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Luna de agua

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10
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12
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25
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

Este es el proyecto de la colectiva Solunar, integrada por Andrea Hernández Briceño, Lety Tovar y Freisy González. Se trata de una serie fotográfica que retrata los cambios en las dinámicas económicas y sociales de las costas venezolanas.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

“La mar regla, como las mujeres”, dice el pescador Luis Chirinos al descargar el pequeño botín que consiguió esa noche en aguas inquietas, cerca de las costas de Falcón, Venezuela. Una capa de barro lo cubre hasta el pecho. Cuando las olas están turbias y lodosas es porque la mar está menstruando en su luna, y no hay buena pesca, explica.

Hace ocho años y más atrás, Chirinos era uno de muchos que pensaban que la mujer y la mar no hacen buena sociedad. Las supersticiones —como que una mujer a bordo de un barco es de mala suerte o que si está menstruando las aguas se enfurecen— son la manifestación oral de un oficio que había sido tradicionalmente masculino en Venezuela. Hasta la crisis.

La incertidumbre económica, social y migratoria que arropa el país caribeño ha provocado un cambio importante en los estados de Aragua, La Guaira y Falcón: la feminización del oficio de la pesca, en un contexto hostil para las mujeres. La costa refleja las desigualdades en Venezuela, donde la pobreza está marcada por el género, como revela la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi 2021).

Las mujeres asumen el trabajo no remunerado y las responsabilidades domésticas en comunidades donde los servicios básicos y las oportunidades de empleo son limitados. A esta precariedad se suma la constante amenaza de violencia de género. En Venezuela se registra un feminicidio cada 47 horas, según datos de 2023 de la ong Utopix.

Vanessa Machado, la líder de las mujeres pescadoras de Ocumare de la Costa, en Aragua, confía en que la mejor forma de sobrevivir a estas adversidades es uniéndose. Por esto fundó la organización El Sol Sale para Todas, con la que busca garantizar que todas las pescadoras tengan acceso a las embarcaciones pesqueras. La mayoría de las lanchas y motores pertenecen a hombres que no confían en las habilidades de las mujeres, hasta que trabajan con ellas.

Doris Duque pesca en Cuyagua desde hace 16 años y es respetada en toda la costa de Aragua. Ha trabajado con hombres y mujeres, y concluye que ellas son mejores pescadoras porque entienden que “más vale maña que fuerza”; que la técnica, el orden y la planificación son más importantes que la potencia de los brazos y las piernas.

Al no sentirse respaldadas por sus parejas y familiares, y al ser sobrevivientes de la violencia que plaga las costas caribeñas de Venezuela, las mujeres pasaron de tejer redes a lanzarlas a la mar. Estas redes no son solo herramientas de pesca, sino también de conexión y comunicación, lo que hace que este oficio sea cada vez más atractivo para quienes cargan solas con la responsabilidad de proveer para sus familias. La pescadora y madre soltera Rina Álvarez considera que la mar es su madre, y cada vez que entra le pide permiso y bendiciones para sus redes en forma de peces.

Duque también ha visto que las mujeres sienten más respeto por la naturaleza. Notan las temporadas de veda, las mareas, las fases lunares y los ritmos de sus propios cuerpos. Ella conoce estos ciclos y los utiliza para garantizar que su relación con la mar no sea de explotación, sino de cuidado mutuo. Por eso aclara que ella pesca como mujer, no como hombre, “y mi fuerza es la de una mujer, que es igual de importante”.

Cindy González, 32, muestra su tatuaje en casa de su madre, la pescadora María Sánchez, 62, en Ocumare de la Costa. Junto a la figura de un pez, en el tatuaje se puede leer el nombre de Rodolfo González, su padre, también pescador. De él aprendió el oficio, pero también de su madre, quien es una de las pescadoras más longevas de la localidad, apodada “la Reina de la Picúa”.
La pescadora Elenia Torres, 31, observa cómo un barco lleno de pescadores tira del sistema de red que sostiene su embarcación en Guabina, Venezuela. Elenia ha estado pescando durante seis años y vive en Ocumare de la Costa.
La pescadora Andrea, 22, sostiene un pez pargo que pescó junto a su esposo y su hijo en la localidad de Puerto Maya, Aragua, Venezuela. Derecha: la pescadora Yoleiza, 30, posa en La Guaira, Venezuela.
Una habitación en la casa de la infancia de la pescadora Milagros “Corito” Molina, en Ocumare de la Costa. Su padre es artista y decoró la casa con piezas originales.
Doble exposición de la pescadora Jenny Tovar, de 42 años, mientras bucea durante la faena de pesca junto a otras mujeres de Ocumare de La Costa, Venezuela, el 10 de agosto de 2024. Jenny pesca desde hace siete años. La medusa bala o bala (Stomolophus meleagris) flota en el mar de Ocumare de la Costa.
Collage de un retrato de tres mujeres en el mar, fotografía del álbum familiar de Vanessa Cuba. La orilla del mar del puerto de La Boca durante la noche en Ocumare de la Costa.
La pescadora Cindy González, 32, saca una red durante un viaje de pesca en Ocumare de la Costa.
Detalle de la estatua de San Rafael, ubicada en la iglesia de Ocumare de la Costa. El santo sostiene un pez en su mano izquierda, que podría incluso asemejarse a un bebé. El pez simboliza las propiedades curativas del santo.
La hija de la pescadora Jenny Tovar, Anelé Aparicio, posa en la playa de Guabina, Venezuela. Suele acompañar a su madre en las faenas de pesca mientras descubre y pierde el miedo al mar y a sus criaturas, a nadar y a todas las texturas del paisaje.
La pescadora Rinah Álvarez sostiene un Elegguá de su altar, en su hogar de Ocumare de la Costa. Es practicante de la religión yoruba, y se reconoce como hija de Yemayá, que la protege en el mar y durante las faenas de pesca. En el desarrollo de su espiritualidad ha sido muy importante su abuela Estherbina, y la necesidad de encomendarse y pedir por la sanación de su hijo Kenyn, paciente oncológico de 15 años.
Las nietas de la pescadora María Sánchez, 62, sostienen un vestido que ella les hizo en su casa de Ocumare de la Costa. Las mariposas recuerdan la devoción a la Virgen del Carmen por parte de las pescadoras y los pescadores de la localidad.
La pescadora Milagros “Corito” Molina, 42, flota con sus hijos Rogleeberth y Rovjuan durante una fiesta de despedida para una pescadora migrante en el río La Trilla, cerca de Ocumare de la Costa.
Las hermanas Francis Chávez, 41, Perielia María Chávez, 50, y Jennifer Bacalao, 33, descansan sobre las redes luego de pescar en Chuao, Venezuela, el 10 de abril de 2025.
La sangre flota y se hunde en el puerto de Ocumare de la Costa, en Venezuela, el 29 de agosto de 2024. Los procesadores de pescado desangran el producto justo después de sacarse de los barcos.
La pescadora Rina Alvarez, de 42 años, posa para un retrato con su cuchillo de pesca en la playa de Guabina, en Venezuela, el 9 de agosto de 2024.
La pescadora Yarami Ramírez, de 32 años, habla con los hombres durante una fiesta de despedida para una pescadora migrante en el río Trilla, cerca de Ocumare de la Costa, Venezuela, el 30 de agosto de 2024.
La pescadora Doris Duque, 54, navega en mar abierto mientras habla de su trabajo y de ser pescadora después de salir de Cuyagua. Doris lleva 16 años pescando.

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Jenny Tovar, 42, viaja en lancha durante la faena junto a otras pescadoras de Ocumare de la Costa, Venezuela, el 10 de agosto de 2024. Jenny pesca desde hace siete años.
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Este es el proyecto de la colectiva Solunar, integrada por Andrea Hernández Briceño, Lety Tovar y Freisy González. Se trata de una serie fotográfica que retrata los cambios en las dinámicas económicas y sociales de las costas venezolanas.

“La mar regla, como las mujeres”, dice el pescador Luis Chirinos al descargar el pequeño botín que consiguió esa noche en aguas inquietas, cerca de las costas de Falcón, Venezuela. Una capa de barro lo cubre hasta el pecho. Cuando las olas están turbias y lodosas es porque la mar está menstruando en su luna, y no hay buena pesca, explica.

Hace ocho años y más atrás, Chirinos era uno de muchos que pensaban que la mujer y la mar no hacen buena sociedad. Las supersticiones —como que una mujer a bordo de un barco es de mala suerte o que si está menstruando las aguas se enfurecen— son la manifestación oral de un oficio que había sido tradicionalmente masculino en Venezuela. Hasta la crisis.

La incertidumbre económica, social y migratoria que arropa el país caribeño ha provocado un cambio importante en los estados de Aragua, La Guaira y Falcón: la feminización del oficio de la pesca, en un contexto hostil para las mujeres. La costa refleja las desigualdades en Venezuela, donde la pobreza está marcada por el género, como revela la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi 2021).

Las mujeres asumen el trabajo no remunerado y las responsabilidades domésticas en comunidades donde los servicios básicos y las oportunidades de empleo son limitados. A esta precariedad se suma la constante amenaza de violencia de género. En Venezuela se registra un feminicidio cada 47 horas, según datos de 2023 de la ong Utopix.

Vanessa Machado, la líder de las mujeres pescadoras de Ocumare de la Costa, en Aragua, confía en que la mejor forma de sobrevivir a estas adversidades es uniéndose. Por esto fundó la organización El Sol Sale para Todas, con la que busca garantizar que todas las pescadoras tengan acceso a las embarcaciones pesqueras. La mayoría de las lanchas y motores pertenecen a hombres que no confían en las habilidades de las mujeres, hasta que trabajan con ellas.

Doris Duque pesca en Cuyagua desde hace 16 años y es respetada en toda la costa de Aragua. Ha trabajado con hombres y mujeres, y concluye que ellas son mejores pescadoras porque entienden que “más vale maña que fuerza”; que la técnica, el orden y la planificación son más importantes que la potencia de los brazos y las piernas.

Al no sentirse respaldadas por sus parejas y familiares, y al ser sobrevivientes de la violencia que plaga las costas caribeñas de Venezuela, las mujeres pasaron de tejer redes a lanzarlas a la mar. Estas redes no son solo herramientas de pesca, sino también de conexión y comunicación, lo que hace que este oficio sea cada vez más atractivo para quienes cargan solas con la responsabilidad de proveer para sus familias. La pescadora y madre soltera Rina Álvarez considera que la mar es su madre, y cada vez que entra le pide permiso y bendiciones para sus redes en forma de peces.

Duque también ha visto que las mujeres sienten más respeto por la naturaleza. Notan las temporadas de veda, las mareas, las fases lunares y los ritmos de sus propios cuerpos. Ella conoce estos ciclos y los utiliza para garantizar que su relación con la mar no sea de explotación, sino de cuidado mutuo. Por eso aclara que ella pesca como mujer, no como hombre, “y mi fuerza es la de una mujer, que es igual de importante”.

Cindy González, 32, muestra su tatuaje en casa de su madre, la pescadora María Sánchez, 62, en Ocumare de la Costa. Junto a la figura de un pez, en el tatuaje se puede leer el nombre de Rodolfo González, su padre, también pescador. De él aprendió el oficio, pero también de su madre, quien es una de las pescadoras más longevas de la localidad, apodada “la Reina de la Picúa”.
La pescadora Elenia Torres, 31, observa cómo un barco lleno de pescadores tira del sistema de red que sostiene su embarcación en Guabina, Venezuela. Elenia ha estado pescando durante seis años y vive en Ocumare de la Costa.
La pescadora Andrea, 22, sostiene un pez pargo que pescó junto a su esposo y su hijo en la localidad de Puerto Maya, Aragua, Venezuela. Derecha: la pescadora Yoleiza, 30, posa en La Guaira, Venezuela.
Una habitación en la casa de la infancia de la pescadora Milagros “Corito” Molina, en Ocumare de la Costa. Su padre es artista y decoró la casa con piezas originales.
Doble exposición de la pescadora Jenny Tovar, de 42 años, mientras bucea durante la faena de pesca junto a otras mujeres de Ocumare de La Costa, Venezuela, el 10 de agosto de 2024. Jenny pesca desde hace siete años. La medusa bala o bala (Stomolophus meleagris) flota en el mar de Ocumare de la Costa.
Collage de un retrato de tres mujeres en el mar, fotografía del álbum familiar de Vanessa Cuba. La orilla del mar del puerto de La Boca durante la noche en Ocumare de la Costa.
La pescadora Cindy González, 32, saca una red durante un viaje de pesca en Ocumare de la Costa.
Detalle de la estatua de San Rafael, ubicada en la iglesia de Ocumare de la Costa. El santo sostiene un pez en su mano izquierda, que podría incluso asemejarse a un bebé. El pez simboliza las propiedades curativas del santo.
La hija de la pescadora Jenny Tovar, Anelé Aparicio, posa en la playa de Guabina, Venezuela. Suele acompañar a su madre en las faenas de pesca mientras descubre y pierde el miedo al mar y a sus criaturas, a nadar y a todas las texturas del paisaje.
La pescadora Rinah Álvarez sostiene un Elegguá de su altar, en su hogar de Ocumare de la Costa. Es practicante de la religión yoruba, y se reconoce como hija de Yemayá, que la protege en el mar y durante las faenas de pesca. En el desarrollo de su espiritualidad ha sido muy importante su abuela Estherbina, y la necesidad de encomendarse y pedir por la sanación de su hijo Kenyn, paciente oncológico de 15 años.
Las nietas de la pescadora María Sánchez, 62, sostienen un vestido que ella les hizo en su casa de Ocumare de la Costa. Las mariposas recuerdan la devoción a la Virgen del Carmen por parte de las pescadoras y los pescadores de la localidad.
La pescadora Milagros “Corito” Molina, 42, flota con sus hijos Rogleeberth y Rovjuan durante una fiesta de despedida para una pescadora migrante en el río La Trilla, cerca de Ocumare de la Costa.
Las hermanas Francis Chávez, 41, Perielia María Chávez, 50, y Jennifer Bacalao, 33, descansan sobre las redes luego de pescar en Chuao, Venezuela, el 10 de abril de 2025.
La sangre flota y se hunde en el puerto de Ocumare de la Costa, en Venezuela, el 29 de agosto de 2024. Los procesadores de pescado desangran el producto justo después de sacarse de los barcos.
La pescadora Rina Alvarez, de 42 años, posa para un retrato con su cuchillo de pesca en la playa de Guabina, en Venezuela, el 9 de agosto de 2024.
La pescadora Yarami Ramírez, de 32 años, habla con los hombres durante una fiesta de despedida para una pescadora migrante en el río Trilla, cerca de Ocumare de la Costa, Venezuela, el 30 de agosto de 2024.
La pescadora Doris Duque, 54, navega en mar abierto mientras habla de su trabajo y de ser pescadora después de salir de Cuyagua. Doris lleva 16 años pescando.

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Este es el proyecto de la colectiva Solunar, integrada por Andrea Hernández Briceño, Lety Tovar y Freisy González. Se trata de una serie fotográfica que retrata los cambios en las dinámicas económicas y sociales de las costas venezolanas.

“La mar regla, como las mujeres”, dice el pescador Luis Chirinos al descargar el pequeño botín que consiguió esa noche en aguas inquietas, cerca de las costas de Falcón, Venezuela. Una capa de barro lo cubre hasta el pecho. Cuando las olas están turbias y lodosas es porque la mar está menstruando en su luna, y no hay buena pesca, explica.

Hace ocho años y más atrás, Chirinos era uno de muchos que pensaban que la mujer y la mar no hacen buena sociedad. Las supersticiones —como que una mujer a bordo de un barco es de mala suerte o que si está menstruando las aguas se enfurecen— son la manifestación oral de un oficio que había sido tradicionalmente masculino en Venezuela. Hasta la crisis.

La incertidumbre económica, social y migratoria que arropa el país caribeño ha provocado un cambio importante en los estados de Aragua, La Guaira y Falcón: la feminización del oficio de la pesca, en un contexto hostil para las mujeres. La costa refleja las desigualdades en Venezuela, donde la pobreza está marcada por el género, como revela la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi 2021).

Las mujeres asumen el trabajo no remunerado y las responsabilidades domésticas en comunidades donde los servicios básicos y las oportunidades de empleo son limitados. A esta precariedad se suma la constante amenaza de violencia de género. En Venezuela se registra un feminicidio cada 47 horas, según datos de 2023 de la ong Utopix.

Vanessa Machado, la líder de las mujeres pescadoras de Ocumare de la Costa, en Aragua, confía en que la mejor forma de sobrevivir a estas adversidades es uniéndose. Por esto fundó la organización El Sol Sale para Todas, con la que busca garantizar que todas las pescadoras tengan acceso a las embarcaciones pesqueras. La mayoría de las lanchas y motores pertenecen a hombres que no confían en las habilidades de las mujeres, hasta que trabajan con ellas.

Doris Duque pesca en Cuyagua desde hace 16 años y es respetada en toda la costa de Aragua. Ha trabajado con hombres y mujeres, y concluye que ellas son mejores pescadoras porque entienden que “más vale maña que fuerza”; que la técnica, el orden y la planificación son más importantes que la potencia de los brazos y las piernas.

Al no sentirse respaldadas por sus parejas y familiares, y al ser sobrevivientes de la violencia que plaga las costas caribeñas de Venezuela, las mujeres pasaron de tejer redes a lanzarlas a la mar. Estas redes no son solo herramientas de pesca, sino también de conexión y comunicación, lo que hace que este oficio sea cada vez más atractivo para quienes cargan solas con la responsabilidad de proveer para sus familias. La pescadora y madre soltera Rina Álvarez considera que la mar es su madre, y cada vez que entra le pide permiso y bendiciones para sus redes en forma de peces.

Duque también ha visto que las mujeres sienten más respeto por la naturaleza. Notan las temporadas de veda, las mareas, las fases lunares y los ritmos de sus propios cuerpos. Ella conoce estos ciclos y los utiliza para garantizar que su relación con la mar no sea de explotación, sino de cuidado mutuo. Por eso aclara que ella pesca como mujer, no como hombre, “y mi fuerza es la de una mujer, que es igual de importante”.

Cindy González, 32, muestra su tatuaje en casa de su madre, la pescadora María Sánchez, 62, en Ocumare de la Costa. Junto a la figura de un pez, en el tatuaje se puede leer el nombre de Rodolfo González, su padre, también pescador. De él aprendió el oficio, pero también de su madre, quien es una de las pescadoras más longevas de la localidad, apodada “la Reina de la Picúa”.
La pescadora Elenia Torres, 31, observa cómo un barco lleno de pescadores tira del sistema de red que sostiene su embarcación en Guabina, Venezuela. Elenia ha estado pescando durante seis años y vive en Ocumare de la Costa.
La pescadora Andrea, 22, sostiene un pez pargo que pescó junto a su esposo y su hijo en la localidad de Puerto Maya, Aragua, Venezuela. Derecha: la pescadora Yoleiza, 30, posa en La Guaira, Venezuela.
Una habitación en la casa de la infancia de la pescadora Milagros “Corito” Molina, en Ocumare de la Costa. Su padre es artista y decoró la casa con piezas originales.
Doble exposición de la pescadora Jenny Tovar, de 42 años, mientras bucea durante la faena de pesca junto a otras mujeres de Ocumare de La Costa, Venezuela, el 10 de agosto de 2024. Jenny pesca desde hace siete años. La medusa bala o bala (Stomolophus meleagris) flota en el mar de Ocumare de la Costa.
Collage de un retrato de tres mujeres en el mar, fotografía del álbum familiar de Vanessa Cuba. La orilla del mar del puerto de La Boca durante la noche en Ocumare de la Costa.
La pescadora Cindy González, 32, saca una red durante un viaje de pesca en Ocumare de la Costa.
Detalle de la estatua de San Rafael, ubicada en la iglesia de Ocumare de la Costa. El santo sostiene un pez en su mano izquierda, que podría incluso asemejarse a un bebé. El pez simboliza las propiedades curativas del santo.
La hija de la pescadora Jenny Tovar, Anelé Aparicio, posa en la playa de Guabina, Venezuela. Suele acompañar a su madre en las faenas de pesca mientras descubre y pierde el miedo al mar y a sus criaturas, a nadar y a todas las texturas del paisaje.
La pescadora Rinah Álvarez sostiene un Elegguá de su altar, en su hogar de Ocumare de la Costa. Es practicante de la religión yoruba, y se reconoce como hija de Yemayá, que la protege en el mar y durante las faenas de pesca. En el desarrollo de su espiritualidad ha sido muy importante su abuela Estherbina, y la necesidad de encomendarse y pedir por la sanación de su hijo Kenyn, paciente oncológico de 15 años.
Las nietas de la pescadora María Sánchez, 62, sostienen un vestido que ella les hizo en su casa de Ocumare de la Costa. Las mariposas recuerdan la devoción a la Virgen del Carmen por parte de las pescadoras y los pescadores de la localidad.
La pescadora Milagros “Corito” Molina, 42, flota con sus hijos Rogleeberth y Rovjuan durante una fiesta de despedida para una pescadora migrante en el río La Trilla, cerca de Ocumare de la Costa.
Las hermanas Francis Chávez, 41, Perielia María Chávez, 50, y Jennifer Bacalao, 33, descansan sobre las redes luego de pescar en Chuao, Venezuela, el 10 de abril de 2025.
La sangre flota y se hunde en el puerto de Ocumare de la Costa, en Venezuela, el 29 de agosto de 2024. Los procesadores de pescado desangran el producto justo después de sacarse de los barcos.
La pescadora Rina Alvarez, de 42 años, posa para un retrato con su cuchillo de pesca en la playa de Guabina, en Venezuela, el 9 de agosto de 2024.
La pescadora Yarami Ramírez, de 32 años, habla con los hombres durante una fiesta de despedida para una pescadora migrante en el río Trilla, cerca de Ocumare de la Costa, Venezuela, el 30 de agosto de 2024.
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Este es el proyecto de la colectiva Solunar, integrada por Andrea Hernández Briceño, Lety Tovar y Freisy González. Se trata de una serie fotográfica que retrata los cambios en las dinámicas económicas y sociales de las costas venezolanas.

“La mar regla, como las mujeres”, dice el pescador Luis Chirinos al descargar el pequeño botín que consiguió esa noche en aguas inquietas, cerca de las costas de Falcón, Venezuela. Una capa de barro lo cubre hasta el pecho. Cuando las olas están turbias y lodosas es porque la mar está menstruando en su luna, y no hay buena pesca, explica.

Hace ocho años y más atrás, Chirinos era uno de muchos que pensaban que la mujer y la mar no hacen buena sociedad. Las supersticiones —como que una mujer a bordo de un barco es de mala suerte o que si está menstruando las aguas se enfurecen— son la manifestación oral de un oficio que había sido tradicionalmente masculino en Venezuela. Hasta la crisis.

La incertidumbre económica, social y migratoria que arropa el país caribeño ha provocado un cambio importante en los estados de Aragua, La Guaira y Falcón: la feminización del oficio de la pesca, en un contexto hostil para las mujeres. La costa refleja las desigualdades en Venezuela, donde la pobreza está marcada por el género, como revela la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi 2021).

Las mujeres asumen el trabajo no remunerado y las responsabilidades domésticas en comunidades donde los servicios básicos y las oportunidades de empleo son limitados. A esta precariedad se suma la constante amenaza de violencia de género. En Venezuela se registra un feminicidio cada 47 horas, según datos de 2023 de la ong Utopix.

Vanessa Machado, la líder de las mujeres pescadoras de Ocumare de la Costa, en Aragua, confía en que la mejor forma de sobrevivir a estas adversidades es uniéndose. Por esto fundó la organización El Sol Sale para Todas, con la que busca garantizar que todas las pescadoras tengan acceso a las embarcaciones pesqueras. La mayoría de las lanchas y motores pertenecen a hombres que no confían en las habilidades de las mujeres, hasta que trabajan con ellas.

Doris Duque pesca en Cuyagua desde hace 16 años y es respetada en toda la costa de Aragua. Ha trabajado con hombres y mujeres, y concluye que ellas son mejores pescadoras porque entienden que “más vale maña que fuerza”; que la técnica, el orden y la planificación son más importantes que la potencia de los brazos y las piernas.

Al no sentirse respaldadas por sus parejas y familiares, y al ser sobrevivientes de la violencia que plaga las costas caribeñas de Venezuela, las mujeres pasaron de tejer redes a lanzarlas a la mar. Estas redes no son solo herramientas de pesca, sino también de conexión y comunicación, lo que hace que este oficio sea cada vez más atractivo para quienes cargan solas con la responsabilidad de proveer para sus familias. La pescadora y madre soltera Rina Álvarez considera que la mar es su madre, y cada vez que entra le pide permiso y bendiciones para sus redes en forma de peces.

Duque también ha visto que las mujeres sienten más respeto por la naturaleza. Notan las temporadas de veda, las mareas, las fases lunares y los ritmos de sus propios cuerpos. Ella conoce estos ciclos y los utiliza para garantizar que su relación con la mar no sea de explotación, sino de cuidado mutuo. Por eso aclara que ella pesca como mujer, no como hombre, “y mi fuerza es la de una mujer, que es igual de importante”.

Cindy González, 32, muestra su tatuaje en casa de su madre, la pescadora María Sánchez, 62, en Ocumare de la Costa. Junto a la figura de un pez, en el tatuaje se puede leer el nombre de Rodolfo González, su padre, también pescador. De él aprendió el oficio, pero también de su madre, quien es una de las pescadoras más longevas de la localidad, apodada “la Reina de la Picúa”.
La pescadora Elenia Torres, 31, observa cómo un barco lleno de pescadores tira del sistema de red que sostiene su embarcación en Guabina, Venezuela. Elenia ha estado pescando durante seis años y vive en Ocumare de la Costa.
La pescadora Andrea, 22, sostiene un pez pargo que pescó junto a su esposo y su hijo en la localidad de Puerto Maya, Aragua, Venezuela. Derecha: la pescadora Yoleiza, 30, posa en La Guaira, Venezuela.
Una habitación en la casa de la infancia de la pescadora Milagros “Corito” Molina, en Ocumare de la Costa. Su padre es artista y decoró la casa con piezas originales.
Doble exposición de la pescadora Jenny Tovar, de 42 años, mientras bucea durante la faena de pesca junto a otras mujeres de Ocumare de La Costa, Venezuela, el 10 de agosto de 2024. Jenny pesca desde hace siete años. La medusa bala o bala (Stomolophus meleagris) flota en el mar de Ocumare de la Costa.
Collage de un retrato de tres mujeres en el mar, fotografía del álbum familiar de Vanessa Cuba. La orilla del mar del puerto de La Boca durante la noche en Ocumare de la Costa.
La pescadora Cindy González, 32, saca una red durante un viaje de pesca en Ocumare de la Costa.
Detalle de la estatua de San Rafael, ubicada en la iglesia de Ocumare de la Costa. El santo sostiene un pez en su mano izquierda, que podría incluso asemejarse a un bebé. El pez simboliza las propiedades curativas del santo.
La hija de la pescadora Jenny Tovar, Anelé Aparicio, posa en la playa de Guabina, Venezuela. Suele acompañar a su madre en las faenas de pesca mientras descubre y pierde el miedo al mar y a sus criaturas, a nadar y a todas las texturas del paisaje.
La pescadora Rinah Álvarez sostiene un Elegguá de su altar, en su hogar de Ocumare de la Costa. Es practicante de la religión yoruba, y se reconoce como hija de Yemayá, que la protege en el mar y durante las faenas de pesca. En el desarrollo de su espiritualidad ha sido muy importante su abuela Estherbina, y la necesidad de encomendarse y pedir por la sanación de su hijo Kenyn, paciente oncológico de 15 años.
Las nietas de la pescadora María Sánchez, 62, sostienen un vestido que ella les hizo en su casa de Ocumare de la Costa. Las mariposas recuerdan la devoción a la Virgen del Carmen por parte de las pescadoras y los pescadores de la localidad.
La pescadora Milagros “Corito” Molina, 42, flota con sus hijos Rogleeberth y Rovjuan durante una fiesta de despedida para una pescadora migrante en el río La Trilla, cerca de Ocumare de la Costa.
Las hermanas Francis Chávez, 41, Perielia María Chávez, 50, y Jennifer Bacalao, 33, descansan sobre las redes luego de pescar en Chuao, Venezuela, el 10 de abril de 2025.
La sangre flota y se hunde en el puerto de Ocumare de la Costa, en Venezuela, el 29 de agosto de 2024. Los procesadores de pescado desangran el producto justo después de sacarse de los barcos.
La pescadora Rina Alvarez, de 42 años, posa para un retrato con su cuchillo de pesca en la playa de Guabina, en Venezuela, el 9 de agosto de 2024.
La pescadora Yarami Ramírez, de 32 años, habla con los hombres durante una fiesta de despedida para una pescadora migrante en el río Trilla, cerca de Ocumare de la Costa, Venezuela, el 30 de agosto de 2024.
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“La mar regla, como las mujeres”, dice el pescador Luis Chirinos al descargar el pequeño botín que consiguió esa noche en aguas inquietas, cerca de las costas de Falcón, Venezuela. Una capa de barro lo cubre hasta el pecho. Cuando las olas están turbias y lodosas es porque la mar está menstruando en su luna, y no hay buena pesca, explica.

Hace ocho años y más atrás, Chirinos era uno de muchos que pensaban que la mujer y la mar no hacen buena sociedad. Las supersticiones —como que una mujer a bordo de un barco es de mala suerte o que si está menstruando las aguas se enfurecen— son la manifestación oral de un oficio que había sido tradicionalmente masculino en Venezuela. Hasta la crisis.

La incertidumbre económica, social y migratoria que arropa el país caribeño ha provocado un cambio importante en los estados de Aragua, La Guaira y Falcón: la feminización del oficio de la pesca, en un contexto hostil para las mujeres. La costa refleja las desigualdades en Venezuela, donde la pobreza está marcada por el género, como revela la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi 2021).

Las mujeres asumen el trabajo no remunerado y las responsabilidades domésticas en comunidades donde los servicios básicos y las oportunidades de empleo son limitados. A esta precariedad se suma la constante amenaza de violencia de género. En Venezuela se registra un feminicidio cada 47 horas, según datos de 2023 de la ong Utopix.

Vanessa Machado, la líder de las mujeres pescadoras de Ocumare de la Costa, en Aragua, confía en que la mejor forma de sobrevivir a estas adversidades es uniéndose. Por esto fundó la organización El Sol Sale para Todas, con la que busca garantizar que todas las pescadoras tengan acceso a las embarcaciones pesqueras. La mayoría de las lanchas y motores pertenecen a hombres que no confían en las habilidades de las mujeres, hasta que trabajan con ellas.

Doris Duque pesca en Cuyagua desde hace 16 años y es respetada en toda la costa de Aragua. Ha trabajado con hombres y mujeres, y concluye que ellas son mejores pescadoras porque entienden que “más vale maña que fuerza”; que la técnica, el orden y la planificación son más importantes que la potencia de los brazos y las piernas.

Al no sentirse respaldadas por sus parejas y familiares, y al ser sobrevivientes de la violencia que plaga las costas caribeñas de Venezuela, las mujeres pasaron de tejer redes a lanzarlas a la mar. Estas redes no son solo herramientas de pesca, sino también de conexión y comunicación, lo que hace que este oficio sea cada vez más atractivo para quienes cargan solas con la responsabilidad de proveer para sus familias. La pescadora y madre soltera Rina Álvarez considera que la mar es su madre, y cada vez que entra le pide permiso y bendiciones para sus redes en forma de peces.

Duque también ha visto que las mujeres sienten más respeto por la naturaleza. Notan las temporadas de veda, las mareas, las fases lunares y los ritmos de sus propios cuerpos. Ella conoce estos ciclos y los utiliza para garantizar que su relación con la mar no sea de explotación, sino de cuidado mutuo. Por eso aclara que ella pesca como mujer, no como hombre, “y mi fuerza es la de una mujer, que es igual de importante”.

Cindy González, 32, muestra su tatuaje en casa de su madre, la pescadora María Sánchez, 62, en Ocumare de la Costa. Junto a la figura de un pez, en el tatuaje se puede leer el nombre de Rodolfo González, su padre, también pescador. De él aprendió el oficio, pero también de su madre, quien es una de las pescadoras más longevas de la localidad, apodada “la Reina de la Picúa”.
La pescadora Elenia Torres, 31, observa cómo un barco lleno de pescadores tira del sistema de red que sostiene su embarcación en Guabina, Venezuela. Elenia ha estado pescando durante seis años y vive en Ocumare de la Costa.
La pescadora Andrea, 22, sostiene un pez pargo que pescó junto a su esposo y su hijo en la localidad de Puerto Maya, Aragua, Venezuela. Derecha: la pescadora Yoleiza, 30, posa en La Guaira, Venezuela.
Una habitación en la casa de la infancia de la pescadora Milagros “Corito” Molina, en Ocumare de la Costa. Su padre es artista y decoró la casa con piezas originales.
Doble exposición de la pescadora Jenny Tovar, de 42 años, mientras bucea durante la faena de pesca junto a otras mujeres de Ocumare de La Costa, Venezuela, el 10 de agosto de 2024. Jenny pesca desde hace siete años. La medusa bala o bala (Stomolophus meleagris) flota en el mar de Ocumare de la Costa.
Collage de un retrato de tres mujeres en el mar, fotografía del álbum familiar de Vanessa Cuba. La orilla del mar del puerto de La Boca durante la noche en Ocumare de la Costa.
La pescadora Cindy González, 32, saca una red durante un viaje de pesca en Ocumare de la Costa.
Detalle de la estatua de San Rafael, ubicada en la iglesia de Ocumare de la Costa. El santo sostiene un pez en su mano izquierda, que podría incluso asemejarse a un bebé. El pez simboliza las propiedades curativas del santo.
La hija de la pescadora Jenny Tovar, Anelé Aparicio, posa en la playa de Guabina, Venezuela. Suele acompañar a su madre en las faenas de pesca mientras descubre y pierde el miedo al mar y a sus criaturas, a nadar y a todas las texturas del paisaje.
La pescadora Rinah Álvarez sostiene un Elegguá de su altar, en su hogar de Ocumare de la Costa. Es practicante de la religión yoruba, y se reconoce como hija de Yemayá, que la protege en el mar y durante las faenas de pesca. En el desarrollo de su espiritualidad ha sido muy importante su abuela Estherbina, y la necesidad de encomendarse y pedir por la sanación de su hijo Kenyn, paciente oncológico de 15 años.
Las nietas de la pescadora María Sánchez, 62, sostienen un vestido que ella les hizo en su casa de Ocumare de la Costa. Las mariposas recuerdan la devoción a la Virgen del Carmen por parte de las pescadoras y los pescadores de la localidad.
La pescadora Milagros “Corito” Molina, 42, flota con sus hijos Rogleeberth y Rovjuan durante una fiesta de despedida para una pescadora migrante en el río La Trilla, cerca de Ocumare de la Costa.
Las hermanas Francis Chávez, 41, Perielia María Chávez, 50, y Jennifer Bacalao, 33, descansan sobre las redes luego de pescar en Chuao, Venezuela, el 10 de abril de 2025.
La sangre flota y se hunde en el puerto de Ocumare de la Costa, en Venezuela, el 29 de agosto de 2024. Los procesadores de pescado desangran el producto justo después de sacarse de los barcos.
La pescadora Rina Alvarez, de 42 años, posa para un retrato con su cuchillo de pesca en la playa de Guabina, en Venezuela, el 9 de agosto de 2024.
La pescadora Yarami Ramírez, de 32 años, habla con los hombres durante una fiesta de despedida para una pescadora migrante en el río Trilla, cerca de Ocumare de la Costa, Venezuela, el 30 de agosto de 2024.
La pescadora Doris Duque, 54, navega en mar abierto mientras habla de su trabajo y de ser pescadora después de salir de Cuyagua. Doris lleva 16 años pescando.

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Jenny Tovar, 42, viaja en lancha durante la faena junto a otras pescadoras de Ocumare de la Costa, Venezuela, el 10 de agosto de 2024. Jenny pesca desde hace siete años.

Luna de agua

Luna de agua

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Este es el proyecto de la colectiva Solunar, integrada por Andrea Hernández Briceño, Lety Tovar y Freisy González. Se trata de una serie fotográfica que retrata los cambios en las dinámicas económicas y sociales de las costas venezolanas.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

“La mar regla, como las mujeres”, dice el pescador Luis Chirinos al descargar el pequeño botín que consiguió esa noche en aguas inquietas, cerca de las costas de Falcón, Venezuela. Una capa de barro lo cubre hasta el pecho. Cuando las olas están turbias y lodosas es porque la mar está menstruando en su luna, y no hay buena pesca, explica.

Hace ocho años y más atrás, Chirinos era uno de muchos que pensaban que la mujer y la mar no hacen buena sociedad. Las supersticiones —como que una mujer a bordo de un barco es de mala suerte o que si está menstruando las aguas se enfurecen— son la manifestación oral de un oficio que había sido tradicionalmente masculino en Venezuela. Hasta la crisis.

La incertidumbre económica, social y migratoria que arropa el país caribeño ha provocado un cambio importante en los estados de Aragua, La Guaira y Falcón: la feminización del oficio de la pesca, en un contexto hostil para las mujeres. La costa refleja las desigualdades en Venezuela, donde la pobreza está marcada por el género, como revela la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi 2021).

Las mujeres asumen el trabajo no remunerado y las responsabilidades domésticas en comunidades donde los servicios básicos y las oportunidades de empleo son limitados. A esta precariedad se suma la constante amenaza de violencia de género. En Venezuela se registra un feminicidio cada 47 horas, según datos de 2023 de la ong Utopix.

Vanessa Machado, la líder de las mujeres pescadoras de Ocumare de la Costa, en Aragua, confía en que la mejor forma de sobrevivir a estas adversidades es uniéndose. Por esto fundó la organización El Sol Sale para Todas, con la que busca garantizar que todas las pescadoras tengan acceso a las embarcaciones pesqueras. La mayoría de las lanchas y motores pertenecen a hombres que no confían en las habilidades de las mujeres, hasta que trabajan con ellas.

Doris Duque pesca en Cuyagua desde hace 16 años y es respetada en toda la costa de Aragua. Ha trabajado con hombres y mujeres, y concluye que ellas son mejores pescadoras porque entienden que “más vale maña que fuerza”; que la técnica, el orden y la planificación son más importantes que la potencia de los brazos y las piernas.

Al no sentirse respaldadas por sus parejas y familiares, y al ser sobrevivientes de la violencia que plaga las costas caribeñas de Venezuela, las mujeres pasaron de tejer redes a lanzarlas a la mar. Estas redes no son solo herramientas de pesca, sino también de conexión y comunicación, lo que hace que este oficio sea cada vez más atractivo para quienes cargan solas con la responsabilidad de proveer para sus familias. La pescadora y madre soltera Rina Álvarez considera que la mar es su madre, y cada vez que entra le pide permiso y bendiciones para sus redes en forma de peces.

Duque también ha visto que las mujeres sienten más respeto por la naturaleza. Notan las temporadas de veda, las mareas, las fases lunares y los ritmos de sus propios cuerpos. Ella conoce estos ciclos y los utiliza para garantizar que su relación con la mar no sea de explotación, sino de cuidado mutuo. Por eso aclara que ella pesca como mujer, no como hombre, “y mi fuerza es la de una mujer, que es igual de importante”.

Cindy González, 32, muestra su tatuaje en casa de su madre, la pescadora María Sánchez, 62, en Ocumare de la Costa. Junto a la figura de un pez, en el tatuaje se puede leer el nombre de Rodolfo González, su padre, también pescador. De él aprendió el oficio, pero también de su madre, quien es una de las pescadoras más longevas de la localidad, apodada “la Reina de la Picúa”.
La pescadora Elenia Torres, 31, observa cómo un barco lleno de pescadores tira del sistema de red que sostiene su embarcación en Guabina, Venezuela. Elenia ha estado pescando durante seis años y vive en Ocumare de la Costa.
La pescadora Andrea, 22, sostiene un pez pargo que pescó junto a su esposo y su hijo en la localidad de Puerto Maya, Aragua, Venezuela. Derecha: la pescadora Yoleiza, 30, posa en La Guaira, Venezuela.
Una habitación en la casa de la infancia de la pescadora Milagros “Corito” Molina, en Ocumare de la Costa. Su padre es artista y decoró la casa con piezas originales.
Doble exposición de la pescadora Jenny Tovar, de 42 años, mientras bucea durante la faena de pesca junto a otras mujeres de Ocumare de La Costa, Venezuela, el 10 de agosto de 2024. Jenny pesca desde hace siete años. La medusa bala o bala (Stomolophus meleagris) flota en el mar de Ocumare de la Costa.
Collage de un retrato de tres mujeres en el mar, fotografía del álbum familiar de Vanessa Cuba. La orilla del mar del puerto de La Boca durante la noche en Ocumare de la Costa.
La pescadora Cindy González, 32, saca una red durante un viaje de pesca en Ocumare de la Costa.
Detalle de la estatua de San Rafael, ubicada en la iglesia de Ocumare de la Costa. El santo sostiene un pez en su mano izquierda, que podría incluso asemejarse a un bebé. El pez simboliza las propiedades curativas del santo.
La hija de la pescadora Jenny Tovar, Anelé Aparicio, posa en la playa de Guabina, Venezuela. Suele acompañar a su madre en las faenas de pesca mientras descubre y pierde el miedo al mar y a sus criaturas, a nadar y a todas las texturas del paisaje.
La pescadora Rinah Álvarez sostiene un Elegguá de su altar, en su hogar de Ocumare de la Costa. Es practicante de la religión yoruba, y se reconoce como hija de Yemayá, que la protege en el mar y durante las faenas de pesca. En el desarrollo de su espiritualidad ha sido muy importante su abuela Estherbina, y la necesidad de encomendarse y pedir por la sanación de su hijo Kenyn, paciente oncológico de 15 años.
Las nietas de la pescadora María Sánchez, 62, sostienen un vestido que ella les hizo en su casa de Ocumare de la Costa. Las mariposas recuerdan la devoción a la Virgen del Carmen por parte de las pescadoras y los pescadores de la localidad.
La pescadora Milagros “Corito” Molina, 42, flota con sus hijos Rogleeberth y Rovjuan durante una fiesta de despedida para una pescadora migrante en el río La Trilla, cerca de Ocumare de la Costa.
Las hermanas Francis Chávez, 41, Perielia María Chávez, 50, y Jennifer Bacalao, 33, descansan sobre las redes luego de pescar en Chuao, Venezuela, el 10 de abril de 2025.
La sangre flota y se hunde en el puerto de Ocumare de la Costa, en Venezuela, el 29 de agosto de 2024. Los procesadores de pescado desangran el producto justo después de sacarse de los barcos.
La pescadora Rina Alvarez, de 42 años, posa para un retrato con su cuchillo de pesca en la playa de Guabina, en Venezuela, el 9 de agosto de 2024.
La pescadora Yarami Ramírez, de 32 años, habla con los hombres durante una fiesta de despedida para una pescadora migrante en el río Trilla, cerca de Ocumare de la Costa, Venezuela, el 30 de agosto de 2024.
La pescadora Doris Duque, 54, navega en mar abierto mientras habla de su trabajo y de ser pescadora después de salir de Cuyagua. Doris lleva 16 años pescando.

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