historias de fantasmas que recuerdan a las pantomimas infantiles que veía con sus padres en Dublín, a las lecturas de Carmilla de Sheridan Le Fanu o a El libro de los hombres lobo de Sabine Baring-Gould”.

Enríquez comparte la opinión sobre la inevitable influencia de la obra de Le Fanu, y agrega otra posible fuente: “En 1890 se dice que conoció al historiador húngaro Arminius Vambery: él le contó la historia de Vlad Tepes, príncipe de Valaquia e hijo del monarca Vlad Dracul, conocido como ‘el Empalador’ por el cruel método que usaba para torturar y asesinar a sus enemigos. La historia del brutal príncipe se unió a sus investigaciones sobre la mitología vampírica de Europa del Este, y así Stoker encontró la inspiración para su protagonista”.

Se estima que Bram Stoker escribió Drácula durante siete años. En su prólogo a la hermosa edición ilustrada de Reino de Cordelia, Luis Alberto de Cuenca escribe que “el primer documento existente sobre el proceso creativo de Drácula es un apunte en una nota de un hotel de Filadelfia, fechado en 1890”, y que el autor “no escatimó esfuerzos en documentarse para la redacción de la novela: llevó un dietario de la acción para evitar imprecisiones cronológicas en su desarrollo a través de las cartas, diarios y telegramas que van articulando la narración”.

Quien no ha leído esta novela fragmentaria, epistolar, debe saber que el monstruo más famoso de la cultura occidental no es el narrador de la historia: las voces en la novela son de las víctimas de Drácula y de quienes desean acabar con él. Luis Alberto de Cuenca apunta que, para construir discursos verosímiles en el libro, Bram Stoker visitó “Whitby, el lugar donde atracaría en Inglaterra el carguero Deméter con el ataúd del vampiro, y tomó numerosos apuntes para perfilar a los personajes principales, que presentan en su caracterización individual una precisión psicológica admirable”.

Bram Stoker entregó el original de su novela a máquina, con correcciones y tachaduras a mano. El trabajo obsesivo y meticuloso del autor es perceptible en sus manuscritos —la edición de Reino de Cordelia tiene varias fotografías de ellos—. “Hasta el último borrador, escrito a máquina, estuvo pensando en el título, y aunque parecía decidido a que fuera El no muerto (The Un-Dead), alguien decidió en el instante final, antes de que la obra comenzase a imprimirse, titularla con el nombre del conde vampiro”, explica el escritor español Luis Alberto de Cuenca.

La obra maestra de Bram Stoker no solo es una novela gótica y un clásico de la literatura universal, Drácula también es responsable de plasmar la figura del vampiro en el imaginario colectivo. El vampiro “es desde hace más de cien años un personaje central de la cultura popular gracias al Drácula de Bram Stoker, que cuando se publicó, en 1897, le hablaba a la Inglaterra victoriana de la represión sexual, de la aristocracia explotadora, del autoritarismo del Imperio”, escribió Mariana Enríquez.

Se han creado innumerables productos culturales que descienden del protagonista de la novela. Desde conde Draco, conde Pátula, Buffy y Mona la vampira hasta Nosferatu, Blade y Laszlo Cravensworth; desde Crepúsculo y la estética de My Chemical Romance hasta Castlevania, Louis y todas las producciones audiovisuales que retoman o reelaboran su historia.

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Bram Stoker murió el 20 de abril de 1912. Tenía sesenta y cinco años. Nunca se supo con certeza cuál fue la verdadera causa de su muerte; hay quienes consideran que fue un derrame cerebral, mientras que, menciona Sanz Egea, el sobrino nieto del escritor, Daniel Farson, “dejó intuir en su libro The Man Who Wrote Dracula que realmente había muerto de sífilis”.

En “‘This unfortunate book’: Bram Stoker and the Edwardian publishing industry”, William Hughes menciona que un obituario anónimo publicado en The Times recordaba a Stoker como el autor de Personal Reminiscences of Henry Irving. En ese entonces se creía que Bram Stoker sería recordado como biógrafo, no como novelista.

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Bram Stoker, 1906. Fotografía del dominio público.

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El creador de Drácula, uno de los monstruos más terribles que nos ha dado la literatura, tuvo una vida dichosa y satisfactoria. El contraste entre la biografía del autor y su novela es tal que muchos han querido inventarle a Bram Stoker una historia más oscura, sinuosa y esotérica.

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Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

A diferencia de otros autores clásicos de la literatura de terror como Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft, el escritor Bram Stoker nunca ha despertado gran interés entre los lectores de su obra. No se ha creado una mitología en torno suyo ni ha inspirado la creación de un sinfín de productos culturales sobre su vida, lo que sí ha ocurrido con los escritores estadounidenses mencionados. Tal vez se deba a su biografía, pues como apunta Mariana Enríquez en “Una aurora de sangre” —prólogo al cuento “La casa del juez”—, Bram Stoker “tuvo una vida larga e intensa, llena de éxitos profesionales y dicha conyugal”. O quizá la razón sea que Drácula ensombreció a su autor —algo que ya menciona su biógrafo Harry Ludlam en A Biography of Dracula—. Y es que esto último es innegable: la figura de este vampiro está tan establecida en la cultura popular que cualquiera puede reconocerle sin haber escuchado nunca el nombre de Bram Stoker.

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Se sabe que Abraham Stoker nació el 8 de noviembre de 1847 en Clontarf, una zona al norte de la ciudad de Dublín, capital de Irlanda. Fue el tercero de siete hermanos en la familia de clase media de Charlotte Thornley y Abraham Stoker. Su padre trabajó como funcionario público, empleo que Bram también tendría en sus años universitarios mientras estudiaba en el Trinity College.

Durante su infancia, Bram Stoker se enfermó constantemente; algún padecimiento, no se sabe cuál, lo hizo pasar buena parte de sus primeros años de vida en cama, en “esta etapa fue su madre quien ejerció de tutora, enseñando al joven Bram a leer y escribir, así como las nociones básicas de latín, matemáticas y lengua”, apunta Antonio Sanz Egea en su prólogo a los Cuentos completos de Stoker publicados en Páginas de Espuma. Su madre también fue una primera fuente de influencias literarias ya que le leía a su hijo todo lo que tuviera que ver “con duendes, gnomos, trolls y otros seres que impregnan el imaginario irlandés”. En una edición de enero de 1896 del periódico The Constitution aparece una declaración en la que el escritor menciona que desde niño le llamaban “Bram” en lugar de Abraham, y de esa forma sería conocido durante toda su vida.

En 1864 el escritor entró al prestigioso Trinity College, en Dublín. “Es en esta época cuando tiene acceso a su famosa biblioteca, cuando lee las primeras novelas y cuentos de Wilkie Collins, Edgar Allan Poe o Sheridan Le Fanu y empieza a leer los poemas de Walt Whitman en una selección inglesa de 1868 de Hojas de hierba. Whitman se convertirá desde la distancia en uno de sus más fieles compañeros”, apunta Sanz Egea.

Dos años después de comenzar sus estudios universitarios, Bram Stoker obtuvo un puesto de funcionario en el Castillo de Dublín, sede del gobierno británico en Irlanda. A la par de ese empleo, se desempeñaría como auditor del Colegio de la Sociedad Histórica y como presidente de la Sociedad de Filosofía, ambas del Trinity College. En ese periodo también destacaría como atleta.

Mientras todavía era estudiante universitario, Bram Stoker empezó a aficionarse más al teatro, pasión que compartía con su madre y que no abandonaría nunca. En una de esas tantas visitas al teatro ocurriría uno de los sucesos trascendentales en la vida del escritor; Sanz Egea lo menciona en su prólogo: “una de las obras que pudo admirar en agosto de 1867 fue The Rivals, de Richard Brindsley Sheridan, interpretada en el Teatro Real de Dublín por una compañía londinense. El protagonista no era otro que John Henry Brodribb, cuyo nombre artístico sería Henry Irving”, uno de los actores más famosos de su tiempo y del que después se haría amigo y socio.

En los siguientes años, el autor de Drácula terminaría sus estudios y trabajaría no solo como funcionario, sino también como crítico teatral y redactor jefe del periódico The Irish Echo. En aquella época —septiembre de 1872 en la revista London Society: An Illustrated Magazine of Light and Amusing Literature for Hours of Relaxation— aparecería su primer cuento “The Crystal Cup”, una narración fragmentaria sobre un artista y un jarrón de cristal.

Quizá el año decisivo para Bram Stoker sería 1878. En los primeros meses conocería y se enamoraría de su futura esposa, la aspirante a actriz Florence Balcombe, y en diciembre se convertiría en asistente personal de Henry Irving y gerente del teatro Lyceum de Londres, trabajo que tendría durante veintiséis años. En este empleo, comenta Óscar Palmer en su prólogo a la edición de Drácula en Valdemar, no solo supervisaría “minuciosamente varios de los montajes teatrales más espectaculares de la escena británica, como Hamlet, El mercader de Venecia, Macbeth y un mastodóntico Fausto, sino que además se había encargado de organizar tres complejas, prolongadas y agotadoras giras por Norteamérica y Canadá”.

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Bram Stoker escribió diez novelas y dos nouvelles, todas publicadas en vida. Además de tres libros de cuentos: Under the sunset (El país bajo el ocaso), publicado en noviembre de 1881 y dedicado a su hijo Irving Noel Thornley Stoker, quien nació casi dos años antes, el 30 de diciembre de 1879; Snowbound: The Record of a Theatrical Touring Party (Atrapados en la nieve: crónica de una gira teatral), que apareció en 1908; y Dracula’s Guest and other Weird Stories (El invitado de Drácula y otros relatos inquietantes), que vio la luz en 1914 —dos años después de que el autor muriera— gracias a su viuda y albacea literaria Florence Balcombe.

Escribió también libros, que ahora entrarían en la categoría de no ficción, sobre sus viajes a Estados Unidos, sobre la vida de famosos impostores y estafadores y uno más sobre sus recuerdos con Henry Irving, cuya figura siempre lo opacó en vida; a esta última obra se le consideró uno de los libros del año (se publicó en 1896).

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Drácula se publicó en 1897. Sobre las posibles influencias, Antonio Sanz Egea menciona la lectura de Transylvanian Superstitions de Emily Gerald como posible inspiración inicial, y escribe que “en cuanto al trasfondo gótico y de terror, Drácula es un compendio de historias de fantasmas que recuerdan a las pantomimas infantiles que veía con sus padres en Dublín, a las lecturas de Carmilla de Sheridan Le Fanu o a El libro de los hombres lobo de Sabine Baring-Gould”.

Enríquez comparte la opinión sobre la inevitable influencia de la obra de Le Fanu, y agrega otra posible fuente: “En 1890 se dice que conoció al historiador húngaro Arminius Vambery: él le contó la historia de Vlad Tepes, príncipe de Valaquia e hijo del monarca Vlad Dracul, conocido como ‘el Empalador’ por el cruel método que usaba para torturar y asesinar a sus enemigos. La historia del brutal príncipe se unió a sus investigaciones sobre la mitología vampírica de Europa del Este, y así Stoker encontró la inspiración para su protagonista”.

Se estima que Bram Stoker escribió Drácula durante siete años. En su prólogo a la hermosa edición ilustrada de Reino de Cordelia, Luis Alberto de Cuenca escribe que “el primer documento existente sobre el proceso creativo de Drácula es un apunte en una nota de un hotel de Filadelfia, fechado en 1890”, y que el autor “no escatimó esfuerzos en documentarse para la redacción de la novela: llevó un dietario de la acción para evitar imprecisiones cronológicas en su desarrollo a través de las cartas, diarios y telegramas que van articulando la narración”.

Quien no ha leído esta novela fragmentaria, epistolar, debe saber que el monstruo más famoso de la cultura occidental no es el narrador de la historia: las voces en la novela son de las víctimas de Drácula y de quienes desean acabar con él. Luis Alberto de Cuenca apunta que, para construir discursos verosímiles en el libro, Bram Stoker visitó “Whitby, el lugar donde atracaría en Inglaterra el carguero Deméter con el ataúd del vampiro, y tomó numerosos apuntes para perfilar a los personajes principales, que presentan en su caracterización individual una precisión psicológica admirable”.

Bram Stoker entregó el original de su novela a máquina, con correcciones y tachaduras a mano. El trabajo obsesivo y meticuloso del autor es perceptible en sus manuscritos —la edición de Reino de Cordelia tiene varias fotografías de ellos—. “Hasta el último borrador, escrito a máquina, estuvo pensando en el título, y aunque parecía decidido a que fuera El no muerto (The Un-Dead), alguien decidió en el instante final, antes de que la obra comenzase a imprimirse, titularla con el nombre del conde vampiro”, explica el escritor español Luis Alberto de Cuenca.

La obra maestra de Bram Stoker no solo es una novela gótica y un clásico de la literatura universal, Drácula también es responsable de plasmar la figura del vampiro en el imaginario colectivo. El vampiro “es desde hace más de cien años un personaje central de la cultura popular gracias al Drácula de Bram Stoker, que cuando se publicó, en 1897, le hablaba a la Inglaterra victoriana de la represión sexual, de la aristocracia explotadora, del autoritarismo del Imperio”, escribió Mariana Enríquez.

Se han creado innumerables productos culturales que descienden del protagonista de la novela. Desde conde Draco, conde Pátula, Buffy y Mona la vampira hasta Nosferatu, Blade y Laszlo Cravensworth; desde Crepúsculo y la estética de My Chemical Romance hasta Castlevania, Louis y todas las producciones audiovisuales que retoman o reelaboran su historia.

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Bram Stoker murió el 20 de abril de 1912. Tenía sesenta y cinco años. Nunca se supo con certeza cuál fue la verdadera causa de su muerte; hay quienes consideran que fue un derrame cerebral, mientras que, menciona Sanz Egea, el sobrino nieto del escritor, Daniel Farson, “dejó intuir en su libro The Man Who Wrote Dracula que realmente había muerto de sífilis”.

En “‘This unfortunate book’: Bram Stoker and the Edwardian publishing industry”, William Hughes menciona que un obituario anónimo publicado en The Times recordaba a Stoker como el autor de Personal Reminiscences of Henry Irving. En ese entonces se creía que Bram Stoker sería recordado como biógrafo, no como novelista.

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Archivo Gatopardo

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Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

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El creador de Drácula, uno de los monstruos más terribles que nos ha dado la literatura, tuvo una vida dichosa y satisfactoria. El contraste entre la biografía del autor y su novela es tal que muchos han querido inventarle a Bram Stoker una historia más oscura, sinuosa y esotérica.

Bram Stoker, 1906. Fotografía del dominio público.

A diferencia de otros autores clásicos de la literatura de terror como Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft, el escritor Bram Stoker nunca ha despertado gran interés entre los lectores de su obra. No se ha creado una mitología en torno suyo ni ha inspirado la creación de un sinfín de productos culturales sobre su vida, lo que sí ha ocurrido con los escritores estadounidenses mencionados. Tal vez se deba a su biografía, pues como apunta Mariana Enríquez en “Una aurora de sangre” —prólogo al cuento “La casa del juez”—, Bram Stoker “tuvo una vida larga e intensa, llena de éxitos profesionales y dicha conyugal”. O quizá la razón sea que Drácula ensombreció a su autor —algo que ya menciona su biógrafo Harry Ludlam en A Biography of Dracula—. Y es que esto último es innegable: la figura de este vampiro está tan establecida en la cultura popular que cualquiera puede reconocerle sin haber escuchado nunca el nombre de Bram Stoker.

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Se sabe que Abraham Stoker nació el 8 de noviembre de 1847 en Clontarf, una zona al norte de la ciudad de Dublín, capital de Irlanda. Fue el tercero de siete hermanos en la familia de clase media de Charlotte Thornley y Abraham Stoker. Su padre trabajó como funcionario público, empleo que Bram también tendría en sus años universitarios mientras estudiaba en el Trinity College.

Durante su infancia, Bram Stoker se enfermó constantemente; algún padecimiento, no se sabe cuál, lo hizo pasar buena parte de sus primeros años de vida en cama, en “esta etapa fue su madre quien ejerció de tutora, enseñando al joven Bram a leer y escribir, así como las nociones básicas de latín, matemáticas y lengua”, apunta Antonio Sanz Egea en su prólogo a los Cuentos completos de Stoker publicados en Páginas de Espuma. Su madre también fue una primera fuente de influencias literarias ya que le leía a su hijo todo lo que tuviera que ver “con duendes, gnomos, trolls y otros seres que impregnan el imaginario irlandés”. En una edición de enero de 1896 del periódico The Constitution aparece una declaración en la que el escritor menciona que desde niño le llamaban “Bram” en lugar de Abraham, y de esa forma sería conocido durante toda su vida.

En 1864 el escritor entró al prestigioso Trinity College, en Dublín. “Es en esta época cuando tiene acceso a su famosa biblioteca, cuando lee las primeras novelas y cuentos de Wilkie Collins, Edgar Allan Poe o Sheridan Le Fanu y empieza a leer los poemas de Walt Whitman en una selección inglesa de 1868 de Hojas de hierba. Whitman se convertirá desde la distancia en uno de sus más fieles compañeros”, apunta Sanz Egea.

Dos años después de comenzar sus estudios universitarios, Bram Stoker obtuvo un puesto de funcionario en el Castillo de Dublín, sede del gobierno británico en Irlanda. A la par de ese empleo, se desempeñaría como auditor del Colegio de la Sociedad Histórica y como presidente de la Sociedad de Filosofía, ambas del Trinity College. En ese periodo también destacaría como atleta.

Mientras todavía era estudiante universitario, Bram Stoker empezó a aficionarse más al teatro, pasión que compartía con su madre y que no abandonaría nunca. En una de esas tantas visitas al teatro ocurriría uno de los sucesos trascendentales en la vida del escritor; Sanz Egea lo menciona en su prólogo: “una de las obras que pudo admirar en agosto de 1867 fue The Rivals, de Richard Brindsley Sheridan, interpretada en el Teatro Real de Dublín por una compañía londinense. El protagonista no era otro que John Henry Brodribb, cuyo nombre artístico sería Henry Irving”, uno de los actores más famosos de su tiempo y del que después se haría amigo y socio.

En los siguientes años, el autor de Drácula terminaría sus estudios y trabajaría no solo como funcionario, sino también como crítico teatral y redactor jefe del periódico The Irish Echo. En aquella época —septiembre de 1872 en la revista London Society: An Illustrated Magazine of Light and Amusing Literature for Hours of Relaxation— aparecería su primer cuento “The Crystal Cup”, una narración fragmentaria sobre un artista y un jarrón de cristal.

Quizá el año decisivo para Bram Stoker sería 1878. En los primeros meses conocería y se enamoraría de su futura esposa, la aspirante a actriz Florence Balcombe, y en diciembre se convertiría en asistente personal de Henry Irving y gerente del teatro Lyceum de Londres, trabajo que tendría durante veintiséis años. En este empleo, comenta Óscar Palmer en su prólogo a la edición de Drácula en Valdemar, no solo supervisaría “minuciosamente varios de los montajes teatrales más espectaculares de la escena británica, como Hamlet, El mercader de Venecia, Macbeth y un mastodóntico Fausto, sino que además se había encargado de organizar tres complejas, prolongadas y agotadoras giras por Norteamérica y Canadá”.

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Bram Stoker escribió diez novelas y dos nouvelles, todas publicadas en vida. Además de tres libros de cuentos: Under the sunset (El país bajo el ocaso), publicado en noviembre de 1881 y dedicado a su hijo Irving Noel Thornley Stoker, quien nació casi dos años antes, el 30 de diciembre de 1879; Snowbound: The Record of a Theatrical Touring Party (Atrapados en la nieve: crónica de una gira teatral), que apareció en 1908; y Dracula’s Guest and other Weird Stories (El invitado de Drácula y otros relatos inquietantes), que vio la luz en 1914 —dos años después de que el autor muriera— gracias a su viuda y albacea literaria Florence Balcombe.

Escribió también libros, que ahora entrarían en la categoría de no ficción, sobre sus viajes a Estados Unidos, sobre la vida de famosos impostores y estafadores y uno más sobre sus recuerdos con Henry Irving, cuya figura siempre lo opacó en vida; a esta última obra se le consideró uno de los libros del año (se publicó en 1896).

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Drácula se publicó en 1897. Sobre las posibles influencias, Antonio Sanz Egea menciona la lectura de Transylvanian Superstitions de Emily Gerald como posible inspiración inicial, y escribe que “en cuanto al trasfondo gótico y de terror, Drácula es un compendio de historias de fantasmas que recuerdan a las pantomimas infantiles que veía con sus padres en Dublín, a las lecturas de Carmilla de Sheridan Le Fanu o a El libro de los hombres lobo de Sabine Baring-Gould”.

Enríquez comparte la opinión sobre la inevitable influencia de la obra de Le Fanu, y agrega otra posible fuente: “En 1890 se dice que conoció al historiador húngaro Arminius Vambery: él le contó la historia de Vlad Tepes, príncipe de Valaquia e hijo del monarca Vlad Dracul, conocido como ‘el Empalador’ por el cruel método que usaba para torturar y asesinar a sus enemigos. La historia del brutal príncipe se unió a sus investigaciones sobre la mitología vampírica de Europa del Este, y así Stoker encontró la inspiración para su protagonista”.

Se estima que Bram Stoker escribió Drácula durante siete años. En su prólogo a la hermosa edición ilustrada de Reino de Cordelia, Luis Alberto de Cuenca escribe que “el primer documento existente sobre el proceso creativo de Drácula es un apunte en una nota de un hotel de Filadelfia, fechado en 1890”, y que el autor “no escatimó esfuerzos en documentarse para la redacción de la novela: llevó un dietario de la acción para evitar imprecisiones cronológicas en su desarrollo a través de las cartas, diarios y telegramas que van articulando la narración”.

Quien no ha leído esta novela fragmentaria, epistolar, debe saber que el monstruo más famoso de la cultura occidental no es el narrador de la historia: las voces en la novela son de las víctimas de Drácula y de quienes desean acabar con él. Luis Alberto de Cuenca apunta que, para construir discursos verosímiles en el libro, Bram Stoker visitó “Whitby, el lugar donde atracaría en Inglaterra el carguero Deméter con el ataúd del vampiro, y tomó numerosos apuntes para perfilar a los personajes principales, que presentan en su caracterización individual una precisión psicológica admirable”.

Bram Stoker entregó el original de su novela a máquina, con correcciones y tachaduras a mano. El trabajo obsesivo y meticuloso del autor es perceptible en sus manuscritos —la edición de Reino de Cordelia tiene varias fotografías de ellos—. “Hasta el último borrador, escrito a máquina, estuvo pensando en el título, y aunque parecía decidido a que fuera El no muerto (The Un-Dead), alguien decidió en el instante final, antes de que la obra comenzase a imprimirse, titularla con el nombre del conde vampiro”, explica el escritor español Luis Alberto de Cuenca.

La obra maestra de Bram Stoker no solo es una novela gótica y un clásico de la literatura universal, Drácula también es responsable de plasmar la figura del vampiro en el imaginario colectivo. El vampiro “es desde hace más de cien años un personaje central de la cultura popular gracias al Drácula de Bram Stoker, que cuando se publicó, en 1897, le hablaba a la Inglaterra victoriana de la represión sexual, de la aristocracia explotadora, del autoritarismo del Imperio”, escribió Mariana Enríquez.

Se han creado innumerables productos culturales que descienden del protagonista de la novela. Desde conde Draco, conde Pátula, Buffy y Mona la vampira hasta Nosferatu, Blade y Laszlo Cravensworth; desde Crepúsculo y la estética de My Chemical Romance hasta Castlevania, Louis y todas las producciones audiovisuales que retoman o reelaboran su historia.

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Bram Stoker murió el 20 de abril de 1912. Tenía sesenta y cinco años. Nunca se supo con certeza cuál fue la verdadera causa de su muerte; hay quienes consideran que fue un derrame cerebral, mientras que, menciona Sanz Egea, el sobrino nieto del escritor, Daniel Farson, “dejó intuir en su libro The Man Who Wrote Dracula que realmente había muerto de sífilis”.

En “‘This unfortunate book’: Bram Stoker and the Edwardian publishing industry”, William Hughes menciona que un obituario anónimo publicado en The Times recordaba a Stoker como el autor de Personal Reminiscences of Henry Irving. En ese entonces se creía que Bram Stoker sería recordado como biógrafo, no como novelista.

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Bram Stoker, 1906. Fotografía del dominio público.

El creador de Drácula, uno de los monstruos más terribles que nos ha dado la literatura, tuvo una vida dichosa y satisfactoria. El contraste entre la biografía del autor y su novela es tal que muchos han querido inventarle a Bram Stoker una historia más oscura, sinuosa y esotérica.

A diferencia de otros autores clásicos de la literatura de terror como Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft, el escritor Bram Stoker nunca ha despertado gran interés entre los lectores de su obra. No se ha creado una mitología en torno suyo ni ha inspirado la creación de un sinfín de productos culturales sobre su vida, lo que sí ha ocurrido con los escritores estadounidenses mencionados. Tal vez se deba a su biografía, pues como apunta Mariana Enríquez en “Una aurora de sangre” —prólogo al cuento “La casa del juez”—, Bram Stoker “tuvo una vida larga e intensa, llena de éxitos profesionales y dicha conyugal”. O quizá la razón sea que Drácula ensombreció a su autor —algo que ya menciona su biógrafo Harry Ludlam en A Biography of Dracula—. Y es que esto último es innegable: la figura de este vampiro está tan establecida en la cultura popular que cualquiera puede reconocerle sin haber escuchado nunca el nombre de Bram Stoker.

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Se sabe que Abraham Stoker nació el 8 de noviembre de 1847 en Clontarf, una zona al norte de la ciudad de Dublín, capital de Irlanda. Fue el tercero de siete hermanos en la familia de clase media de Charlotte Thornley y Abraham Stoker. Su padre trabajó como funcionario público, empleo que Bram también tendría en sus años universitarios mientras estudiaba en el Trinity College.

Durante su infancia, Bram Stoker se enfermó constantemente; algún padecimiento, no se sabe cuál, lo hizo pasar buena parte de sus primeros años de vida en cama, en “esta etapa fue su madre quien ejerció de tutora, enseñando al joven Bram a leer y escribir, así como las nociones básicas de latín, matemáticas y lengua”, apunta Antonio Sanz Egea en su prólogo a los Cuentos completos de Stoker publicados en Páginas de Espuma. Su madre también fue una primera fuente de influencias literarias ya que le leía a su hijo todo lo que tuviera que ver “con duendes, gnomos, trolls y otros seres que impregnan el imaginario irlandés”. En una edición de enero de 1896 del periódico The Constitution aparece una declaración en la que el escritor menciona que desde niño le llamaban “Bram” en lugar de Abraham, y de esa forma sería conocido durante toda su vida.

En 1864 el escritor entró al prestigioso Trinity College, en Dublín. “Es en esta época cuando tiene acceso a su famosa biblioteca, cuando lee las primeras novelas y cuentos de Wilkie Collins, Edgar Allan Poe o Sheridan Le Fanu y empieza a leer los poemas de Walt Whitman en una selección inglesa de 1868 de Hojas de hierba. Whitman se convertirá desde la distancia en uno de sus más fieles compañeros”, apunta Sanz Egea.

Dos años después de comenzar sus estudios universitarios, Bram Stoker obtuvo un puesto de funcionario en el Castillo de Dublín, sede del gobierno británico en Irlanda. A la par de ese empleo, se desempeñaría como auditor del Colegio de la Sociedad Histórica y como presidente de la Sociedad de Filosofía, ambas del Trinity College. En ese periodo también destacaría como atleta.

Mientras todavía era estudiante universitario, Bram Stoker empezó a aficionarse más al teatro, pasión que compartía con su madre y que no abandonaría nunca. En una de esas tantas visitas al teatro ocurriría uno de los sucesos trascendentales en la vida del escritor; Sanz Egea lo menciona en su prólogo: “una de las obras que pudo admirar en agosto de 1867 fue The Rivals, de Richard Brindsley Sheridan, interpretada en el Teatro Real de Dublín por una compañía londinense. El protagonista no era otro que John Henry Brodribb, cuyo nombre artístico sería Henry Irving”, uno de los actores más famosos de su tiempo y del que después se haría amigo y socio.

En los siguientes años, el autor de Drácula terminaría sus estudios y trabajaría no solo como funcionario, sino también como crítico teatral y redactor jefe del periódico The Irish Echo. En aquella época —septiembre de 1872 en la revista London Society: An Illustrated Magazine of Light and Amusing Literature for Hours of Relaxation— aparecería su primer cuento “The Crystal Cup”, una narración fragmentaria sobre un artista y un jarrón de cristal.

Quizá el año decisivo para Bram Stoker sería 1878. En los primeros meses conocería y se enamoraría de su futura esposa, la aspirante a actriz Florence Balcombe, y en diciembre se convertiría en asistente personal de Henry Irving y gerente del teatro Lyceum de Londres, trabajo que tendría durante veintiséis años. En este empleo, comenta Óscar Palmer en su prólogo a la edición de Drácula en Valdemar, no solo supervisaría “minuciosamente varios de los montajes teatrales más espectaculares de la escena británica, como Hamlet, El mercader de Venecia, Macbeth y un mastodóntico Fausto, sino que además se había encargado de organizar tres complejas, prolongadas y agotadoras giras por Norteamérica y Canadá”.

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Bram Stoker escribió diez novelas y dos nouvelles, todas publicadas en vida. Además de tres libros de cuentos: Under the sunset (El país bajo el ocaso), publicado en noviembre de 1881 y dedicado a su hijo Irving Noel Thornley Stoker, quien nació casi dos años antes, el 30 de diciembre de 1879; Snowbound: The Record of a Theatrical Touring Party (Atrapados en la nieve: crónica de una gira teatral), que apareció en 1908; y Dracula’s Guest and other Weird Stories (El invitado de Drácula y otros relatos inquietantes), que vio la luz en 1914 —dos años después de que el autor muriera— gracias a su viuda y albacea literaria Florence Balcombe.

Escribió también libros, que ahora entrarían en la categoría de no ficción, sobre sus viajes a Estados Unidos, sobre la vida de famosos impostores y estafadores y uno más sobre sus recuerdos con Henry Irving, cuya figura siempre lo opacó en vida; a esta última obra se le consideró uno de los libros del año (se publicó en 1896).

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Drácula se publicó en 1897. Sobre las posibles influencias, Antonio Sanz Egea menciona la lectura de Transylvanian Superstitions de Emily Gerald como posible inspiración inicial, y escribe que “en cuanto al trasfondo gótico y de terror, Drácula es un compendio de historias de fantasmas que recuerdan a las pantomimas infantiles que veía con sus padres en Dublín, a las lecturas de Carmilla de Sheridan Le Fanu o a El libro de los hombres lobo de Sabine Baring-Gould”.

Enríquez comparte la opinión sobre la inevitable influencia de la obra de Le Fanu, y agrega otra posible fuente: “En 1890 se dice que conoció al historiador húngaro Arminius Vambery: él le contó la historia de Vlad Tepes, príncipe de Valaquia e hijo del monarca Vlad Dracul, conocido como ‘el Empalador’ por el cruel método que usaba para torturar y asesinar a sus enemigos. La historia del brutal príncipe se unió a sus investigaciones sobre la mitología vampírica de Europa del Este, y así Stoker encontró la inspiración para su protagonista”.

Se estima que Bram Stoker escribió Drácula durante siete años. En su prólogo a la hermosa edición ilustrada de Reino de Cordelia, Luis Alberto de Cuenca escribe que “el primer documento existente sobre el proceso creativo de Drácula es un apunte en una nota de un hotel de Filadelfia, fechado en 1890”, y que el autor “no escatimó esfuerzos en documentarse para la redacción de la novela: llevó un dietario de la acción para evitar imprecisiones cronológicas en su desarrollo a través de las cartas, diarios y telegramas que van articulando la narración”.

Quien no ha leído esta novela fragmentaria, epistolar, debe saber que el monstruo más famoso de la cultura occidental no es el narrador de la historia: las voces en la novela son de las víctimas de Drácula y de quienes desean acabar con él. Luis Alberto de Cuenca apunta que, para construir discursos verosímiles en el libro, Bram Stoker visitó “Whitby, el lugar donde atracaría en Inglaterra el carguero Deméter con el ataúd del vampiro, y tomó numerosos apuntes para perfilar a los personajes principales, que presentan en su caracterización individual una precisión psicológica admirable”.

Bram Stoker entregó el original de su novela a máquina, con correcciones y tachaduras a mano. El trabajo obsesivo y meticuloso del autor es perceptible en sus manuscritos —la edición de Reino de Cordelia tiene varias fotografías de ellos—. “Hasta el último borrador, escrito a máquina, estuvo pensando en el título, y aunque parecía decidido a que fuera El no muerto (The Un-Dead), alguien decidió en el instante final, antes de que la obra comenzase a imprimirse, titularla con el nombre del conde vampiro”, explica el escritor español Luis Alberto de Cuenca.

La obra maestra de Bram Stoker no solo es una novela gótica y un clásico de la literatura universal, Drácula también es responsable de plasmar la figura del vampiro en el imaginario colectivo. El vampiro “es desde hace más de cien años un personaje central de la cultura popular gracias al Drácula de Bram Stoker, que cuando se publicó, en 1897, le hablaba a la Inglaterra victoriana de la represión sexual, de la aristocracia explotadora, del autoritarismo del Imperio”, escribió Mariana Enríquez.

Se han creado innumerables productos culturales que descienden del protagonista de la novela. Desde conde Draco, conde Pátula, Buffy y Mona la vampira hasta Nosferatu, Blade y Laszlo Cravensworth; desde Crepúsculo y la estética de My Chemical Romance hasta Castlevania, Louis y todas las producciones audiovisuales que retoman o reelaboran su historia.

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Bram Stoker murió el 20 de abril de 1912. Tenía sesenta y cinco años. Nunca se supo con certeza cuál fue la verdadera causa de su muerte; hay quienes consideran que fue un derrame cerebral, mientras que, menciona Sanz Egea, el sobrino nieto del escritor, Daniel Farson, “dejó intuir en su libro The Man Who Wrote Dracula que realmente había muerto de sífilis”.

En “‘This unfortunate book’: Bram Stoker and the Edwardian publishing industry”, William Hughes menciona que un obituario anónimo publicado en The Times recordaba a Stoker como el autor de Personal Reminiscences of Henry Irving. En ese entonces se creía que Bram Stoker sería recordado como biógrafo, no como novelista.

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Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

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Traducción de
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Tiempo de Lectura: 00 min

El creador de Drácula, uno de los monstruos más terribles que nos ha dado la literatura, tuvo una vida dichosa y satisfactoria. El contraste entre la biografía del autor y su novela es tal que muchos han querido inventarle a Bram Stoker una historia más oscura, sinuosa y esotérica.

A diferencia de otros autores clásicos de la literatura de terror como Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft, el escritor Bram Stoker nunca ha despertado gran interés entre los lectores de su obra. No se ha creado una mitología en torno suyo ni ha inspirado la creación de un sinfín de productos culturales sobre su vida, lo que sí ha ocurrido con los escritores estadounidenses mencionados. Tal vez se deba a su biografía, pues como apunta Mariana Enríquez en “Una aurora de sangre” —prólogo al cuento “La casa del juez”—, Bram Stoker “tuvo una vida larga e intensa, llena de éxitos profesionales y dicha conyugal”. O quizá la razón sea que Drácula ensombreció a su autor —algo que ya menciona su biógrafo Harry Ludlam en A Biography of Dracula—. Y es que esto último es innegable: la figura de este vampiro está tan establecida en la cultura popular que cualquiera puede reconocerle sin haber escuchado nunca el nombre de Bram Stoker.

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Se sabe que Abraham Stoker nació el 8 de noviembre de 1847 en Clontarf, una zona al norte de la ciudad de Dublín, capital de Irlanda. Fue el tercero de siete hermanos en la familia de clase media de Charlotte Thornley y Abraham Stoker. Su padre trabajó como funcionario público, empleo que Bram también tendría en sus años universitarios mientras estudiaba en el Trinity College.

Durante su infancia, Bram Stoker se enfermó constantemente; algún padecimiento, no se sabe cuál, lo hizo pasar buena parte de sus primeros años de vida en cama, en “esta etapa fue su madre quien ejerció de tutora, enseñando al joven Bram a leer y escribir, así como las nociones básicas de latín, matemáticas y lengua”, apunta Antonio Sanz Egea en su prólogo a los Cuentos completos de Stoker publicados en Páginas de Espuma. Su madre también fue una primera fuente de influencias literarias ya que le leía a su hijo todo lo que tuviera que ver “con duendes, gnomos, trolls y otros seres que impregnan el imaginario irlandés”. En una edición de enero de 1896 del periódico The Constitution aparece una declaración en la que el escritor menciona que desde niño le llamaban “Bram” en lugar de Abraham, y de esa forma sería conocido durante toda su vida.

En 1864 el escritor entró al prestigioso Trinity College, en Dublín. “Es en esta época cuando tiene acceso a su famosa biblioteca, cuando lee las primeras novelas y cuentos de Wilkie Collins, Edgar Allan Poe o Sheridan Le Fanu y empieza a leer los poemas de Walt Whitman en una selección inglesa de 1868 de Hojas de hierba. Whitman se convertirá desde la distancia en uno de sus más fieles compañeros”, apunta Sanz Egea.

Dos años después de comenzar sus estudios universitarios, Bram Stoker obtuvo un puesto de funcionario en el Castillo de Dublín, sede del gobierno británico en Irlanda. A la par de ese empleo, se desempeñaría como auditor del Colegio de la Sociedad Histórica y como presidente de la Sociedad de Filosofía, ambas del Trinity College. En ese periodo también destacaría como atleta.

Mientras todavía era estudiante universitario, Bram Stoker empezó a aficionarse más al teatro, pasión que compartía con su madre y que no abandonaría nunca. En una de esas tantas visitas al teatro ocurriría uno de los sucesos trascendentales en la vida del escritor; Sanz Egea lo menciona en su prólogo: “una de las obras que pudo admirar en agosto de 1867 fue The Rivals, de Richard Brindsley Sheridan, interpretada en el Teatro Real de Dublín por una compañía londinense. El protagonista no era otro que John Henry Brodribb, cuyo nombre artístico sería Henry Irving”, uno de los actores más famosos de su tiempo y del que después se haría amigo y socio.

En los siguientes años, el autor de Drácula terminaría sus estudios y trabajaría no solo como funcionario, sino también como crítico teatral y redactor jefe del periódico The Irish Echo. En aquella época —septiembre de 1872 en la revista London Society: An Illustrated Magazine of Light and Amusing Literature for Hours of Relaxation— aparecería su primer cuento “The Crystal Cup”, una narración fragmentaria sobre un artista y un jarrón de cristal.

Quizá el año decisivo para Bram Stoker sería 1878. En los primeros meses conocería y se enamoraría de su futura esposa, la aspirante a actriz Florence Balcombe, y en diciembre se convertiría en asistente personal de Henry Irving y gerente del teatro Lyceum de Londres, trabajo que tendría durante veintiséis años. En este empleo, comenta Óscar Palmer en su prólogo a la edición de Drácula en Valdemar, no solo supervisaría “minuciosamente varios de los montajes teatrales más espectaculares de la escena británica, como Hamlet, El mercader de Venecia, Macbeth y un mastodóntico Fausto, sino que además se había encargado de organizar tres complejas, prolongadas y agotadoras giras por Norteamérica y Canadá”.

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Bram Stoker escribió diez novelas y dos nouvelles, todas publicadas en vida. Además de tres libros de cuentos: Under the sunset (El país bajo el ocaso), publicado en noviembre de 1881 y dedicado a su hijo Irving Noel Thornley Stoker, quien nació casi dos años antes, el 30 de diciembre de 1879; Snowbound: The Record of a Theatrical Touring Party (Atrapados en la nieve: crónica de una gira teatral), que apareció en 1908; y Dracula’s Guest and other Weird Stories (El invitado de Drácula y otros relatos inquietantes), que vio la luz en 1914 —dos años después de que el autor muriera— gracias a su viuda y albacea literaria Florence Balcombe.

Escribió también libros, que ahora entrarían en la categoría de no ficción, sobre sus viajes a Estados Unidos, sobre la vida de famosos impostores y estafadores y uno más sobre sus recuerdos con Henry Irving, cuya figura siempre lo opacó en vida; a esta última obra se le consideró uno de los libros del año (se publicó en 1896).

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Drácula se publicó en 1897. Sobre las posibles influencias, Antonio Sanz Egea menciona la lectura de Transylvanian Superstitions de Emily Gerald como posible inspiración inicial, y escribe que “en cuanto al trasfondo gótico y de terror, Drácula es un compendio de historias de fantasmas que recuerdan a las pantomimas infantiles que veía con sus padres en Dublín, a las lecturas de Carmilla de Sheridan Le Fanu o a El libro de los hombres lobo de Sabine Baring-Gould”.

Enríquez comparte la opinión sobre la inevitable influencia de la obra de Le Fanu, y agrega otra posible fuente: “En 1890 se dice que conoció al historiador húngaro Arminius Vambery: él le contó la historia de Vlad Tepes, príncipe de Valaquia e hijo del monarca Vlad Dracul, conocido como ‘el Empalador’ por el cruel método que usaba para torturar y asesinar a sus enemigos. La historia del brutal príncipe se unió a sus investigaciones sobre la mitología vampírica de Europa del Este, y así Stoker encontró la inspiración para su protagonista”.

Se estima que Bram Stoker escribió Drácula durante siete años. En su prólogo a la hermosa edición ilustrada de Reino de Cordelia, Luis Alberto de Cuenca escribe que “el primer documento existente sobre el proceso creativo de Drácula es un apunte en una nota de un hotel de Filadelfia, fechado en 1890”, y que el autor “no escatimó esfuerzos en documentarse para la redacción de la novela: llevó un dietario de la acción para evitar imprecisiones cronológicas en su desarrollo a través de las cartas, diarios y telegramas que van articulando la narración”.

Quien no ha leído esta novela fragmentaria, epistolar, debe saber que el monstruo más famoso de la cultura occidental no es el narrador de la historia: las voces en la novela son de las víctimas de Drácula y de quienes desean acabar con él. Luis Alberto de Cuenca apunta que, para construir discursos verosímiles en el libro, Bram Stoker visitó “Whitby, el lugar donde atracaría en Inglaterra el carguero Deméter con el ataúd del vampiro, y tomó numerosos apuntes para perfilar a los personajes principales, que presentan en su caracterización individual una precisión psicológica admirable”.

Bram Stoker entregó el original de su novela a máquina, con correcciones y tachaduras a mano. El trabajo obsesivo y meticuloso del autor es perceptible en sus manuscritos —la edición de Reino de Cordelia tiene varias fotografías de ellos—. “Hasta el último borrador, escrito a máquina, estuvo pensando en el título, y aunque parecía decidido a que fuera El no muerto (The Un-Dead), alguien decidió en el instante final, antes de que la obra comenzase a imprimirse, titularla con el nombre del conde vampiro”, explica el escritor español Luis Alberto de Cuenca.

La obra maestra de Bram Stoker no solo es una novela gótica y un clásico de la literatura universal, Drácula también es responsable de plasmar la figura del vampiro en el imaginario colectivo. El vampiro “es desde hace más de cien años un personaje central de la cultura popular gracias al Drácula de Bram Stoker, que cuando se publicó, en 1897, le hablaba a la Inglaterra victoriana de la represión sexual, de la aristocracia explotadora, del autoritarismo del Imperio”, escribió Mariana Enríquez.

Se han creado innumerables productos culturales que descienden del protagonista de la novela. Desde conde Draco, conde Pátula, Buffy y Mona la vampira hasta Nosferatu, Blade y Laszlo Cravensworth; desde Crepúsculo y la estética de My Chemical Romance hasta Castlevania, Louis y todas las producciones audiovisuales que retoman o reelaboran su historia.

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Bram Stoker murió el 20 de abril de 1912. Tenía sesenta y cinco años. Nunca se supo con certeza cuál fue la verdadera causa de su muerte; hay quienes consideran que fue un derrame cerebral, mientras que, menciona Sanz Egea, el sobrino nieto del escritor, Daniel Farson, “dejó intuir en su libro The Man Who Wrote Dracula que realmente había muerto de sífilis”.

En “‘This unfortunate book’: Bram Stoker and the Edwardian publishing industry”, William Hughes menciona que un obituario anónimo publicado en The Times recordaba a Stoker como el autor de Personal Reminiscences of Henry Irving. En ese entonces se creía que Bram Stoker sería recordado como biógrafo, no como novelista.

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Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

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Tiempo de Lectura: 00 min

El creador de Drácula, uno de los monstruos más terribles que nos ha dado la literatura, tuvo una vida dichosa y satisfactoria. El contraste entre la biografía del autor y su novela es tal que muchos han querido inventarle a Bram Stoker una historia más oscura, sinuosa y esotérica.

A diferencia de otros autores clásicos de la literatura de terror como Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft, el escritor Bram Stoker nunca ha despertado gran interés entre los lectores de su obra. No se ha creado una mitología en torno suyo ni ha inspirado la creación de un sinfín de productos culturales sobre su vida, lo que sí ha ocurrido con los escritores estadounidenses mencionados. Tal vez se deba a su biografía, pues como apunta Mariana Enríquez en “Una aurora de sangre” —prólogo al cuento “La casa del juez”—, Bram Stoker “tuvo una vida larga e intensa, llena de éxitos profesionales y dicha conyugal”. O quizá la razón sea que Drácula ensombreció a su autor —algo que ya menciona su biógrafo Harry Ludlam en A Biography of Dracula—. Y es que esto último es innegable: la figura de este vampiro está tan establecida en la cultura popular que cualquiera puede reconocerle sin haber escuchado nunca el nombre de Bram Stoker.

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Se sabe que Abraham Stoker nació el 8 de noviembre de 1847 en Clontarf, una zona al norte de la ciudad de Dublín, capital de Irlanda. Fue el tercero de siete hermanos en la familia de clase media de Charlotte Thornley y Abraham Stoker. Su padre trabajó como funcionario público, empleo que Bram también tendría en sus años universitarios mientras estudiaba en el Trinity College.

Durante su infancia, Bram Stoker se enfermó constantemente; algún padecimiento, no se sabe cuál, lo hizo pasar buena parte de sus primeros años de vida en cama, en “esta etapa fue su madre quien ejerció de tutora, enseñando al joven Bram a leer y escribir, así como las nociones básicas de latín, matemáticas y lengua”, apunta Antonio Sanz Egea en su prólogo a los Cuentos completos de Stoker publicados en Páginas de Espuma. Su madre también fue una primera fuente de influencias literarias ya que le leía a su hijo todo lo que tuviera que ver “con duendes, gnomos, trolls y otros seres que impregnan el imaginario irlandés”. En una edición de enero de 1896 del periódico The Constitution aparece una declaración en la que el escritor menciona que desde niño le llamaban “Bram” en lugar de Abraham, y de esa forma sería conocido durante toda su vida.

En 1864 el escritor entró al prestigioso Trinity College, en Dublín. “Es en esta época cuando tiene acceso a su famosa biblioteca, cuando lee las primeras novelas y cuentos de Wilkie Collins, Edgar Allan Poe o Sheridan Le Fanu y empieza a leer los poemas de Walt Whitman en una selección inglesa de 1868 de Hojas de hierba. Whitman se convertirá desde la distancia en uno de sus más fieles compañeros”, apunta Sanz Egea.

Dos años después de comenzar sus estudios universitarios, Bram Stoker obtuvo un puesto de funcionario en el Castillo de Dublín, sede del gobierno británico en Irlanda. A la par de ese empleo, se desempeñaría como auditor del Colegio de la Sociedad Histórica y como presidente de la Sociedad de Filosofía, ambas del Trinity College. En ese periodo también destacaría como atleta.

Mientras todavía era estudiante universitario, Bram Stoker empezó a aficionarse más al teatro, pasión que compartía con su madre y que no abandonaría nunca. En una de esas tantas visitas al teatro ocurriría uno de los sucesos trascendentales en la vida del escritor; Sanz Egea lo menciona en su prólogo: “una de las obras que pudo admirar en agosto de 1867 fue The Rivals, de Richard Brindsley Sheridan, interpretada en el Teatro Real de Dublín por una compañía londinense. El protagonista no era otro que John Henry Brodribb, cuyo nombre artístico sería Henry Irving”, uno de los actores más famosos de su tiempo y del que después se haría amigo y socio.

En los siguientes años, el autor de Drácula terminaría sus estudios y trabajaría no solo como funcionario, sino también como crítico teatral y redactor jefe del periódico The Irish Echo. En aquella época —septiembre de 1872 en la revista London Society: An Illustrated Magazine of Light and Amusing Literature for Hours of Relaxation— aparecería su primer cuento “The Crystal Cup”, una narración fragmentaria sobre un artista y un jarrón de cristal.

Quizá el año decisivo para Bram Stoker sería 1878. En los primeros meses conocería y se enamoraría de su futura esposa, la aspirante a actriz Florence Balcombe, y en diciembre se convertiría en asistente personal de Henry Irving y gerente del teatro Lyceum de Londres, trabajo que tendría durante veintiséis años. En este empleo, comenta Óscar Palmer en su prólogo a la edición de Drácula en Valdemar, no solo supervisaría “minuciosamente varios de los montajes teatrales más espectaculares de la escena británica, como Hamlet, El mercader de Venecia, Macbeth y un mastodóntico Fausto, sino que además se había encargado de organizar tres complejas, prolongadas y agotadoras giras por Norteamérica y Canadá”.

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Bram Stoker escribió diez novelas y dos nouvelles, todas publicadas en vida. Además de tres libros de cuentos: Under the sunset (El país bajo el ocaso), publicado en noviembre de 1881 y dedicado a su hijo Irving Noel Thornley Stoker, quien nació casi dos años antes, el 30 de diciembre de 1879; Snowbound: The Record of a Theatrical Touring Party (Atrapados en la nieve: crónica de una gira teatral), que apareció en 1908; y Dracula’s Guest and other Weird Stories (El invitado de Drácula y otros relatos inquietantes), que vio la luz en 1914 —dos años después de que el autor muriera— gracias a su viuda y albacea literaria Florence Balcombe.

Escribió también libros, que ahora entrarían en la categoría de no ficción, sobre sus viajes a Estados Unidos, sobre la vida de famosos impostores y estafadores y uno más sobre sus recuerdos con Henry Irving, cuya figura siempre lo opacó en vida; a esta última obra se le consideró uno de los libros del año (se publicó en 1896).

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Drácula se publicó en 1897. Sobre las posibles influencias, Antonio Sanz Egea menciona la lectura de Transylvanian Superstitions de Emily Gerald como posible inspiración inicial, y escribe que “en cuanto al trasfondo gótico y de terror, Drácula es un compendio de historias de fantasmas que recuerdan a las pantomimas infantiles que veía con sus padres en Dublín, a las lecturas de Carmilla de Sheridan Le Fanu o a El libro de los hombres lobo de Sabine Baring-Gould”.

Enríquez comparte la opinión sobre la inevitable influencia de la obra de Le Fanu, y agrega otra posible fuente: “En 1890 se dice que conoció al historiador húngaro Arminius Vambery: él le contó la historia de Vlad Tepes, príncipe de Valaquia e hijo del monarca Vlad Dracul, conocido como ‘el Empalador’ por el cruel método que usaba para torturar y asesinar a sus enemigos. La historia del brutal príncipe se unió a sus investigaciones sobre la mitología vampírica de Europa del Este, y así Stoker encontró la inspiración para su protagonista”.

Se estima que Bram Stoker escribió Drácula durante siete años. En su prólogo a la hermosa edición ilustrada de Reino de Cordelia, Luis Alberto de Cuenca escribe que “el primer documento existente sobre el proceso creativo de Drácula es un apunte en una nota de un hotel de Filadelfia, fechado en 1890”, y que el autor “no escatimó esfuerzos en documentarse para la redacción de la novela: llevó un dietario de la acción para evitar imprecisiones cronológicas en su desarrollo a través de las cartas, diarios y telegramas que van articulando la narración”.

Quien no ha leído esta novela fragmentaria, epistolar, debe saber que el monstruo más famoso de la cultura occidental no es el narrador de la historia: las voces en la novela son de las víctimas de Drácula y de quienes desean acabar con él. Luis Alberto de Cuenca apunta que, para construir discursos verosímiles en el libro, Bram Stoker visitó “Whitby, el lugar donde atracaría en Inglaterra el carguero Deméter con el ataúd del vampiro, y tomó numerosos apuntes para perfilar a los personajes principales, que presentan en su caracterización individual una precisión psicológica admirable”.

Bram Stoker entregó el original de su novela a máquina, con correcciones y tachaduras a mano. El trabajo obsesivo y meticuloso del autor es perceptible en sus manuscritos —la edición de Reino de Cordelia tiene varias fotografías de ellos—. “Hasta el último borrador, escrito a máquina, estuvo pensando en el título, y aunque parecía decidido a que fuera El no muerto (The Un-Dead), alguien decidió en el instante final, antes de que la obra comenzase a imprimirse, titularla con el nombre del conde vampiro”, explica el escritor español Luis Alberto de Cuenca.

La obra maestra de Bram Stoker no solo es una novela gótica y un clásico de la literatura universal, Drácula también es responsable de plasmar la figura del vampiro en el imaginario colectivo. El vampiro “es desde hace más de cien años un personaje central de la cultura popular gracias al Drácula de Bram Stoker, que cuando se publicó, en 1897, le hablaba a la Inglaterra victoriana de la represión sexual, de la aristocracia explotadora, del autoritarismo del Imperio”, escribió Mariana Enríquez.

Se han creado innumerables productos culturales que descienden del protagonista de la novela. Desde conde Draco, conde Pátula, Buffy y Mona la vampira hasta Nosferatu, Blade y Laszlo Cravensworth; desde Crepúsculo y la estética de My Chemical Romance hasta Castlevania, Louis y todas las producciones audiovisuales que retoman o reelaboran su historia.

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Bram Stoker murió el 20 de abril de 1912. Tenía sesenta y cinco años. Nunca se supo con certeza cuál fue la verdadera causa de su muerte; hay quienes consideran que fue un derrame cerebral, mientras que, menciona Sanz Egea, el sobrino nieto del escritor, Daniel Farson, “dejó intuir en su libro The Man Who Wrote Dracula que realmente había muerto de sífilis”.

En “‘This unfortunate book’: Bram Stoker and the Edwardian publishing industry”, William Hughes menciona que un obituario anónimo publicado en The Times recordaba a Stoker como el autor de Personal Reminiscences of Henry Irving. En ese entonces se creía que Bram Stoker sería recordado como biógrafo, no como novelista.

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Bram Stoker, 1906. Fotografía del dominio público.
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Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

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Traducción de

El creador de Drácula, uno de los monstruos más terribles que nos ha dado la literatura, tuvo una vida dichosa y satisfactoria. El contraste entre la biografía del autor y su novela es tal que muchos han querido inventarle a Bram Stoker una historia más oscura, sinuosa y esotérica.

A diferencia de otros autores clásicos de la literatura de terror como Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft, el escritor Bram Stoker nunca ha despertado gran interés entre los lectores de su obra. No se ha creado una mitología en torno suyo ni ha inspirado la creación de un sinfín de productos culturales sobre su vida, lo que sí ha ocurrido con los escritores estadounidenses mencionados. Tal vez se deba a su biografía, pues como apunta Mariana Enríquez en “Una aurora de sangre” —prólogo al cuento “La casa del juez”—, Bram Stoker “tuvo una vida larga e intensa, llena de éxitos profesionales y dicha conyugal”. O quizá la razón sea que Drácula ensombreció a su autor —algo que ya menciona su biógrafo Harry Ludlam en A Biography of Dracula—. Y es que esto último es innegable: la figura de este vampiro está tan establecida en la cultura popular que cualquiera puede reconocerle sin haber escuchado nunca el nombre de Bram Stoker.

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Se sabe que Abraham Stoker nació el 8 de noviembre de 1847 en Clontarf, una zona al norte de la ciudad de Dublín, capital de Irlanda. Fue el tercero de siete hermanos en la familia de clase media de Charlotte Thornley y Abraham Stoker. Su padre trabajó como funcionario público, empleo que Bram también tendría en sus años universitarios mientras estudiaba en el Trinity College.

Durante su infancia, Bram Stoker se enfermó constantemente; algún padecimiento, no se sabe cuál, lo hizo pasar buena parte de sus primeros años de vida en cama, en “esta etapa fue su madre quien ejerció de tutora, enseñando al joven Bram a leer y escribir, así como las nociones básicas de latín, matemáticas y lengua”, apunta Antonio Sanz Egea en su prólogo a los Cuentos completos de Stoker publicados en Páginas de Espuma. Su madre también fue una primera fuente de influencias literarias ya que le leía a su hijo todo lo que tuviera que ver “con duendes, gnomos, trolls y otros seres que impregnan el imaginario irlandés”. En una edición de enero de 1896 del periódico The Constitution aparece una declaración en la que el escritor menciona que desde niño le llamaban “Bram” en lugar de Abraham, y de esa forma sería conocido durante toda su vida.

En 1864 el escritor entró al prestigioso Trinity College, en Dublín. “Es en esta época cuando tiene acceso a su famosa biblioteca, cuando lee las primeras novelas y cuentos de Wilkie Collins, Edgar Allan Poe o Sheridan Le Fanu y empieza a leer los poemas de Walt Whitman en una selección inglesa de 1868 de Hojas de hierba. Whitman se convertirá desde la distancia en uno de sus más fieles compañeros”, apunta Sanz Egea.

Dos años después de comenzar sus estudios universitarios, Bram Stoker obtuvo un puesto de funcionario en el Castillo de Dublín, sede del gobierno británico en Irlanda. A la par de ese empleo, se desempeñaría como auditor del Colegio de la Sociedad Histórica y como presidente de la Sociedad de Filosofía, ambas del Trinity College. En ese periodo también destacaría como atleta.

Mientras todavía era estudiante universitario, Bram Stoker empezó a aficionarse más al teatro, pasión que compartía con su madre y que no abandonaría nunca. En una de esas tantas visitas al teatro ocurriría uno de los sucesos trascendentales en la vida del escritor; Sanz Egea lo menciona en su prólogo: “una de las obras que pudo admirar en agosto de 1867 fue The Rivals, de Richard Brindsley Sheridan, interpretada en el Teatro Real de Dublín por una compañía londinense. El protagonista no era otro que John Henry Brodribb, cuyo nombre artístico sería Henry Irving”, uno de los actores más famosos de su tiempo y del que después se haría amigo y socio.

En los siguientes años, el autor de Drácula terminaría sus estudios y trabajaría no solo como funcionario, sino también como crítico teatral y redactor jefe del periódico The Irish Echo. En aquella época —septiembre de 1872 en la revista London Society: An Illustrated Magazine of Light and Amusing Literature for Hours of Relaxation— aparecería su primer cuento “The Crystal Cup”, una narración fragmentaria sobre un artista y un jarrón de cristal.

Quizá el año decisivo para Bram Stoker sería 1878. En los primeros meses conocería y se enamoraría de su futura esposa, la aspirante a actriz Florence Balcombe, y en diciembre se convertiría en asistente personal de Henry Irving y gerente del teatro Lyceum de Londres, trabajo que tendría durante veintiséis años. En este empleo, comenta Óscar Palmer en su prólogo a la edición de Drácula en Valdemar, no solo supervisaría “minuciosamente varios de los montajes teatrales más espectaculares de la escena británica, como Hamlet, El mercader de Venecia, Macbeth y un mastodóntico Fausto, sino que además se había encargado de organizar tres complejas, prolongadas y agotadoras giras por Norteamérica y Canadá”.

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Bram Stoker escribió diez novelas y dos nouvelles, todas publicadas en vida. Además de tres libros de cuentos: Under the sunset (El país bajo el ocaso), publicado en noviembre de 1881 y dedicado a su hijo Irving Noel Thornley Stoker, quien nació casi dos años antes, el 30 de diciembre de 1879; Snowbound: The Record of a Theatrical Touring Party (Atrapados en la nieve: crónica de una gira teatral), que apareció en 1908; y Dracula’s Guest and other Weird Stories (El invitado de Drácula y otros relatos inquietantes), que vio la luz en 1914 —dos años después de que el autor muriera— gracias a su viuda y albacea literaria Florence Balcombe.

Escribió también libros, que ahora entrarían en la categoría de no ficción, sobre sus viajes a Estados Unidos, sobre la vida de famosos impostores y estafadores y uno más sobre sus recuerdos con Henry Irving, cuya figura siempre lo opacó en vida; a esta última obra se le consideró uno de los libros del año (se publicó en 1896).

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Drácula se publicó en 1897. Sobre las posibles influencias, Antonio Sanz Egea menciona la lectura de Transylvanian Superstitions de Emily Gerald como posible inspiración inicial, y escribe que “en cuanto al trasfondo gótico y de terror, Drácula es un compendio de historias de fantasmas que recuerdan a las pantomimas infantiles que veía con sus padres en Dublín, a las lecturas de Carmilla de Sheridan Le Fanu o a El libro de los hombres lobo de Sabine Baring-Gould”.

Enríquez comparte la opinión sobre la inevitable influencia de la obra de Le Fanu, y agrega otra posible fuente: “En 1890 se dice que conoció al historiador húngaro Arminius Vambery: él le contó la historia de Vlad Tepes, príncipe de Valaquia e hijo del monarca Vlad Dracul, conocido como ‘el Empalador’ por el cruel método que usaba para torturar y asesinar a sus enemigos. La historia del brutal príncipe se unió a sus investigaciones sobre la mitología vampírica de Europa del Este, y así Stoker encontró la inspiración para su protagonista”.

Se estima que Bram Stoker escribió Drácula durante siete años. En su prólogo a la hermosa edición ilustrada de Reino de Cordelia, Luis Alberto de Cuenca escribe que “el primer documento existente sobre el proceso creativo de Drácula es un apunte en una nota de un hotel de Filadelfia, fechado en 1890”, y que el autor “no escatimó esfuerzos en documentarse para la redacción de la novela: llevó un dietario de la acción para evitar imprecisiones cronológicas en su desarrollo a través de las cartas, diarios y telegramas que van articulando la narración”.

Quien no ha leído esta novela fragmentaria, epistolar, debe saber que el monstruo más famoso de la cultura occidental no es el narrador de la historia: las voces en la novela son de las víctimas de Drácula y de quienes desean acabar con él. Luis Alberto de Cuenca apunta que, para construir discursos verosímiles en el libro, Bram Stoker visitó “Whitby, el lugar donde atracaría en Inglaterra el carguero Deméter con el ataúd del vampiro, y tomó numerosos apuntes para perfilar a los personajes principales, que presentan en su caracterización individual una precisión psicológica admirable”.

Bram Stoker entregó el original de su novela a máquina, con correcciones y tachaduras a mano. El trabajo obsesivo y meticuloso del autor es perceptible en sus manuscritos —la edición de Reino de Cordelia tiene varias fotografías de ellos—. “Hasta el último borrador, escrito a máquina, estuvo pensando en el título, y aunque parecía decidido a que fuera El no muerto (The Un-Dead), alguien decidió en el instante final, antes de que la obra comenzase a imprimirse, titularla con el nombre del conde vampiro”, explica el escritor español Luis Alberto de Cuenca.

La obra maestra de Bram Stoker no solo es una novela gótica y un clásico de la literatura universal, Drácula también es responsable de plasmar la figura del vampiro en el imaginario colectivo. El vampiro “es desde hace más de cien años un personaje central de la cultura popular gracias al Drácula de Bram Stoker, que cuando se publicó, en 1897, le hablaba a la Inglaterra victoriana de la represión sexual, de la aristocracia explotadora, del autoritarismo del Imperio”, escribió Mariana Enríquez.

Se han creado innumerables productos culturales que descienden del protagonista de la novela. Desde conde Draco, conde Pátula, Buffy y Mona la vampira hasta Nosferatu, Blade y Laszlo Cravensworth; desde Crepúsculo y la estética de My Chemical Romance hasta Castlevania, Louis y todas las producciones audiovisuales que retoman o reelaboran su historia.

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Bram Stoker murió el 20 de abril de 1912. Tenía sesenta y cinco años. Nunca se supo con certeza cuál fue la verdadera causa de su muerte; hay quienes consideran que fue un derrame cerebral, mientras que, menciona Sanz Egea, el sobrino nieto del escritor, Daniel Farson, “dejó intuir en su libro The Man Who Wrote Dracula que realmente había muerto de sífilis”.

En “‘This unfortunate book’: Bram Stoker and the Edwardian publishing industry”, William Hughes menciona que un obituario anónimo publicado en The Times recordaba a Stoker como el autor de Personal Reminiscences of Henry Irving. En ese entonces se creía que Bram Stoker sería recordado como biógrafo, no como novelista.

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Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

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Tiempo de Lectura: 00 min

El creador de Drácula, uno de los monstruos más terribles que nos ha dado la literatura, tuvo una vida dichosa y satisfactoria. El contraste entre la biografía del autor y su novela es tal que muchos han querido inventarle a Bram Stoker una historia más oscura, sinuosa y esotérica.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

A diferencia de otros autores clásicos de la literatura de terror como Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft, el escritor Bram Stoker nunca ha despertado gran interés entre los lectores de su obra. No se ha creado una mitología en torno suyo ni ha inspirado la creación de un sinfín de productos culturales sobre su vida, lo que sí ha ocurrido con los escritores estadounidenses mencionados. Tal vez se deba a su biografía, pues como apunta Mariana Enríquez en “Una aurora de sangre” —prólogo al cuento “La casa del juez”—, Bram Stoker “tuvo una vida larga e intensa, llena de éxitos profesionales y dicha conyugal”. O quizá la razón sea que Drácula ensombreció a su autor —algo que ya menciona su biógrafo Harry Ludlam en A Biography of Dracula—. Y es que esto último es innegable: la figura de este vampiro está tan establecida en la cultura popular que cualquiera puede reconocerle sin haber escuchado nunca el nombre de Bram Stoker.

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Se sabe que Abraham Stoker nació el 8 de noviembre de 1847 en Clontarf, una zona al norte de la ciudad de Dublín, capital de Irlanda. Fue el tercero de siete hermanos en la familia de clase media de Charlotte Thornley y Abraham Stoker. Su padre trabajó como funcionario público, empleo que Bram también tendría en sus años universitarios mientras estudiaba en el Trinity College.

Durante su infancia, Bram Stoker se enfermó constantemente; algún padecimiento, no se sabe cuál, lo hizo pasar buena parte de sus primeros años de vida en cama, en “esta etapa fue su madre quien ejerció de tutora, enseñando al joven Bram a leer y escribir, así como las nociones básicas de latín, matemáticas y lengua”, apunta Antonio Sanz Egea en su prólogo a los Cuentos completos de Stoker publicados en Páginas de Espuma. Su madre también fue una primera fuente de influencias literarias ya que le leía a su hijo todo lo que tuviera que ver “con duendes, gnomos, trolls y otros seres que impregnan el imaginario irlandés”. En una edición de enero de 1896 del periódico The Constitution aparece una declaración en la que el escritor menciona que desde niño le llamaban “Bram” en lugar de Abraham, y de esa forma sería conocido durante toda su vida.

En 1864 el escritor entró al prestigioso Trinity College, en Dublín. “Es en esta época cuando tiene acceso a su famosa biblioteca, cuando lee las primeras novelas y cuentos de Wilkie Collins, Edgar Allan Poe o Sheridan Le Fanu y empieza a leer los poemas de Walt Whitman en una selección inglesa de 1868 de Hojas de hierba. Whitman se convertirá desde la distancia en uno de sus más fieles compañeros”, apunta Sanz Egea.

Dos años después de comenzar sus estudios universitarios, Bram Stoker obtuvo un puesto de funcionario en el Castillo de Dublín, sede del gobierno británico en Irlanda. A la par de ese empleo, se desempeñaría como auditor del Colegio de la Sociedad Histórica y como presidente de la Sociedad de Filosofía, ambas del Trinity College. En ese periodo también destacaría como atleta.

Mientras todavía era estudiante universitario, Bram Stoker empezó a aficionarse más al teatro, pasión que compartía con su madre y que no abandonaría nunca. En una de esas tantas visitas al teatro ocurriría uno de los sucesos trascendentales en la vida del escritor; Sanz Egea lo menciona en su prólogo: “una de las obras que pudo admirar en agosto de 1867 fue The Rivals, de Richard Brindsley Sheridan, interpretada en el Teatro Real de Dublín por una compañía londinense. El protagonista no era otro que John Henry Brodribb, cuyo nombre artístico sería Henry Irving”, uno de los actores más famosos de su tiempo y del que después se haría amigo y socio.

En los siguientes años, el autor de Drácula terminaría sus estudios y trabajaría no solo como funcionario, sino también como crítico teatral y redactor jefe del periódico The Irish Echo. En aquella época —septiembre de 1872 en la revista London Society: An Illustrated Magazine of Light and Amusing Literature for Hours of Relaxation— aparecería su primer cuento “The Crystal Cup”, una narración fragmentaria sobre un artista y un jarrón de cristal.

Quizá el año decisivo para Bram Stoker sería 1878. En los primeros meses conocería y se enamoraría de su futura esposa, la aspirante a actriz Florence Balcombe, y en diciembre se convertiría en asistente personal de Henry Irving y gerente del teatro Lyceum de Londres, trabajo que tendría durante veintiséis años. En este empleo, comenta Óscar Palmer en su prólogo a la edición de Drácula en Valdemar, no solo supervisaría “minuciosamente varios de los montajes teatrales más espectaculares de la escena británica, como Hamlet, El mercader de Venecia, Macbeth y un mastodóntico Fausto, sino que además se había encargado de organizar tres complejas, prolongadas y agotadoras giras por Norteamérica y Canadá”.

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Bram Stoker escribió diez novelas y dos nouvelles, todas publicadas en vida. Además de tres libros de cuentos: Under the sunset (El país bajo el ocaso), publicado en noviembre de 1881 y dedicado a su hijo Irving Noel Thornley Stoker, quien nació casi dos años antes, el 30 de diciembre de 1879; Snowbound: The Record of a Theatrical Touring Party (Atrapados en la nieve: crónica de una gira teatral), que apareció en 1908; y Dracula’s Guest and other Weird Stories (El invitado de Drácula y otros relatos inquietantes), que vio la luz en 1914 —dos años después de que el autor muriera— gracias a su viuda y albacea literaria Florence Balcombe.

Escribió también libros, que ahora entrarían en la categoría de no ficción, sobre sus viajes a Estados Unidos, sobre la vida de famosos impostores y estafadores y uno más sobre sus recuerdos con Henry Irving, cuya figura siempre lo opacó en vida; a esta última obra se le consideró uno de los libros del año (se publicó en 1896).

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Drácula se publicó en 1897. Sobre las posibles influencias, Antonio Sanz Egea menciona la lectura de Transylvanian Superstitions de Emily Gerald como posible inspiración inicial, y escribe que “en cuanto al trasfondo gótico y de terror, Drácula es un compendio de historias de fantasmas que recuerdan a las pantomimas infantiles que veía con sus padres en Dublín, a las lecturas de Carmilla de Sheridan Le Fanu o a El libro de los hombres lobo de Sabine Baring-Gould”.

Enríquez comparte la opinión sobre la inevitable influencia de la obra de Le Fanu, y agrega otra posible fuente: “En 1890 se dice que conoció al historiador húngaro Arminius Vambery: él le contó la historia de Vlad Tepes, príncipe de Valaquia e hijo del monarca Vlad Dracul, conocido como ‘el Empalador’ por el cruel método que usaba para torturar y asesinar a sus enemigos. La historia del brutal príncipe se unió a sus investigaciones sobre la mitología vampírica de Europa del Este, y así Stoker encontró la inspiración para su protagonista”.

Se estima que Bram Stoker escribió Drácula durante siete años. En su prólogo a la hermosa edición ilustrada de Reino de Cordelia, Luis Alberto de Cuenca escribe que “el primer documento existente sobre el proceso creativo de Drácula es un apunte en una nota de un hotel de Filadelfia, fechado en 1890”, y que el autor “no escatimó esfuerzos en documentarse para la redacción de la novela: llevó un dietario de la acción para evitar imprecisiones cronológicas en su desarrollo a través de las cartas, diarios y telegramas que van articulando la narración”.

Quien no ha leído esta novela fragmentaria, epistolar, debe saber que el monstruo más famoso de la cultura occidental no es el narrador de la historia: las voces en la novela son de las víctimas de Drácula y de quienes desean acabar con él. Luis Alberto de Cuenca apunta que, para construir discursos verosímiles en el libro, Bram Stoker visitó “Whitby, el lugar donde atracaría en Inglaterra el carguero Deméter con el ataúd del vampiro, y tomó numerosos apuntes para perfilar a los personajes principales, que presentan en su caracterización individual una precisión psicológica admirable”.

Bram Stoker entregó el original de su novela a máquina, con correcciones y tachaduras a mano. El trabajo obsesivo y meticuloso del autor es perceptible en sus manuscritos —la edición de Reino de Cordelia tiene varias fotografías de ellos—. “Hasta el último borrador, escrito a máquina, estuvo pensando en el título, y aunque parecía decidido a que fuera El no muerto (The Un-Dead), alguien decidió en el instante final, antes de que la obra comenzase a imprimirse, titularla con el nombre del conde vampiro”, explica el escritor español Luis Alberto de Cuenca.

La obra maestra de Bram Stoker no solo es una novela gótica y un clásico de la literatura universal, Drácula también es responsable de plasmar la figura del vampiro en el imaginario colectivo. El vampiro “es desde hace más de cien años un personaje central de la cultura popular gracias al Drácula de Bram Stoker, que cuando se publicó, en 1897, le hablaba a la Inglaterra victoriana de la represión sexual, de la aristocracia explotadora, del autoritarismo del Imperio”, escribió Mariana Enríquez.

Se han creado innumerables productos culturales que descienden del protagonista de la novela. Desde conde Draco, conde Pátula, Buffy y Mona la vampira hasta Nosferatu, Blade y Laszlo Cravensworth; desde Crepúsculo y la estética de My Chemical Romance hasta Castlevania, Louis y todas las producciones audiovisuales que retoman o reelaboran su historia.

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Bram Stoker murió el 20 de abril de 1912. Tenía sesenta y cinco años. Nunca se supo con certeza cuál fue la verdadera causa de su muerte; hay quienes consideran que fue un derrame cerebral, mientras que, menciona Sanz Egea, el sobrino nieto del escritor, Daniel Farson, “dejó intuir en su libro The Man Who Wrote Dracula que realmente había muerto de sífilis”.

En “‘This unfortunate book’: Bram Stoker and the Edwardian publishing industry”, William Hughes menciona que un obituario anónimo publicado en The Times recordaba a Stoker como el autor de Personal Reminiscences of Henry Irving. En ese entonces se creía que Bram Stoker sería recordado como biógrafo, no como novelista.

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Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Bram Stoker, 1906. Fotografía del dominio público.
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AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

El creador de Drácula, uno de los monstruos más terribles que nos ha dado la literatura, tuvo una vida dichosa y satisfactoria. El contraste entre la biografía del autor y su novela es tal que muchos han querido inventarle a Bram Stoker una historia más oscura, sinuosa y esotérica.

A diferencia de otros autores clásicos de la literatura de terror como Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft, el escritor Bram Stoker nunca ha despertado gran interés entre los lectores de su obra. No se ha creado una mitología en torno suyo ni ha inspirado la creación de un sinfín de productos culturales sobre su vida, lo que sí ha ocurrido con los escritores estadounidenses mencionados. Tal vez se deba a su biografía, pues como apunta Mariana Enríquez en “Una aurora de sangre” —prólogo al cuento “La casa del juez”—, Bram Stoker “tuvo una vida larga e intensa, llena de éxitos profesionales y dicha conyugal”. O quizá la razón sea que Drácula ensombreció a su autor —algo que ya menciona su biógrafo Harry Ludlam en A Biography of Dracula—. Y es que esto último es innegable: la figura de este vampiro está tan establecida en la cultura popular que cualquiera puede reconocerle sin haber escuchado nunca el nombre de Bram Stoker.

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Se sabe que Abraham Stoker nació el 8 de noviembre de 1847 en Clontarf, una zona al norte de la ciudad de Dublín, capital de Irlanda. Fue el tercero de siete hermanos en la familia de clase media de Charlotte Thornley y Abraham Stoker. Su padre trabajó como funcionario público, empleo que Bram también tendría en sus años universitarios mientras estudiaba en el Trinity College.

Durante su infancia, Bram Stoker se enfermó constantemente; algún padecimiento, no se sabe cuál, lo hizo pasar buena parte de sus primeros años de vida en cama, en “esta etapa fue su madre quien ejerció de tutora, enseñando al joven Bram a leer y escribir, así como las nociones básicas de latín, matemáticas y lengua”, apunta Antonio Sanz Egea en su prólogo a los Cuentos completos de Stoker publicados en Páginas de Espuma. Su madre también fue una primera fuente de influencias literarias ya que le leía a su hijo todo lo que tuviera que ver “con duendes, gnomos, trolls y otros seres que impregnan el imaginario irlandés”. En una edición de enero de 1896 del periódico The Constitution aparece una declaración en la que el escritor menciona que desde niño le llamaban “Bram” en lugar de Abraham, y de esa forma sería conocido durante toda su vida.

En 1864 el escritor entró al prestigioso Trinity College, en Dublín. “Es en esta época cuando tiene acceso a su famosa biblioteca, cuando lee las primeras novelas y cuentos de Wilkie Collins, Edgar Allan Poe o Sheridan Le Fanu y empieza a leer los poemas de Walt Whitman en una selección inglesa de 1868 de Hojas de hierba. Whitman se convertirá desde la distancia en uno de sus más fieles compañeros”, apunta Sanz Egea.

Dos años después de comenzar sus estudios universitarios, Bram Stoker obtuvo un puesto de funcionario en el Castillo de Dublín, sede del gobierno británico en Irlanda. A la par de ese empleo, se desempeñaría como auditor del Colegio de la Sociedad Histórica y como presidente de la Sociedad de Filosofía, ambas del Trinity College. En ese periodo también destacaría como atleta.

Mientras todavía era estudiante universitario, Bram Stoker empezó a aficionarse más al teatro, pasión que compartía con su madre y que no abandonaría nunca. En una de esas tantas visitas al teatro ocurriría uno de los sucesos trascendentales en la vida del escritor; Sanz Egea lo menciona en su prólogo: “una de las obras que pudo admirar en agosto de 1867 fue The Rivals, de Richard Brindsley Sheridan, interpretada en el Teatro Real de Dublín por una compañía londinense. El protagonista no era otro que John Henry Brodribb, cuyo nombre artístico sería Henry Irving”, uno de los actores más famosos de su tiempo y del que después se haría amigo y socio.

En los siguientes años, el autor de Drácula terminaría sus estudios y trabajaría no solo como funcionario, sino también como crítico teatral y redactor jefe del periódico The Irish Echo. En aquella época —septiembre de 1872 en la revista London Society: An Illustrated Magazine of Light and Amusing Literature for Hours of Relaxation— aparecería su primer cuento “The Crystal Cup”, una narración fragmentaria sobre un artista y un jarrón de cristal.

Quizá el año decisivo para Bram Stoker sería 1878. En los primeros meses conocería y se enamoraría de su futura esposa, la aspirante a actriz Florence Balcombe, y en diciembre se convertiría en asistente personal de Henry Irving y gerente del teatro Lyceum de Londres, trabajo que tendría durante veintiséis años. En este empleo, comenta Óscar Palmer en su prólogo a la edición de Drácula en Valdemar, no solo supervisaría “minuciosamente varios de los montajes teatrales más espectaculares de la escena británica, como Hamlet, El mercader de Venecia, Macbeth y un mastodóntico Fausto, sino que además se había encargado de organizar tres complejas, prolongadas y agotadoras giras por Norteamérica y Canadá”.

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Bram Stoker escribió diez novelas y dos nouvelles, todas publicadas en vida. Además de tres libros de cuentos: Under the sunset (El país bajo el ocaso), publicado en noviembre de 1881 y dedicado a su hijo Irving Noel Thornley Stoker, quien nació casi dos años antes, el 30 de diciembre de 1879; Snowbound: The Record of a Theatrical Touring Party (Atrapados en la nieve: crónica de una gira teatral), que apareció en 1908; y Dracula’s Guest and other Weird Stories (El invitado de Drácula y otros relatos inquietantes), que vio la luz en 1914 —dos años después de que el autor muriera— gracias a su viuda y albacea literaria Florence Balcombe.

Escribió también libros, que ahora entrarían en la categoría de no ficción, sobre sus viajes a Estados Unidos, sobre la vida de famosos impostores y estafadores y uno más sobre sus recuerdos con Henry Irving, cuya figura siempre lo opacó en vida; a esta última obra se le consideró uno de los libros del año (se publicó en 1896).

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Drácula se publicó en 1897. Sobre las posibles influencias, Antonio Sanz Egea menciona la lectura de Transylvanian Superstitions de Emily Gerald como posible inspiración inicial, y escribe que “en cuanto al trasfondo gótico y de terror, Drácula es un compendio de historias de fantasmas que recuerdan a las pantomimas infantiles que veía con sus padres en Dublín, a las lecturas de Carmilla de Sheridan Le Fanu o a El libro de los hombres lobo de Sabine Baring-Gould”.

Enríquez comparte la opinión sobre la inevitable influencia de la obra de Le Fanu, y agrega otra posible fuente: “En 1890 se dice que conoció al historiador húngaro Arminius Vambery: él le contó la historia de Vlad Tepes, príncipe de Valaquia e hijo del monarca Vlad Dracul, conocido como ‘el Empalador’ por el cruel método que usaba para torturar y asesinar a sus enemigos. La historia del brutal príncipe se unió a sus investigaciones sobre la mitología vampírica de Europa del Este, y así Stoker encontró la inspiración para su protagonista”.

Se estima que Bram Stoker escribió Drácula durante siete años. En su prólogo a la hermosa edición ilustrada de Reino de Cordelia, Luis Alberto de Cuenca escribe que “el primer documento existente sobre el proceso creativo de Drácula es un apunte en una nota de un hotel de Filadelfia, fechado en 1890”, y que el autor “no escatimó esfuerzos en documentarse para la redacción de la novela: llevó un dietario de la acción para evitar imprecisiones cronológicas en su desarrollo a través de las cartas, diarios y telegramas que van articulando la narración”.

Quien no ha leído esta novela fragmentaria, epistolar, debe saber que el monstruo más famoso de la cultura occidental no es el narrador de la historia: las voces en la novela son de las víctimas de Drácula y de quienes desean acabar con él. Luis Alberto de Cuenca apunta que, para construir discursos verosímiles en el libro, Bram Stoker visitó “Whitby, el lugar donde atracaría en Inglaterra el carguero Deméter con el ataúd del vampiro, y tomó numerosos apuntes para perfilar a los personajes principales, que presentan en su caracterización individual una precisión psicológica admirable”.

Bram Stoker entregó el original de su novela a máquina, con correcciones y tachaduras a mano. El trabajo obsesivo y meticuloso del autor es perceptible en sus manuscritos —la edición de Reino de Cordelia tiene varias fotografías de ellos—. “Hasta el último borrador, escrito a máquina, estuvo pensando en el título, y aunque parecía decidido a que fuera El no muerto (The Un-Dead), alguien decidió en el instante final, antes de que la obra comenzase a imprimirse, titularla con el nombre del conde vampiro”, explica el escritor español Luis Alberto de Cuenca.

La obra maestra de Bram Stoker no solo es una novela gótica y un clásico de la literatura universal, Drácula también es responsable de plasmar la figura del vampiro en el imaginario colectivo. El vampiro “es desde hace más de cien años un personaje central de la cultura popular gracias al Drácula de Bram Stoker, que cuando se publicó, en 1897, le hablaba a la Inglaterra victoriana de la represión sexual, de la aristocracia explotadora, del autoritarismo del Imperio”, escribió Mariana Enríquez.

Se han creado innumerables productos culturales que descienden del protagonista de la novela. Desde conde Draco, conde Pátula, Buffy y Mona la vampira hasta Nosferatu, Blade y Laszlo Cravensworth; desde Crepúsculo y la estética de My Chemical Romance hasta Castlevania, Louis y todas las producciones audiovisuales que retoman o reelaboran su historia.

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Bram Stoker murió el 20 de abril de 1912. Tenía sesenta y cinco años. Nunca se supo con certeza cuál fue la verdadera causa de su muerte; hay quienes consideran que fue un derrame cerebral, mientras que, menciona Sanz Egea, el sobrino nieto del escritor, Daniel Farson, “dejó intuir en su libro The Man Who Wrote Dracula que realmente había muerto de sífilis”.

En “‘This unfortunate book’: Bram Stoker and the Edwardian publishing industry”, William Hughes menciona que un obituario anónimo publicado en The Times recordaba a Stoker como el autor de Personal Reminiscences of Henry Irving. En ese entonces se creía que Bram Stoker sería recordado como biógrafo, no como novelista.

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Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

Texto de
Fotografía de
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Tiempo de Lectura: 00 min

El creador de Drácula, uno de los monstruos más terribles que nos ha dado la literatura, tuvo una vida dichosa y satisfactoria. El contraste entre la biografía del autor y su novela es tal que muchos han querido inventarle a Bram Stoker una historia más oscura, sinuosa y esotérica.

A diferencia de otros autores clásicos de la literatura de terror como Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft, el escritor Bram Stoker nunca ha despertado gran interés entre los lectores de su obra. No se ha creado una mitología en torno suyo ni ha inspirado la creación de un sinfín de productos culturales sobre su vida, lo que sí ha ocurrido con los escritores estadounidenses mencionados. Tal vez se deba a su biografía, pues como apunta Mariana Enríquez en “Una aurora de sangre” —prólogo al cuento “La casa del juez”—, Bram Stoker “tuvo una vida larga e intensa, llena de éxitos profesionales y dicha conyugal”. O quizá la razón sea que Drácula ensombreció a su autor —algo que ya menciona su biógrafo Harry Ludlam en A Biography of Dracula—. Y es que esto último es innegable: la figura de este vampiro está tan establecida en la cultura popular que cualquiera puede reconocerle sin haber escuchado nunca el nombre de Bram Stoker.

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Se sabe que Abraham Stoker nació el 8 de noviembre de 1847 en Clontarf, una zona al norte de la ciudad de Dublín, capital de Irlanda. Fue el tercero de siete hermanos en la familia de clase media de Charlotte Thornley y Abraham Stoker. Su padre trabajó como funcionario público, empleo que Bram también tendría en sus años universitarios mientras estudiaba en el Trinity College.

Durante su infancia, Bram Stoker se enfermó constantemente; algún padecimiento, no se sabe cuál, lo hizo pasar buena parte de sus primeros años de vida en cama, en “esta etapa fue su madre quien ejerció de tutora, enseñando al joven Bram a leer y escribir, así como las nociones básicas de latín, matemáticas y lengua”, apunta Antonio Sanz Egea en su prólogo a los Cuentos completos de Stoker publicados en Páginas de Espuma. Su madre también fue una primera fuente de influencias literarias ya que le leía a su hijo todo lo que tuviera que ver “con duendes, gnomos, trolls y otros seres que impregnan el imaginario irlandés”. En una edición de enero de 1896 del periódico The Constitution aparece una declaración en la que el escritor menciona que desde niño le llamaban “Bram” en lugar de Abraham, y de esa forma sería conocido durante toda su vida.

En 1864 el escritor entró al prestigioso Trinity College, en Dublín. “Es en esta época cuando tiene acceso a su famosa biblioteca, cuando lee las primeras novelas y cuentos de Wilkie Collins, Edgar Allan Poe o Sheridan Le Fanu y empieza a leer los poemas de Walt Whitman en una selección inglesa de 1868 de Hojas de hierba. Whitman se convertirá desde la distancia en uno de sus más fieles compañeros”, apunta Sanz Egea.

Dos años después de comenzar sus estudios universitarios, Bram Stoker obtuvo un puesto de funcionario en el Castillo de Dublín, sede del gobierno británico en Irlanda. A la par de ese empleo, se desempeñaría como auditor del Colegio de la Sociedad Histórica y como presidente de la Sociedad de Filosofía, ambas del Trinity College. En ese periodo también destacaría como atleta.

Mientras todavía era estudiante universitario, Bram Stoker empezó a aficionarse más al teatro, pasión que compartía con su madre y que no abandonaría nunca. En una de esas tantas visitas al teatro ocurriría uno de los sucesos trascendentales en la vida del escritor; Sanz Egea lo menciona en su prólogo: “una de las obras que pudo admirar en agosto de 1867 fue The Rivals, de Richard Brindsley Sheridan, interpretada en el Teatro Real de Dublín por una compañía londinense. El protagonista no era otro que John Henry Brodribb, cuyo nombre artístico sería Henry Irving”, uno de los actores más famosos de su tiempo y del que después se haría amigo y socio.

En los siguientes años, el autor de Drácula terminaría sus estudios y trabajaría no solo como funcionario, sino también como crítico teatral y redactor jefe del periódico The Irish Echo. En aquella época —septiembre de 1872 en la revista London Society: An Illustrated Magazine of Light and Amusing Literature for Hours of Relaxation— aparecería su primer cuento “The Crystal Cup”, una narración fragmentaria sobre un artista y un jarrón de cristal.

Quizá el año decisivo para Bram Stoker sería 1878. En los primeros meses conocería y se enamoraría de su futura esposa, la aspirante a actriz Florence Balcombe, y en diciembre se convertiría en asistente personal de Henry Irving y gerente del teatro Lyceum de Londres, trabajo que tendría durante veintiséis años. En este empleo, comenta Óscar Palmer en su prólogo a la edición de Drácula en Valdemar, no solo supervisaría “minuciosamente varios de los montajes teatrales más espectaculares de la escena británica, como Hamlet, El mercader de Venecia, Macbeth y un mastodóntico Fausto, sino que además se había encargado de organizar tres complejas, prolongadas y agotadoras giras por Norteamérica y Canadá”.

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Bram Stoker escribió diez novelas y dos nouvelles, todas publicadas en vida. Además de tres libros de cuentos: Under the sunset (El país bajo el ocaso), publicado en noviembre de 1881 y dedicado a su hijo Irving Noel Thornley Stoker, quien nació casi dos años antes, el 30 de diciembre de 1879; Snowbound: The Record of a Theatrical Touring Party (Atrapados en la nieve: crónica de una gira teatral), que apareció en 1908; y Dracula’s Guest and other Weird Stories (El invitado de Drácula y otros relatos inquietantes), que vio la luz en 1914 —dos años después de que el autor muriera— gracias a su viuda y albacea literaria Florence Balcombe.

Escribió también libros, que ahora entrarían en la categoría de no ficción, sobre sus viajes a Estados Unidos, sobre la vida de famosos impostores y estafadores y uno más sobre sus recuerdos con Henry Irving, cuya figura siempre lo opacó en vida; a esta última obra se le consideró uno de los libros del año (se publicó en 1896).

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Drácula se publicó en 1897. Sobre las posibles influencias, Antonio Sanz Egea menciona la lectura de Transylvanian Superstitions de Emily Gerald como posible inspiración inicial, y escribe que “en cuanto al trasfondo gótico y de terror, Drácula es un compendio de historias de fantasmas que recuerdan a las pantomimas infantiles que veía con sus padres en Dublín, a las lecturas de Carmilla de Sheridan Le Fanu o a El libro de los hombres lobo de Sabine Baring-Gould”.

Enríquez comparte la opinión sobre la inevitable influencia de la obra de Le Fanu, y agrega otra posible fuente: “En 1890 se dice que conoció al historiador húngaro Arminius Vambery: él le contó la historia de Vlad Tepes, príncipe de Valaquia e hijo del monarca Vlad Dracul, conocido como ‘el Empalador’ por el cruel método que usaba para torturar y asesinar a sus enemigos. La historia del brutal príncipe se unió a sus investigaciones sobre la mitología vampírica de Europa del Este, y así Stoker encontró la inspiración para su protagonista”.

Se estima que Bram Stoker escribió Drácula durante siete años. En su prólogo a la hermosa edición ilustrada de Reino de Cordelia, Luis Alberto de Cuenca escribe que “el primer documento existente sobre el proceso creativo de Drácula es un apunte en una nota de un hotel de Filadelfia, fechado en 1890”, y que el autor “no escatimó esfuerzos en documentarse para la redacción de la novela: llevó un dietario de la acción para evitar imprecisiones cronológicas en su desarrollo a través de las cartas, diarios y telegramas que van articulando la narración”.

Quien no ha leído esta novela fragmentaria, epistolar, debe saber que el monstruo más famoso de la cultura occidental no es el narrador de la historia: las voces en la novela son de las víctimas de Drácula y de quienes desean acabar con él. Luis Alberto de Cuenca apunta que, para construir discursos verosímiles en el libro, Bram Stoker visitó “Whitby, el lugar donde atracaría en Inglaterra el carguero Deméter con el ataúd del vampiro, y tomó numerosos apuntes para perfilar a los personajes principales, que presentan en su caracterización individual una precisión psicológica admirable”.

Bram Stoker entregó el original de su novela a máquina, con correcciones y tachaduras a mano. El trabajo obsesivo y meticuloso del autor es perceptible en sus manuscritos —la edición de Reino de Cordelia tiene varias fotografías de ellos—. “Hasta el último borrador, escrito a máquina, estuvo pensando en el título, y aunque parecía decidido a que fuera El no muerto (The Un-Dead), alguien decidió en el instante final, antes de que la obra comenzase a imprimirse, titularla con el nombre del conde vampiro”, explica el escritor español Luis Alberto de Cuenca.

La obra maestra de Bram Stoker no solo es una novela gótica y un clásico de la literatura universal, Drácula también es responsable de plasmar la figura del vampiro en el imaginario colectivo. El vampiro “es desde hace más de cien años un personaje central de la cultura popular gracias al Drácula de Bram Stoker, que cuando se publicó, en 1897, le hablaba a la Inglaterra victoriana de la represión sexual, de la aristocracia explotadora, del autoritarismo del Imperio”, escribió Mariana Enríquez.

Se han creado innumerables productos culturales que descienden del protagonista de la novela. Desde conde Draco, conde Pátula, Buffy y Mona la vampira hasta Nosferatu, Blade y Laszlo Cravensworth; desde Crepúsculo y la estética de My Chemical Romance hasta Castlevania, Louis y todas las producciones audiovisuales que retoman o reelaboran su historia.

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Bram Stoker murió el 20 de abril de 1912. Tenía sesenta y cinco años. Nunca se supo con certeza cuál fue la verdadera causa de su muerte; hay quienes consideran que fue un derrame cerebral, mientras que, menciona Sanz Egea, el sobrino nieto del escritor, Daniel Farson, “dejó intuir en su libro The Man Who Wrote Dracula que realmente había muerto de sífilis”.

En “‘This unfortunate book’: Bram Stoker and the Edwardian publishing industry”, William Hughes menciona que un obituario anónimo publicado en The Times recordaba a Stoker como el autor de Personal Reminiscences of Henry Irving. En ese entonces se creía que Bram Stoker sería recordado como biógrafo, no como novelista.

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Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Bram Stoker, 1906. Fotografía del dominio público.
26
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23
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

El creador de Drácula, uno de los monstruos más terribles que nos ha dado la literatura, tuvo una vida dichosa y satisfactoria. El contraste entre la biografía del autor y su novela es tal que muchos han querido inventarle a Bram Stoker una historia más oscura, sinuosa y esotérica.

A diferencia de otros autores clásicos de la literatura de terror como Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft, el escritor Bram Stoker nunca ha despertado gran interés entre los lectores de su obra. No se ha creado una mitología en torno suyo ni ha inspirado la creación de un sinfín de productos culturales sobre su vida, lo que sí ha ocurrido con los escritores estadounidenses mencionados. Tal vez se deba a su biografía, pues como apunta Mariana Enríquez en “Una aurora de sangre” —prólogo al cuento “La casa del juez”—, Bram Stoker “tuvo una vida larga e intensa, llena de éxitos profesionales y dicha conyugal”. O quizá la razón sea que Drácula ensombreció a su autor —algo que ya menciona su biógrafo Harry Ludlam en A Biography of Dracula—. Y es que esto último es innegable: la figura de este vampiro está tan establecida en la cultura popular que cualquiera puede reconocerle sin haber escuchado nunca el nombre de Bram Stoker.

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Se sabe que Abraham Stoker nació el 8 de noviembre de 1847 en Clontarf, una zona al norte de la ciudad de Dublín, capital de Irlanda. Fue el tercero de siete hermanos en la familia de clase media de Charlotte Thornley y Abraham Stoker. Su padre trabajó como funcionario público, empleo que Bram también tendría en sus años universitarios mientras estudiaba en el Trinity College.

Durante su infancia, Bram Stoker se enfermó constantemente; algún padecimiento, no se sabe cuál, lo hizo pasar buena parte de sus primeros años de vida en cama, en “esta etapa fue su madre quien ejerció de tutora, enseñando al joven Bram a leer y escribir, así como las nociones básicas de latín, matemáticas y lengua”, apunta Antonio Sanz Egea en su prólogo a los Cuentos completos de Stoker publicados en Páginas de Espuma. Su madre también fue una primera fuente de influencias literarias ya que le leía a su hijo todo lo que tuviera que ver “con duendes, gnomos, trolls y otros seres que impregnan el imaginario irlandés”. En una edición de enero de 1896 del periódico The Constitution aparece una declaración en la que el escritor menciona que desde niño le llamaban “Bram” en lugar de Abraham, y de esa forma sería conocido durante toda su vida.

En 1864 el escritor entró al prestigioso Trinity College, en Dublín. “Es en esta época cuando tiene acceso a su famosa biblioteca, cuando lee las primeras novelas y cuentos de Wilkie Collins, Edgar Allan Poe o Sheridan Le Fanu y empieza a leer los poemas de Walt Whitman en una selección inglesa de 1868 de Hojas de hierba. Whitman se convertirá desde la distancia en uno de sus más fieles compañeros”, apunta Sanz Egea.

Dos años después de comenzar sus estudios universitarios, Bram Stoker obtuvo un puesto de funcionario en el Castillo de Dublín, sede del gobierno británico en Irlanda. A la par de ese empleo, se desempeñaría como auditor del Colegio de la Sociedad Histórica y como presidente de la Sociedad de Filosofía, ambas del Trinity College. En ese periodo también destacaría como atleta.

Mientras todavía era estudiante universitario, Bram Stoker empezó a aficionarse más al teatro, pasión que compartía con su madre y que no abandonaría nunca. En una de esas tantas visitas al teatro ocurriría uno de los sucesos trascendentales en la vida del escritor; Sanz Egea lo menciona en su prólogo: “una de las obras que pudo admirar en agosto de 1867 fue The Rivals, de Richard Brindsley Sheridan, interpretada en el Teatro Real de Dublín por una compañía londinense. El protagonista no era otro que John Henry Brodribb, cuyo nombre artístico sería Henry Irving”, uno de los actores más famosos de su tiempo y del que después se haría amigo y socio.

En los siguientes años, el autor de Drácula terminaría sus estudios y trabajaría no solo como funcionario, sino también como crítico teatral y redactor jefe del periódico The Irish Echo. En aquella época —septiembre de 1872 en la revista London Society: An Illustrated Magazine of Light and Amusing Literature for Hours of Relaxation— aparecería su primer cuento “The Crystal Cup”, una narración fragmentaria sobre un artista y un jarrón de cristal.

Quizá el año decisivo para Bram Stoker sería 1878. En los primeros meses conocería y se enamoraría de su futura esposa, la aspirante a actriz Florence Balcombe, y en diciembre se convertiría en asistente personal de Henry Irving y gerente del teatro Lyceum de Londres, trabajo que tendría durante veintiséis años. En este empleo, comenta Óscar Palmer en su prólogo a la edición de Drácula en Valdemar, no solo supervisaría “minuciosamente varios de los montajes teatrales más espectaculares de la escena británica, como Hamlet, El mercader de Venecia, Macbeth y un mastodóntico Fausto, sino que además se había encargado de organizar tres complejas, prolongadas y agotadoras giras por Norteamérica y Canadá”.

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Bram Stoker escribió diez novelas y dos nouvelles, todas publicadas en vida. Además de tres libros de cuentos: Under the sunset (El país bajo el ocaso), publicado en noviembre de 1881 y dedicado a su hijo Irving Noel Thornley Stoker, quien nació casi dos años antes, el 30 de diciembre de 1879; Snowbound: The Record of a Theatrical Touring Party (Atrapados en la nieve: crónica de una gira teatral), que apareció en 1908; y Dracula’s Guest and other Weird Stories (El invitado de Drácula y otros relatos inquietantes), que vio la luz en 1914 —dos años después de que el autor muriera— gracias a su viuda y albacea literaria Florence Balcombe.

Escribió también libros, que ahora entrarían en la categoría de no ficción, sobre sus viajes a Estados Unidos, sobre la vida de famosos impostores y estafadores y uno más sobre sus recuerdos con Henry Irving, cuya figura siempre lo opacó en vida; a esta última obra se le consideró uno de los libros del año (se publicó en 1896).

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Drácula se publicó en 1897. Sobre las posibles influencias, Antonio Sanz Egea menciona la lectura de Transylvanian Superstitions de Emily Gerald como posible inspiración inicial, y escribe que “en cuanto al trasfondo gótico y de terror, Drácula es un compendio de historias de fantasmas que recuerdan a las pantomimas infantiles que veía con sus padres en Dublín, a las lecturas de Carmilla de Sheridan Le Fanu o a El libro de los hombres lobo de Sabine Baring-Gould”.

Enríquez comparte la opinión sobre la inevitable influencia de la obra de Le Fanu, y agrega otra posible fuente: “En 1890 se dice que conoció al historiador húngaro Arminius Vambery: él le contó la historia de Vlad Tepes, príncipe de Valaquia e hijo del monarca Vlad Dracul, conocido como ‘el Empalador’ por el cruel método que usaba para torturar y asesinar a sus enemigos. La historia del brutal príncipe se unió a sus investigaciones sobre la mitología vampírica de Europa del Este, y así Stoker encontró la inspiración para su protagonista”.

Se estima que Bram Stoker escribió Drácula durante siete años. En su prólogo a la hermosa edición ilustrada de Reino de Cordelia, Luis Alberto de Cuenca escribe que “el primer documento existente sobre el proceso creativo de Drácula es un apunte en una nota de un hotel de Filadelfia, fechado en 1890”, y que el autor “no escatimó esfuerzos en documentarse para la redacción de la novela: llevó un dietario de la acción para evitar imprecisiones cronológicas en su desarrollo a través de las cartas, diarios y telegramas que van articulando la narración”.

Quien no ha leído esta novela fragmentaria, epistolar, debe saber que el monstruo más famoso de la cultura occidental no es el narrador de la historia: las voces en la novela son de las víctimas de Drácula y de quienes desean acabar con él. Luis Alberto de Cuenca apunta que, para construir discursos verosímiles en el libro, Bram Stoker visitó “Whitby, el lugar donde atracaría en Inglaterra el carguero Deméter con el ataúd del vampiro, y tomó numerosos apuntes para perfilar a los personajes principales, que presentan en su caracterización individual una precisión psicológica admirable”.

Bram Stoker entregó el original de su novela a máquina, con correcciones y tachaduras a mano. El trabajo obsesivo y meticuloso del autor es perceptible en sus manuscritos —la edición de Reino de Cordelia tiene varias fotografías de ellos—. “Hasta el último borrador, escrito a máquina, estuvo pensando en el título, y aunque parecía decidido a que fuera El no muerto (The Un-Dead), alguien decidió en el instante final, antes de que la obra comenzase a imprimirse, titularla con el nombre del conde vampiro”, explica el escritor español Luis Alberto de Cuenca.

La obra maestra de Bram Stoker no solo es una novela gótica y un clásico de la literatura universal, Drácula también es responsable de plasmar la figura del vampiro en el imaginario colectivo. El vampiro “es desde hace más de cien años un personaje central de la cultura popular gracias al Drácula de Bram Stoker, que cuando se publicó, en 1897, le hablaba a la Inglaterra victoriana de la represión sexual, de la aristocracia explotadora, del autoritarismo del Imperio”, escribió Mariana Enríquez.

Se han creado innumerables productos culturales que descienden del protagonista de la novela. Desde conde Draco, conde Pátula, Buffy y Mona la vampira hasta Nosferatu, Blade y Laszlo Cravensworth; desde Crepúsculo y la estética de My Chemical Romance hasta Castlevania, Louis y todas las producciones audiovisuales que retoman o reelaboran su historia.

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Bram Stoker murió el 20 de abril de 1912. Tenía sesenta y cinco años. Nunca se supo con certeza cuál fue la verdadera causa de su muerte; hay quienes consideran que fue un derrame cerebral, mientras que, menciona Sanz Egea, el sobrino nieto del escritor, Daniel Farson, “dejó intuir en su libro The Man Who Wrote Dracula que realmente había muerto de sífilis”.

En “‘This unfortunate book’: Bram Stoker and the Edwardian publishing industry”, William Hughes menciona que un obituario anónimo publicado en The Times recordaba a Stoker como el autor de Personal Reminiscences of Henry Irving. En ese entonces se creía que Bram Stoker sería recordado como biógrafo, no como novelista.

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Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

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23
2023
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Realización de
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El creador de Drácula, uno de los monstruos más terribles que nos ha dado la literatura, tuvo una vida dichosa y satisfactoria. El contraste entre la biografía del autor y su novela es tal que muchos han querido inventarle a Bram Stoker una historia más oscura, sinuosa y esotérica.

A diferencia de otros autores clásicos de la literatura de terror como Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft, el escritor Bram Stoker nunca ha despertado gran interés entre los lectores de su obra. No se ha creado una mitología en torno suyo ni ha inspirado la creación de un sinfín de productos culturales sobre su vida, lo que sí ha ocurrido con los escritores estadounidenses mencionados. Tal vez se deba a su biografía, pues como apunta Mariana Enríquez en “Una aurora de sangre” —prólogo al cuento “La casa del juez”—, Bram Stoker “tuvo una vida larga e intensa, llena de éxitos profesionales y dicha conyugal”. O quizá la razón sea que Drácula ensombreció a su autor —algo que ya menciona su biógrafo Harry Ludlam en A Biography of Dracula—. Y es que esto último es innegable: la figura de este vampiro está tan establecida en la cultura popular que cualquiera puede reconocerle sin haber escuchado nunca el nombre de Bram Stoker.

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Se sabe que Abraham Stoker nació el 8 de noviembre de 1847 en Clontarf, una zona al norte de la ciudad de Dublín, capital de Irlanda. Fue el tercero de siete hermanos en la familia de clase media de Charlotte Thornley y Abraham Stoker. Su padre trabajó como funcionario público, empleo que Bram también tendría en sus años universitarios mientras estudiaba en el Trinity College.

Durante su infancia, Bram Stoker se enfermó constantemente; algún padecimiento, no se sabe cuál, lo hizo pasar buena parte de sus primeros años de vida en cama, en “esta etapa fue su madre quien ejerció de tutora, enseñando al joven Bram a leer y escribir, así como las nociones básicas de latín, matemáticas y lengua”, apunta Antonio Sanz Egea en su prólogo a los Cuentos completos de Stoker publicados en Páginas de Espuma. Su madre también fue una primera fuente de influencias literarias ya que le leía a su hijo todo lo que tuviera que ver “con duendes, gnomos, trolls y otros seres que impregnan el imaginario irlandés”. En una edición de enero de 1896 del periódico The Constitution aparece una declaración en la que el escritor menciona que desde niño le llamaban “Bram” en lugar de Abraham, y de esa forma sería conocido durante toda su vida.

En 1864 el escritor entró al prestigioso Trinity College, en Dublín. “Es en esta época cuando tiene acceso a su famosa biblioteca, cuando lee las primeras novelas y cuentos de Wilkie Collins, Edgar Allan Poe o Sheridan Le Fanu y empieza a leer los poemas de Walt Whitman en una selección inglesa de 1868 de Hojas de hierba. Whitman se convertirá desde la distancia en uno de sus más fieles compañeros”, apunta Sanz Egea.

Dos años después de comenzar sus estudios universitarios, Bram Stoker obtuvo un puesto de funcionario en el Castillo de Dublín, sede del gobierno británico en Irlanda. A la par de ese empleo, se desempeñaría como auditor del Colegio de la Sociedad Histórica y como presidente de la Sociedad de Filosofía, ambas del Trinity College. En ese periodo también destacaría como atleta.

Mientras todavía era estudiante universitario, Bram Stoker empezó a aficionarse más al teatro, pasión que compartía con su madre y que no abandonaría nunca. En una de esas tantas visitas al teatro ocurriría uno de los sucesos trascendentales en la vida del escritor; Sanz Egea lo menciona en su prólogo: “una de las obras que pudo admirar en agosto de 1867 fue The Rivals, de Richard Brindsley Sheridan, interpretada en el Teatro Real de Dublín por una compañía londinense. El protagonista no era otro que John Henry Brodribb, cuyo nombre artístico sería Henry Irving”, uno de los actores más famosos de su tiempo y del que después se haría amigo y socio.

En los siguientes años, el autor de Drácula terminaría sus estudios y trabajaría no solo como funcionario, sino también como crítico teatral y redactor jefe del periódico The Irish Echo. En aquella época —septiembre de 1872 en la revista London Society: An Illustrated Magazine of Light and Amusing Literature for Hours of Relaxation— aparecería su primer cuento “The Crystal Cup”, una narración fragmentaria sobre un artista y un jarrón de cristal.

Quizá el año decisivo para Bram Stoker sería 1878. En los primeros meses conocería y se enamoraría de su futura esposa, la aspirante a actriz Florence Balcombe, y en diciembre se convertiría en asistente personal de Henry Irving y gerente del teatro Lyceum de Londres, trabajo que tendría durante veintiséis años. En este empleo, comenta Óscar Palmer en su prólogo a la edición de Drácula en Valdemar, no solo supervisaría “minuciosamente varios de los montajes teatrales más espectaculares de la escena británica, como Hamlet, El mercader de Venecia, Macbeth y un mastodóntico Fausto, sino que además se había encargado de organizar tres complejas, prolongadas y agotadoras giras por Norteamérica y Canadá”.

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Bram Stoker escribió diez novelas y dos nouvelles, todas publicadas en vida. Además de tres libros de cuentos: Under the sunset (El país bajo el ocaso), publicado en noviembre de 1881 y dedicado a su hijo Irving Noel Thornley Stoker, quien nació casi dos años antes, el 30 de diciembre de 1879; Snowbound: The Record of a Theatrical Touring Party (Atrapados en la nieve: crónica de una gira teatral), que apareció en 1908; y Dracula’s Guest and other Weird Stories (El invitado de Drácula y otros relatos inquietantes), que vio la luz en 1914 —dos años después de que el autor muriera— gracias a su viuda y albacea literaria Florence Balcombe.

Escribió también libros, que ahora entrarían en la categoría de no ficción, sobre sus viajes a Estados Unidos, sobre la vida de famosos impostores y estafadores y uno más sobre sus recuerdos con Henry Irving, cuya figura siempre lo opacó en vida; a esta última obra se le consideró uno de los libros del año (se publicó en 1896).

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Drácula se publicó en 1897. Sobre las posibles influencias, Antonio Sanz Egea menciona la lectura de Transylvanian Superstitions de Emily Gerald como posible inspiración inicial, y escribe que “en cuanto al trasfondo gótico y de terror, Drácula es un compendio de historias de fantasmas que recuerdan a las pantomimas infantiles que veía con sus padres en Dublín, a las lecturas de Carmilla de Sheridan Le Fanu o a El libro de los hombres lobo de Sabine Baring-Gould”.

Enríquez comparte la opinión sobre la inevitable influencia de la obra de Le Fanu, y agrega otra posible fuente: “En 1890 se dice que conoció al historiador húngaro Arminius Vambery: él le contó la historia de Vlad Tepes, príncipe de Valaquia e hijo del monarca Vlad Dracul, conocido como ‘el Empalador’ por el cruel método que usaba para torturar y asesinar a sus enemigos. La historia del brutal príncipe se unió a sus investigaciones sobre la mitología vampírica de Europa del Este, y así Stoker encontró la inspiración para su protagonista”.

Se estima que Bram Stoker escribió Drácula durante siete años. En su prólogo a la hermosa edición ilustrada de Reino de Cordelia, Luis Alberto de Cuenca escribe que “el primer documento existente sobre el proceso creativo de Drácula es un apunte en una nota de un hotel de Filadelfia, fechado en 1890”, y que el autor “no escatimó esfuerzos en documentarse para la redacción de la novela: llevó un dietario de la acción para evitar imprecisiones cronológicas en su desarrollo a través de las cartas, diarios y telegramas que van articulando la narración”.

Quien no ha leído esta novela fragmentaria, epistolar, debe saber que el monstruo más famoso de la cultura occidental no es el narrador de la historia: las voces en la novela son de las víctimas de Drácula y de quienes desean acabar con él. Luis Alberto de Cuenca apunta que, para construir discursos verosímiles en el libro, Bram Stoker visitó “Whitby, el lugar donde atracaría en Inglaterra el carguero Deméter con el ataúd del vampiro, y tomó numerosos apuntes para perfilar a los personajes principales, que presentan en su caracterización individual una precisión psicológica admirable”.

Bram Stoker entregó el original de su novela a máquina, con correcciones y tachaduras a mano. El trabajo obsesivo y meticuloso del autor es perceptible en sus manuscritos —la edición de Reino de Cordelia tiene varias fotografías de ellos—. “Hasta el último borrador, escrito a máquina, estuvo pensando en el título, y aunque parecía decidido a que fuera El no muerto (The Un-Dead), alguien decidió en el instante final, antes de que la obra comenzase a imprimirse, titularla con el nombre del conde vampiro”, explica el escritor español Luis Alberto de Cuenca.

La obra maestra de Bram Stoker no solo es una novela gótica y un clásico de la literatura universal, Drácula también es responsable de plasmar la figura del vampiro en el imaginario colectivo. El vampiro “es desde hace más de cien años un personaje central de la cultura popular gracias al Drácula de Bram Stoker, que cuando se publicó, en 1897, le hablaba a la Inglaterra victoriana de la represión sexual, de la aristocracia explotadora, del autoritarismo del Imperio”, escribió Mariana Enríquez.

Se han creado innumerables productos culturales que descienden del protagonista de la novela. Desde conde Draco, conde Pátula, Buffy y Mona la vampira hasta Nosferatu, Blade y Laszlo Cravensworth; desde Crepúsculo y la estética de My Chemical Romance hasta Castlevania, Louis y todas las producciones audiovisuales que retoman o reelaboran su historia.

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Bram Stoker murió el 20 de abril de 1912. Tenía sesenta y cinco años. Nunca se supo con certeza cuál fue la verdadera causa de su muerte; hay quienes consideran que fue un derrame cerebral, mientras que, menciona Sanz Egea, el sobrino nieto del escritor, Daniel Farson, “dejó intuir en su libro The Man Who Wrote Dracula que realmente había muerto de sífilis”.

En “‘This unfortunate book’: Bram Stoker and the Edwardian publishing industry”, William Hughes menciona que un obituario anónimo publicado en The Times recordaba a Stoker como el autor de Personal Reminiscences of Henry Irving. En ese entonces se creía que Bram Stoker sería recordado como biógrafo, no como novelista.

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Bram Stoker, 1906. Fotografía del dominio público.

Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

Bram Stoker, el escritor detrás de Drácula

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Tiempo de Lectura: 00 min

El creador de Drácula, uno de los monstruos más terribles que nos ha dado la literatura, tuvo una vida dichosa y satisfactoria. El contraste entre la biografía del autor y su novela es tal que muchos han querido inventarle a Bram Stoker una historia más oscura, sinuosa y esotérica.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

A diferencia de otros autores clásicos de la literatura de terror como Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft, el escritor Bram Stoker nunca ha despertado gran interés entre los lectores de su obra. No se ha creado una mitología en torno suyo ni ha inspirado la creación de un sinfín de productos culturales sobre su vida, lo que sí ha ocurrido con los escritores estadounidenses mencionados. Tal vez se deba a su biografía, pues como apunta Mariana Enríquez en “Una aurora de sangre” —prólogo al cuento “La casa del juez”—, Bram Stoker “tuvo una vida larga e intensa, llena de éxitos profesionales y dicha conyugal”. O quizá la razón sea que Drácula ensombreció a su autor —algo que ya menciona su biógrafo Harry Ludlam en A Biography of Dracula—. Y es que esto último es innegable: la figura de este vampiro está tan establecida en la cultura popular que cualquiera puede reconocerle sin haber escuchado nunca el nombre de Bram Stoker.

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Se sabe que Abraham Stoker nació el 8 de noviembre de 1847 en Clontarf, una zona al norte de la ciudad de Dublín, capital de Irlanda. Fue el tercero de siete hermanos en la familia de clase media de Charlotte Thornley y Abraham Stoker. Su padre trabajó como funcionario público, empleo que Bram también tendría en sus años universitarios mientras estudiaba en el Trinity College.

Durante su infancia, Bram Stoker se enfermó constantemente; algún padecimiento, no se sabe cuál, lo hizo pasar buena parte de sus primeros años de vida en cama, en “esta etapa fue su madre quien ejerció de tutora, enseñando al joven Bram a leer y escribir, así como las nociones básicas de latín, matemáticas y lengua”, apunta Antonio Sanz Egea en su prólogo a los Cuentos completos de Stoker publicados en Páginas de Espuma. Su madre también fue una primera fuente de influencias literarias ya que le leía a su hijo todo lo que tuviera que ver “con duendes, gnomos, trolls y otros seres que impregnan el imaginario irlandés”. En una edición de enero de 1896 del periódico The Constitution aparece una declaración en la que el escritor menciona que desde niño le llamaban “Bram” en lugar de Abraham, y de esa forma sería conocido durante toda su vida.

En 1864 el escritor entró al prestigioso Trinity College, en Dublín. “Es en esta época cuando tiene acceso a su famosa biblioteca, cuando lee las primeras novelas y cuentos de Wilkie Collins, Edgar Allan Poe o Sheridan Le Fanu y empieza a leer los poemas de Walt Whitman en una selección inglesa de 1868 de Hojas de hierba. Whitman se convertirá desde la distancia en uno de sus más fieles compañeros”, apunta Sanz Egea.

Dos años después de comenzar sus estudios universitarios, Bram Stoker obtuvo un puesto de funcionario en el Castillo de Dublín, sede del gobierno británico en Irlanda. A la par de ese empleo, se desempeñaría como auditor del Colegio de la Sociedad Histórica y como presidente de la Sociedad de Filosofía, ambas del Trinity College. En ese periodo también destacaría como atleta.

Mientras todavía era estudiante universitario, Bram Stoker empezó a aficionarse más al teatro, pasión que compartía con su madre y que no abandonaría nunca. En una de esas tantas visitas al teatro ocurriría uno de los sucesos trascendentales en la vida del escritor; Sanz Egea lo menciona en su prólogo: “una de las obras que pudo admirar en agosto de 1867 fue The Rivals, de Richard Brindsley Sheridan, interpretada en el Teatro Real de Dublín por una compañía londinense. El protagonista no era otro que John Henry Brodribb, cuyo nombre artístico sería Henry Irving”, uno de los actores más famosos de su tiempo y del que después se haría amigo y socio.

En los siguientes años, el autor de Drácula terminaría sus estudios y trabajaría no solo como funcionario, sino también como crítico teatral y redactor jefe del periódico The Irish Echo. En aquella época —septiembre de 1872 en la revista London Society: An Illustrated Magazine of Light and Amusing Literature for Hours of Relaxation— aparecería su primer cuento “The Crystal Cup”, una narración fragmentaria sobre un artista y un jarrón de cristal.

Quizá el año decisivo para Bram Stoker sería 1878. En los primeros meses conocería y se enamoraría de su futura esposa, la aspirante a actriz Florence Balcombe, y en diciembre se convertiría en asistente personal de Henry Irving y gerente del teatro Lyceum de Londres, trabajo que tendría durante veintiséis años. En este empleo, comenta Óscar Palmer en su prólogo a la edición de Drácula en Valdemar, no solo supervisaría “minuciosamente varios de los montajes teatrales más espectaculares de la escena británica, como Hamlet, El mercader de Venecia, Macbeth y un mastodóntico Fausto, sino que además se había encargado de organizar tres complejas, prolongadas y agotadoras giras por Norteamérica y Canadá”.

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Bram Stoker escribió diez novelas y dos nouvelles, todas publicadas en vida. Además de tres libros de cuentos: Under the sunset (El país bajo el ocaso), publicado en noviembre de 1881 y dedicado a su hijo Irving Noel Thornley Stoker, quien nació casi dos años antes, el 30 de diciembre de 1879; Snowbound: The Record of a Theatrical Touring Party (Atrapados en la nieve: crónica de una gira teatral), que apareció en 1908; y Dracula’s Guest and other Weird Stories (El invitado de Drácula y otros relatos inquietantes), que vio la luz en 1914 —dos años después de que el autor muriera— gracias a su viuda y albacea literaria Florence Balcombe.

Escribió también libros, que ahora entrarían en la categoría de no ficción, sobre sus viajes a Estados Unidos, sobre la vida de famosos impostores y estafadores y uno más sobre sus recuerdos con Henry Irving, cuya figura siempre lo opacó en vida; a esta última obra se le consideró uno de los libros del año (se publicó en 1896).

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Drácula se publicó en 1897. Sobre las posibles influencias, Antonio Sanz Egea menciona la lectura de Transylvanian Superstitions de Emily Gerald como posible inspiración inicial, y escribe que “en cuanto al trasfondo gótico y de terror, Drácula es un compendio de historias de fantasmas que recuerdan a las pantomimas infantiles que veía con sus padres en Dublín, a las lecturas de Carmilla de Sheridan Le Fanu o a El libro de los hombres lobo de Sabine Baring-Gould”.

Enríquez comparte la opinión sobre la inevitable influencia de la obra de Le Fanu, y agrega otra posible fuente: “En 1890 se dice que conoció al historiador húngaro Arminius Vambery: él le contó la historia de Vlad Tepes, príncipe de Valaquia e hijo del monarca Vlad Dracul, conocido como ‘el Empalador’ por el cruel método que usaba para torturar y asesinar a sus enemigos. La historia del brutal príncipe se unió a sus investigaciones sobre la mitología vampírica de Europa del Este, y así Stoker encontró la inspiración para su protagonista”.

Se estima que Bram Stoker escribió Drácula durante siete años. En su prólogo a la hermosa edición ilustrada de Reino de Cordelia, Luis Alberto de Cuenca escribe que “el primer documento existente sobre el proceso creativo de Drácula es un apunte en una nota de un hotel de Filadelfia, fechado en 1890”, y que el autor “no escatimó esfuerzos en documentarse para la redacción de la novela: llevó un dietario de la acción para evitar imprecisiones cronológicas en su desarrollo a través de las cartas, diarios y telegramas que van articulando la narración”.

Quien no ha leído esta novela fragmentaria, epistolar, debe saber que el monstruo más famoso de la cultura occidental no es el narrador de la historia: las voces en la novela son de las víctimas de Drácula y de quienes desean acabar con él. Luis Alberto de Cuenca apunta que, para construir discursos verosímiles en el libro, Bram Stoker visitó “Whitby, el lugar donde atracaría en Inglaterra el carguero Deméter con el ataúd del vampiro, y tomó numerosos apuntes para perfilar a los personajes principales, que presentan en su caracterización individual una precisión psicológica admirable”.

Bram Stoker entregó el original de su novela a máquina, con correcciones y tachaduras a mano. El trabajo obsesivo y meticuloso del autor es perceptible en sus manuscritos —la edición de Reino de Cordelia tiene varias fotografías de ellos—. “Hasta el último borrador, escrito a máquina, estuvo pensando en el título, y aunque parecía decidido a que fuera El no muerto (The Un-Dead), alguien decidió en el instante final, antes de que la obra comenzase a imprimirse, titularla con el nombre del conde vampiro”, explica el escritor español Luis Alberto de Cuenca.

La obra maestra de Bram Stoker no solo es una novela gótica y un clásico de la literatura universal, Drácula también es responsable de plasmar la figura del vampiro en el imaginario colectivo. El vampiro “es desde hace más de cien años un personaje central de la cultura popular gracias al Drácula de Bram Stoker, que cuando se publicó, en 1897, le hablaba a la Inglaterra victoriana de la represión sexual, de la aristocracia explotadora, del autoritarismo del Imperio”, escribió Mariana Enríquez.

Se han creado innumerables productos culturales que descienden del protagonista de la novela. Desde conde Draco, conde Pátula, Buffy y Mona la vampira hasta Nosferatu, Blade y Laszlo Cravensworth; desde Crepúsculo y la estética de My Chemical Romance hasta Castlevania, Louis y todas las producciones audiovisuales que retoman o reelaboran su historia.

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Bram Stoker murió el 20 de abril de 1912. Tenía sesenta y cinco años. Nunca se supo con certeza cuál fue la verdadera causa de su muerte; hay quienes consideran que fue un derrame cerebral, mientras que, menciona Sanz Egea, el sobrino nieto del escritor, Daniel Farson, “dejó intuir en su libro The Man Who Wrote Dracula que realmente había muerto de sífilis”.

En “‘This unfortunate book’: Bram Stoker and the Edwardian publishing industry”, William Hughes menciona que un obituario anónimo publicado en The Times recordaba a Stoker como el autor de Personal Reminiscences of Henry Irving. En ese entonces se creía que Bram Stoker sería recordado como biógrafo, no como novelista.

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