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Una carnita asada al estilo de Carín León

Una carnita asada al estilo de Carín León

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
19
.
06
.
25
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

Para conocer la hospitalidad y la esencia de Carín León es preciso echar un vistazo a sus festejos, donde la cerveza y la carne no se acaban.

A mediados de los años noventa, yo era norteña de dientes para adentro y no quería que nadie se enterara. En ese entonces vivía en Hermosillo, Sonora, en pleno desierto al noroeste de México y a tres horas de la frontera con Estados Unidos. Aunque sentía vergüenza cuando sonaba una canción norteña en la radio, me descubría bailando y cantándola en mi mente. Consumir música “popular”, en el sentido más discriminatorio y peyorativo de la palabra, era solo para la clase empobrecida según cierto sector de la población —usualmente el más favorecido—. Aunque mi mamá y yo varias veces no tuvimos dinero suficiente para comer, en mi perspectiva de niña supuse que no estaba bien que nos clasificaran en ese sitio, así que callaba y ocultaba mi “gusto culposo”. 

En mi familia, aquellas canciones eran permitidas únicamente en fiestas, más cuando mis tías y tíos ya tenían unos tragos encima. Quien diría que 30 años después atestiguaría una borrachera en el rancho de Carín León, al cantar a todo pulmón cada una de sus canciones.

Además de la admiración por Carín, sentía mucha curiosidad acerca de ese morro que creció en una colonia con casas pequeñas —algunas de interés social otras levantadas con el esfuerzo de años de trabajo— vecina a la mía. Hoy él llena estadios en todo el mundo cantando esos temas rechazados por mí en la infancia.

Luego de meses buscando la entrevista, a principios de marzo de 2025 me tomó por sorpresa que el lanzamiento de su nuevo disco, Palabra de To´s, fuera un concierto privado en San Pedro el Saucito, un municipio a 15 minutos de Hermosillo, y que yo fuera una de las invitadas. 

Fiestas de dos días

Volé de la Ciudad de México hacia mi ciudad natal. Un par de horas de camino y tres filtros de seguridad después me encontré en el jardín de una casa típica de esa zona: terreno amplio, alberca, construcción de un solo piso; con una sustancial diferencia: al fondo del jardín había un escenario con una gran pantalla y músicos que ensayaban en el backstage.

Dicen que un buen anfitrión lo demuestra con la comida. En mi vida había visto o siquiera disfrutado un corte de res Wagyu, los conocía gracias al chef británico Gordon Ramsay que alababa o destrozaba a algún concursante de reality show por su forma de cocinar ese platillo tan costoso y preciado. Ese día, estuve frente a un tablón de 20 metros sobre el cual fueron colocados decenas de Wagyu y Porter House; a un lado, sobre el pasto, tres enormes costillares de res estaban colocados en pinzas giratorias sobre carretas de construcción con carbón ardiente. El corte New York Wagyu Japonés Kagoshima cuesta 2 350 pesos y el Porter House 1 209, de acuerdo con la página de JAF Carnicería, la marca de la carne que asaron esa noche. 

Érik Colocio, chef y socio de JAF, asegura que en los eventos del cantante nunca pueden faltar las tortillas de harina y los frijoles, comida tradicional de Sonora. Erik tiene dos años trabajando con Carín y su cercanía es tal que la receta del costillar en carretilla lleva por nombre: Las Costillas de la Mey, en honor a la novia de Carín.

Durante el cumpleaños 35 de Carín, en julio de 2024, se festejó durante dos días y los cocineros Paul Rodríguez y José Figueroa, también de JAF, atendieron a más de 500 personas en un campamento instalado “arriba de un cerro” rocoso en San Carlos, una playa sonorense en las costas del Mar de Cortés con atardeceres de tonos rosados memorables.

En días previos al llamado Carín´s Fest los medios locales dieron cuenta de cómo llegaron al aeropuerto de Hermosillo aviones privados que transportaban a figuras como Eduin Caz de Grupo Firme, Alex Ubago, Pepe Aguilar, Paco Ayala de Molotov, Alejandra Guzmán, Jesús Navarro de Reik, Mario Domm, Ana Bárbara, la rapera Snow Tha Product, Jay de la Cueva, Leonel García de Sin Bandera, Adelaido Solí de Grupo Frontera y Adriel Favela.

Para los chefs, el mejor recuerdo de aquel evento es la humildad con la que los trató Carín y cómo les acondicionó espacios para descansar, comer rico y beber uno que otro trago.

A la fiesta que nos atañe también llegan varios influencers, periodistas y diversos músicos que desfilan por una pasarela de madera. Los más asediados, Paty Chapoy y El Capi Pérez, conductores de TV Azteca.

En una sala improvisada como estudio de filmación, a un costado de la alberca, Carín charla con distintos medios de comunicación. En las paredes, cuadros enormes de colores cálidos y un bar al fondo donde reposan vasos usados y una caguama de cerveza Miller High Life, la favorita del sonorense. Incluso si alguien le ofrece otro trago, lo recibe con amabilidad pero sin que nadie lo note, lo deja por ahí y vuelve a su caguama.

También te puede interesar leer "Nodal en su debido contexto".

Bromea, ríe y se presta a cualquier dinámica que su entrevistador le pide: canta, brinda, baila. A la distancia, yo no puedo dejar de pensar que podía ser cualquiera de mis primos: blanco, alto, fornido, con barba y bigote tupido; cabello negro y corto, siempre con un sombrero o una gorra estilo beisbol, jeans, botas y una camiseta holgada.

Me acerco a la consola y platico con personas de su staff, son entre 50 y 80 quienes lo acompañan a los shows, más del 80% originarios de Sonora. Lo dijo en el concierto Tiny Desk de la National Public Radio (NPR), a mediados de mayo del 2025: “Orgullosamente hermosillense, así como todos estos músicos” y lo repite en cada concierto.

Su equipo cercano cuenta que lo más complejo son los viajes largos en avión: ríen al describir cómo terminan acostados en los pasillos o con los baños clausurados por la alta demanda. “Lo peor que te puede pasar [como viajero] es encontrarte con nosotros en un restaurante o un aeropuerto”, dice uno de ellos.

Sin duda Carín es el heredero de la frase de Vicente Fernández: “Mientras ustedes no dejen de aplaudir, no dejaré de cantar”. Según Moncho, su stage manager desde hace más de cuatro años, el hermosillense no sigue reglas, ya que el setlist inicial puede incluir 20 canciones y terminar tocando 60. “Nunca ha habido un show igual”, remata. Así lo viví en el Palenque de Metepec en el Estado de México, donde además de sus tradicionales composiciones, incluyó en su repertorio otras de Los Tigres Norte, Maná, Alejandra Guzmán y Eros Ramazzotti con las que enloqueció al público que coreó y bailó hasta las 4:30 de la mañana.

Aquella imagen dista mucho de los primeros videos de él en el escenario cuando estudiaba en el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos de Sonora (Cecytes). Era un joven corpulento, con una camisa beige y una guitarra en la mano, que no interactuaba con el público; a pesar de ello, mostraba la nítida y poderosa voz que sostenía las más altas notas de “La Malagueña”. Ahora, Carín es un showman. Se entrega en cada tonada, recibe ramos de rosas de decenas de mujeres, se toma fotos con ellas, y con los hombres, brinda y canta al unísono.

“Es muy raro que nos regañe. Hay que cacharlo con las canciones, empieza, hace una señal y todos seguimos. Hay una conexión clave”, dice Mayo, ingeniero de audio. Moncho y Mayo coinciden en que su trabajo no se siente como tal. El cantautor les permite divertirse, beber alcohol, comer rico y disfrutar. Mientras cumplan al pie de la letra sus obligaciones, todo se vale. Uno de esos conciertos que acabó hasta la madrugada fue del 2 de marzo de 2024 en el Estadio Fernando Valenzuela, en Hermosillo, donde el compositor protagonizó uno de sus momentos más criticados por la prensa y en redes sociales por su alusión al uso de cocaína. Previo al inicio de una canción declaró: “Nosotros no somos ejemplo, somos músicos y vivimos de lo que hacemos, nos gusta la música. No nos comparen, no quieran hacer ejemplos, pero la neta con esta rola se me antoja irme al baño y echarme un perico, lo que es, pa’ que les voy a decir que no, si sí, pues, la neta, como buen hermosillense derecho y al que no le guste es su problema, no el mío. Arriba la música mexicana, arriba la loquera y arriba la borrachera compa”.

A pesar de los señalamientos, el cantante no dio declaraciones y tres días más tarde publicó la canción “Cuando la vida sea trago”: “Soy el que le sacó canas a mamá. El que siempre soñó con tener lana y desde una edad temprana siempre tuve esa ambición. Yo soy el dolor de cabeza de las suegras. De la familia soy la oveja negra, de chamaco siempre di problemas y preocupación. […] Fui un grosero pero tuve educación. A la escuela solo iba por la linda del salón; hubo una que me falló, desde ahí soy un cabrón, solamente porque mami me enseñó a pedir perdón”. Luis Fernando Molina, un vecino de su juventud, me dice que el mayor de los Díaz de León era “un cabrón, bien fiestero, pero buena persona”. Entiendo que esto ha cambiado un poco, no lo fiestero, sino ser el dolor de cabeza de las suegras.

Apapachado por todas, amado por una

En el lugar de la presentación de su nuevo disco está La Mey, como le dicen los cercanos a su novia, lo observa, se mandan besos y “te amos” a la distancia. Meylin Zúñiga Orrego, pelo castaño claro y lacio, delgada, nariz fina y labios carnosos. Perfectamente maquillada, cálida, amable. Es originaria de Tamaulipas y desde que son pareja, no se separan ni un segundo. La pareja se conoció en 2024 porque un excliente de ella le pidió que lo contratara para un concierto en Chihuahua. Primero fue amistad y ahora un romance que acapara las secciones de sociales de los medios sonorenses. Siempre están como “muéganos”, esos dulces de harina que el caramelo no permite que se separen. Aunque a él no le gusta ver series ni ir al cine, por ella, lo hace.

“Siempre estamos juntos, nunca me deja. Hace poco nos conocimos de verdad. Viajamos con los cuatro niños —un niño y una niña de ella de un matrimonio previo y dos niños de él, también de una relación anterior—, me emocioné mucho porque vi su lado paternal. Si él quiere…, yo aquí me quedo para siempre”, dice La Mey con una pícara sonrisa. También acepta que al principio le costaba mucho la crítica y sentía inseguridad; sin embargo, cada vez le importan menos los chismes. Es celosa pero no “tóxica”, sabe que muchas fans lo buscan pero confía en él. Así fue en el Palenque de Metepec, el cantante abrazó y besó a todas sus fans, pero entre canción y canción volteaba a ver a Mey y su boca emitía un: “Te amo”.

Carín la describe como luminosa: “Yo soy oscuridad y ella luz. Es un gran contraste. Tengo muchos problemas con mis rollos, con mi cabeza que está muy acelerada todo el tiempo. […] Un poco loco, un poco oscuro y ella es pura luz, pura felicidad, pura buena vibra, nos complementamos muy bien”. No sé si ella haya sido responsable de su cambio, pero así parece. Vi a Carín en entrevistas anteriores, como la que dio a los integrantes de La Cotorrisa, y parece otro. Habla sobre el bullying y cómo analizar tanto este término ha creado a “personas débiles” que no están listas para un mundo “que te va a partir la madre” o ríe cuando los conductores hacen chistes misóginos y homófobos. Ahora, me sorprende cuando describe su deconstrucción: “Me están pidiendo que sea un hijo de chingada, que sea un pinche rockstar haciendo lo que yo quiera. […] Este machismo que también nos impusieron a nosotros como mexicanos, y más en el norte. Durante mucho tiempo, el vato que trae la troca es el perro, el vato que trae la mujer más chila es el chingón… El rollo es querer cambiar, romper con eso”.

En “Cambia!”, canción que compuso e interpretó con C. Tangana y Adrien Favela, habla sobre un tipo al que la sociedad le enseñó a querer armas, casas y carros nuevos y hoy está ocupado en ser distinto. También en esa letra describe que creció escuchando “canciones de valientes en los versos de Chalino”; aun así, Carín no compone ni canta narcocorridos o corridos tumbados. Asegura que de “morro” sí le gustaban, pues son parte de su cultura, y reflexiona que fue la educación quien le hizo darse cuenta de que no está bien propagar esos mensajes.

Oleada sonorense

En Hermosillo, Carín es nuestro Frank Sinatra paseando por Las Vegas. No saben cuántas veces he leído una nota o escuchado a mis amigos y familia decir: “Vi el Ferrari del Carín en el Colosio” o “va al mismo gimnasio que mi hermana”, “es un buen tipo, siempre saluda desde su Cyber Truck cuando la gente le pita en la calle”, “¿ves esa casa grandota arriba del cerro?, es del Carín”. 

El cantautor nació el 26 de julio de 1989 en esa ciudad al noroeste de México. Óscar Armando Díaz de León Huez, de acuerdo con su acta de nacimiento; aunque eligió Carín como nombre artístico porque deseaba algo con “fuerza”, además, así le dicen desde niño. “Este es mi hogar, el lugar a donde pertenezco… Vaya, creo que no tendría sentido nada, no tendría sentido lograr tantas cosas si no pudiera llegar aquí a mi ciudad, a compartir el éxito. A ver, me voy a Los Ángeles y voy a ser otro más de tantos que hay, me voy a Ciudad de México y voy a ser otro más”, explica. Dos integrantes de su staff me confirman que Hermosillo es su lugar feliz, si tiene un día libre entre conciertos, siempre prefiere regresar en lugar de dormir en un hotel.

Aunque ya no vivo en Sonora, cuando voy de vacaciones no me ha tocado toparme con él, a pesar de ello, siempre me dio curiosidad saber la razón o razones que lo llevan a seguir viviendo en su ciudad natal con menos de un millón de habitantes y veranos de hasta 50 grados centígrados.

Carín creció en El Sahuaro, una colonia popular de Hermosillo, fundada en los años setenta: “Cuando tengo malos ratos o tengo ganas de manejar voy a echar una vuelta a la calle donde vivía”, recuerda el cantante. “De cierta manera, puedo vivir en todas partes, pero sigo sintiendo que esa calle es como mi casa. Es muy raro, un sentido de pertenencia muy muy diferente”.

Hijo de Óscar Díaz de León y Carmen Julia Huez, él y su hermano menor, Luis, llevan la música en la sangre. Desde muy pequeños escuchaban a Pedro Infante, Javier Solís o a Francisco “El Charro” Avitia en la casa de su abuela, quien los cuidaba mientras sus padres trabajaban. La abuela sinaloense le heredó el gusto por la banda y la tía Rosy, por Camilo Sesto, Rocío Durcal y Sandro. También consumían rock en inglés y español. Carín se considera fan de Silvio Rodríguez, le llama maestro por lo potente de sus letras. 

Su hermano también lo acompaña en las giras hasta hoy, toca la guitarra y también canta, además de trabajar con Carín, Luis es parte de un grupo local llamado Temporal. En publicaciones de Instagram en las que aparecen juntos, su mamá les llama: “Mis guapos”.

Te recomendamos leer: Natanael Cano, el plebe que se soñó rey.

“En cierta manera busqué traer a Hermosillo al mapa”, continúa el autor de “Alguien mejor”. Honestamente, siento envidia, hace 20 años que ya no estoy allá y al escucharlo me dan ganas de regresar.

La primera vez que siento que Carín se relaja es cuando platico con él sobre lo mucho que me gusta el popurrí que hizo del grupo Tropicalísimo Apache y cómo me recuerda los bailes en los pueblos. Ese momento donde frente a la iglesia, en la plaza central, se nos olvidan colores, clases, estatus y bailamos por horas, bien abrazados: “Se te antoja, se te antoja andar en la plaza. Los sonorenses entendemos ese feeling, ¿no? Ese feeling de tardiadita, rolitas del Apache. Irnos ahí a una placita a gusto, estaría chilo, se antoja”.

Antes de llenar estadios en México, Estados Unidos, Sudamérica y Europa, Carín compuso, cantó y tocó en un par de agrupaciones: Los Reales y Grupo Arranke. Me parece mágico pensar que un día en una fiesta de quinceaños o boda a la que me invitaron estaba él cantando una canción del Apache: “A mucha gente aquí de Hermosillo le tocó que le cantara en sus fiestas. Me salen mucho esos comentarios en redes: `Me acuerdo que tocaste en mi boda´”.

Soy testigo de que no olvida sus orígenes, en cada concierto menciona a la H —refiriéndose a Hermosillo—. Recuerdo que en el show del Estadio GNP en diciembre de 2024 llevó a Clemente Castillo, vocalista de Jumbo, grupo dosmilero representante de la Oleada Regia. Para quienes crecimos en esa época, Jumbo y otras agrupaciones más, eran ejemplo de que en los estados también se hacía buena música. Cantaron un par de canciones juntos, seguramente las que Carín interpretaba en su juventud en la regadera. Le pregunto si considera que es momento de la Oleada Sonorense, asiente. “Y me siento muy orgulloso de pertenecer a ella”, dice.

El hermosillense, con hasta la fecha 5 discos de estudio y 12 álbumes en vivo, es parte de una generación de cantantes con fama mundial nacidos en Sonora de entre 24 y 38 años como Natanael Cano, Gabito Ballesteros, Christian Nodal, Yuridia, Caloncho, Simpson Ahuevo, Charles Ans, Michel Maciel y Kakalo, cada quien con sus procesos y logros. 

Encerrado pero enfiestado

En la pandemia por covid-19, Carín rompió el ciclo de aislamiento, creando. Compuso, grabó dos discos y utilizó las redes sociales para viralizar su música. Aun cuando ya tenía éxito en Estados Unidos, en México todavía era poco conocido hasta que en 2020 grabó un cover de la canción “Tú” de Noelia y rompió el internet. Así lo conocí. Con sus canciones me sacó de la rutina de ansiedad y me regresó a mi Sonora Querida.

“A la pandemia sí le agradezco el tiempo que me dio conmigo. Me puse a hacer música en lugar de ciclarme”, asegura. Después vino “La boda del Huitlacoche”, su forma de bailarla se hizo famosa en Tik Tok y se convirtió en un baile/reto. Describe como bizarro que personas en Holanda brinquen y muevan las piernas cómo él, al ritmo de acordeón, pero le gusta.

En 2024 debutó en el Grand Ole Opry en Nashville, Tennessee, uno de los lugares más importantes para la música country y participó en el Festival Coachella, donde el ayuntamiento le dio la llave de la ciudad. Una semana después se presentó en el Festival Stagecoach de música country y 2025 no ha sido diferente, pues participó en el Festival de Viña del Mar en Chile donde recibió los premios Gaviota de Oro y Plata; en marzo cantó en el Rodeo de Houston ante más de 70 000 personas. Lanzó el sencillo “She hurts like Tequila” con el famoso cantautor de música country, Cody Johnson, e hizo duetos con Maluma, Alejandro Fernández y con el cantaor de flamenco, Diego “El Cigala”.

Carín decidió que la portada de su disco, el que presenta esta noche, fuera una recreación en caricatura de la última cena de Jesús, y más allá de la controversia que esto pudiera traer, él quería poner en un lugar preponderante a los 28 compositores y compositoras que le han acompañado en su carrera como artista: “Los culpables de todo lo que está pasando en la escena y la música mexicana”, dice.

En el evento del lanzamiento de Palabra de To´s está uno de ellos, Juan Carlos Corral Félix, mejor conocido como Kakalo, amigo y compositor de León. Cuando comparten el escenario lo llama: “La promesa” y alaba su talento. También es cantante y oriundo de Hermosillo. Hace unas semanas, ambos lanzaron el sencillo “Trágame Tierra”, canción con la que Kakalo ganó en febrero la Gaviota de Plata en el Festival de Viña del Mar. Ellos se conocieron en el estudio de grabación, Juan Carlos le enseñó la composición “De piedra a papel” que después Carín grabaría con el español Pablo Alborán.

Todos a quienes entrevisté, describen a León como una gran persona, preocupada por sus colaboradores y empleados: “Es único en su especie, un compa más. Carrillero (bromista) y gran artista internacional”, asegura Kakalo.

Epílogo

Cuando me acerco a Carín está nervioso. Siento que no se acostumbra a hablar de su vida personal. En la muñeca porta un reloj dorado con diamantes y una esclava de oro con piedras incrustadas. Crucifijo en el cuello. Los tatuajes en los brazos hacen referencia a las portadas de sus discos o a su familia. Los ojos se le humedecen cuando le digo que he hablado con las personas de su equipo y con su novia y han sido muy cariñosas y generosas al describirlo. Me mira fijo y brinda al aire con su caguama y se la lleva al corazón. El momento llegó. Carín sube al escenario. Agradece que lo estemos acompañando, parece contento. Mientras suenan los acordes de "No es por acá", le manda un beso a la Mey. Inicia la farra.

Playlist de canciones en el concierto privado

  1. Cómo duele equivocarse
  2. Casi oficial
  3. Te lo agradezco
  4. Despídase bien 
  5. La primera cita 
  6. Sonora y sus ojos negros
  7. Así fue / Juanga
  8. Ahí estabas tú 
  9. Ocupo una limpia
  10. De compas
  11. El amor de tu vida
  12. Tierra trágame

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Una carnita asada al estilo de Carín León

Una carnita asada al estilo de Carín León

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25
AAAA
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Para conocer la hospitalidad y la esencia de Carín León es preciso echar un vistazo a sus festejos, donde la cerveza y la carne no se acaban.

A mediados de los años noventa, yo era norteña de dientes para adentro y no quería que nadie se enterara. En ese entonces vivía en Hermosillo, Sonora, en pleno desierto al noroeste de México y a tres horas de la frontera con Estados Unidos. Aunque sentía vergüenza cuando sonaba una canción norteña en la radio, me descubría bailando y cantándola en mi mente. Consumir música “popular”, en el sentido más discriminatorio y peyorativo de la palabra, era solo para la clase empobrecida según cierto sector de la población —usualmente el más favorecido—. Aunque mi mamá y yo varias veces no tuvimos dinero suficiente para comer, en mi perspectiva de niña supuse que no estaba bien que nos clasificaran en ese sitio, así que callaba y ocultaba mi “gusto culposo”. 

En mi familia, aquellas canciones eran permitidas únicamente en fiestas, más cuando mis tías y tíos ya tenían unos tragos encima. Quien diría que 30 años después atestiguaría una borrachera en el rancho de Carín León, al cantar a todo pulmón cada una de sus canciones.

Además de la admiración por Carín, sentía mucha curiosidad acerca de ese morro que creció en una colonia con casas pequeñas —algunas de interés social otras levantadas con el esfuerzo de años de trabajo— vecina a la mía. Hoy él llena estadios en todo el mundo cantando esos temas rechazados por mí en la infancia.

Luego de meses buscando la entrevista, a principios de marzo de 2025 me tomó por sorpresa que el lanzamiento de su nuevo disco, Palabra de To´s, fuera un concierto privado en San Pedro el Saucito, un municipio a 15 minutos de Hermosillo, y que yo fuera una de las invitadas. 

Fiestas de dos días

Volé de la Ciudad de México hacia mi ciudad natal. Un par de horas de camino y tres filtros de seguridad después me encontré en el jardín de una casa típica de esa zona: terreno amplio, alberca, construcción de un solo piso; con una sustancial diferencia: al fondo del jardín había un escenario con una gran pantalla y músicos que ensayaban en el backstage.

Dicen que un buen anfitrión lo demuestra con la comida. En mi vida había visto o siquiera disfrutado un corte de res Wagyu, los conocía gracias al chef británico Gordon Ramsay que alababa o destrozaba a algún concursante de reality show por su forma de cocinar ese platillo tan costoso y preciado. Ese día, estuve frente a un tablón de 20 metros sobre el cual fueron colocados decenas de Wagyu y Porter House; a un lado, sobre el pasto, tres enormes costillares de res estaban colocados en pinzas giratorias sobre carretas de construcción con carbón ardiente. El corte New York Wagyu Japonés Kagoshima cuesta 2 350 pesos y el Porter House 1 209, de acuerdo con la página de JAF Carnicería, la marca de la carne que asaron esa noche. 

Érik Colocio, chef y socio de JAF, asegura que en los eventos del cantante nunca pueden faltar las tortillas de harina y los frijoles, comida tradicional de Sonora. Erik tiene dos años trabajando con Carín y su cercanía es tal que la receta del costillar en carretilla lleva por nombre: Las Costillas de la Mey, en honor a la novia de Carín.

Durante el cumpleaños 35 de Carín, en julio de 2024, se festejó durante dos días y los cocineros Paul Rodríguez y José Figueroa, también de JAF, atendieron a más de 500 personas en un campamento instalado “arriba de un cerro” rocoso en San Carlos, una playa sonorense en las costas del Mar de Cortés con atardeceres de tonos rosados memorables.

En días previos al llamado Carín´s Fest los medios locales dieron cuenta de cómo llegaron al aeropuerto de Hermosillo aviones privados que transportaban a figuras como Eduin Caz de Grupo Firme, Alex Ubago, Pepe Aguilar, Paco Ayala de Molotov, Alejandra Guzmán, Jesús Navarro de Reik, Mario Domm, Ana Bárbara, la rapera Snow Tha Product, Jay de la Cueva, Leonel García de Sin Bandera, Adelaido Solí de Grupo Frontera y Adriel Favela.

Para los chefs, el mejor recuerdo de aquel evento es la humildad con la que los trató Carín y cómo les acondicionó espacios para descansar, comer rico y beber uno que otro trago.

A la fiesta que nos atañe también llegan varios influencers, periodistas y diversos músicos que desfilan por una pasarela de madera. Los más asediados, Paty Chapoy y El Capi Pérez, conductores de TV Azteca.

En una sala improvisada como estudio de filmación, a un costado de la alberca, Carín charla con distintos medios de comunicación. En las paredes, cuadros enormes de colores cálidos y un bar al fondo donde reposan vasos usados y una caguama de cerveza Miller High Life, la favorita del sonorense. Incluso si alguien le ofrece otro trago, lo recibe con amabilidad pero sin que nadie lo note, lo deja por ahí y vuelve a su caguama.

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Bromea, ríe y se presta a cualquier dinámica que su entrevistador le pide: canta, brinda, baila. A la distancia, yo no puedo dejar de pensar que podía ser cualquiera de mis primos: blanco, alto, fornido, con barba y bigote tupido; cabello negro y corto, siempre con un sombrero o una gorra estilo beisbol, jeans, botas y una camiseta holgada.

Me acerco a la consola y platico con personas de su staff, son entre 50 y 80 quienes lo acompañan a los shows, más del 80% originarios de Sonora. Lo dijo en el concierto Tiny Desk de la National Public Radio (NPR), a mediados de mayo del 2025: “Orgullosamente hermosillense, así como todos estos músicos” y lo repite en cada concierto.

Su equipo cercano cuenta que lo más complejo son los viajes largos en avión: ríen al describir cómo terminan acostados en los pasillos o con los baños clausurados por la alta demanda. “Lo peor que te puede pasar [como viajero] es encontrarte con nosotros en un restaurante o un aeropuerto”, dice uno de ellos.

Sin duda Carín es el heredero de la frase de Vicente Fernández: “Mientras ustedes no dejen de aplaudir, no dejaré de cantar”. Según Moncho, su stage manager desde hace más de cuatro años, el hermosillense no sigue reglas, ya que el setlist inicial puede incluir 20 canciones y terminar tocando 60. “Nunca ha habido un show igual”, remata. Así lo viví en el Palenque de Metepec en el Estado de México, donde además de sus tradicionales composiciones, incluyó en su repertorio otras de Los Tigres Norte, Maná, Alejandra Guzmán y Eros Ramazzotti con las que enloqueció al público que coreó y bailó hasta las 4:30 de la mañana.

Aquella imagen dista mucho de los primeros videos de él en el escenario cuando estudiaba en el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos de Sonora (Cecytes). Era un joven corpulento, con una camisa beige y una guitarra en la mano, que no interactuaba con el público; a pesar de ello, mostraba la nítida y poderosa voz que sostenía las más altas notas de “La Malagueña”. Ahora, Carín es un showman. Se entrega en cada tonada, recibe ramos de rosas de decenas de mujeres, se toma fotos con ellas, y con los hombres, brinda y canta al unísono.

“Es muy raro que nos regañe. Hay que cacharlo con las canciones, empieza, hace una señal y todos seguimos. Hay una conexión clave”, dice Mayo, ingeniero de audio. Moncho y Mayo coinciden en que su trabajo no se siente como tal. El cantautor les permite divertirse, beber alcohol, comer rico y disfrutar. Mientras cumplan al pie de la letra sus obligaciones, todo se vale. Uno de esos conciertos que acabó hasta la madrugada fue del 2 de marzo de 2024 en el Estadio Fernando Valenzuela, en Hermosillo, donde el compositor protagonizó uno de sus momentos más criticados por la prensa y en redes sociales por su alusión al uso de cocaína. Previo al inicio de una canción declaró: “Nosotros no somos ejemplo, somos músicos y vivimos de lo que hacemos, nos gusta la música. No nos comparen, no quieran hacer ejemplos, pero la neta con esta rola se me antoja irme al baño y echarme un perico, lo que es, pa’ que les voy a decir que no, si sí, pues, la neta, como buen hermosillense derecho y al que no le guste es su problema, no el mío. Arriba la música mexicana, arriba la loquera y arriba la borrachera compa”.

A pesar de los señalamientos, el cantante no dio declaraciones y tres días más tarde publicó la canción “Cuando la vida sea trago”: “Soy el que le sacó canas a mamá. El que siempre soñó con tener lana y desde una edad temprana siempre tuve esa ambición. Yo soy el dolor de cabeza de las suegras. De la familia soy la oveja negra, de chamaco siempre di problemas y preocupación. […] Fui un grosero pero tuve educación. A la escuela solo iba por la linda del salón; hubo una que me falló, desde ahí soy un cabrón, solamente porque mami me enseñó a pedir perdón”. Luis Fernando Molina, un vecino de su juventud, me dice que el mayor de los Díaz de León era “un cabrón, bien fiestero, pero buena persona”. Entiendo que esto ha cambiado un poco, no lo fiestero, sino ser el dolor de cabeza de las suegras.

Apapachado por todas, amado por una

En el lugar de la presentación de su nuevo disco está La Mey, como le dicen los cercanos a su novia, lo observa, se mandan besos y “te amos” a la distancia. Meylin Zúñiga Orrego, pelo castaño claro y lacio, delgada, nariz fina y labios carnosos. Perfectamente maquillada, cálida, amable. Es originaria de Tamaulipas y desde que son pareja, no se separan ni un segundo. La pareja se conoció en 2024 porque un excliente de ella le pidió que lo contratara para un concierto en Chihuahua. Primero fue amistad y ahora un romance que acapara las secciones de sociales de los medios sonorenses. Siempre están como “muéganos”, esos dulces de harina que el caramelo no permite que se separen. Aunque a él no le gusta ver series ni ir al cine, por ella, lo hace.

“Siempre estamos juntos, nunca me deja. Hace poco nos conocimos de verdad. Viajamos con los cuatro niños —un niño y una niña de ella de un matrimonio previo y dos niños de él, también de una relación anterior—, me emocioné mucho porque vi su lado paternal. Si él quiere…, yo aquí me quedo para siempre”, dice La Mey con una pícara sonrisa. También acepta que al principio le costaba mucho la crítica y sentía inseguridad; sin embargo, cada vez le importan menos los chismes. Es celosa pero no “tóxica”, sabe que muchas fans lo buscan pero confía en él. Así fue en el Palenque de Metepec, el cantante abrazó y besó a todas sus fans, pero entre canción y canción volteaba a ver a Mey y su boca emitía un: “Te amo”.

Carín la describe como luminosa: “Yo soy oscuridad y ella luz. Es un gran contraste. Tengo muchos problemas con mis rollos, con mi cabeza que está muy acelerada todo el tiempo. […] Un poco loco, un poco oscuro y ella es pura luz, pura felicidad, pura buena vibra, nos complementamos muy bien”. No sé si ella haya sido responsable de su cambio, pero así parece. Vi a Carín en entrevistas anteriores, como la que dio a los integrantes de La Cotorrisa, y parece otro. Habla sobre el bullying y cómo analizar tanto este término ha creado a “personas débiles” que no están listas para un mundo “que te va a partir la madre” o ríe cuando los conductores hacen chistes misóginos y homófobos. Ahora, me sorprende cuando describe su deconstrucción: “Me están pidiendo que sea un hijo de chingada, que sea un pinche rockstar haciendo lo que yo quiera. […] Este machismo que también nos impusieron a nosotros como mexicanos, y más en el norte. Durante mucho tiempo, el vato que trae la troca es el perro, el vato que trae la mujer más chila es el chingón… El rollo es querer cambiar, romper con eso”.

En “Cambia!”, canción que compuso e interpretó con C. Tangana y Adrien Favela, habla sobre un tipo al que la sociedad le enseñó a querer armas, casas y carros nuevos y hoy está ocupado en ser distinto. También en esa letra describe que creció escuchando “canciones de valientes en los versos de Chalino”; aun así, Carín no compone ni canta narcocorridos o corridos tumbados. Asegura que de “morro” sí le gustaban, pues son parte de su cultura, y reflexiona que fue la educación quien le hizo darse cuenta de que no está bien propagar esos mensajes.

Oleada sonorense

En Hermosillo, Carín es nuestro Frank Sinatra paseando por Las Vegas. No saben cuántas veces he leído una nota o escuchado a mis amigos y familia decir: “Vi el Ferrari del Carín en el Colosio” o “va al mismo gimnasio que mi hermana”, “es un buen tipo, siempre saluda desde su Cyber Truck cuando la gente le pita en la calle”, “¿ves esa casa grandota arriba del cerro?, es del Carín”. 

El cantautor nació el 26 de julio de 1989 en esa ciudad al noroeste de México. Óscar Armando Díaz de León Huez, de acuerdo con su acta de nacimiento; aunque eligió Carín como nombre artístico porque deseaba algo con “fuerza”, además, así le dicen desde niño. “Este es mi hogar, el lugar a donde pertenezco… Vaya, creo que no tendría sentido nada, no tendría sentido lograr tantas cosas si no pudiera llegar aquí a mi ciudad, a compartir el éxito. A ver, me voy a Los Ángeles y voy a ser otro más de tantos que hay, me voy a Ciudad de México y voy a ser otro más”, explica. Dos integrantes de su staff me confirman que Hermosillo es su lugar feliz, si tiene un día libre entre conciertos, siempre prefiere regresar en lugar de dormir en un hotel.

Aunque ya no vivo en Sonora, cuando voy de vacaciones no me ha tocado toparme con él, a pesar de ello, siempre me dio curiosidad saber la razón o razones que lo llevan a seguir viviendo en su ciudad natal con menos de un millón de habitantes y veranos de hasta 50 grados centígrados.

Carín creció en El Sahuaro, una colonia popular de Hermosillo, fundada en los años setenta: “Cuando tengo malos ratos o tengo ganas de manejar voy a echar una vuelta a la calle donde vivía”, recuerda el cantante. “De cierta manera, puedo vivir en todas partes, pero sigo sintiendo que esa calle es como mi casa. Es muy raro, un sentido de pertenencia muy muy diferente”.

Hijo de Óscar Díaz de León y Carmen Julia Huez, él y su hermano menor, Luis, llevan la música en la sangre. Desde muy pequeños escuchaban a Pedro Infante, Javier Solís o a Francisco “El Charro” Avitia en la casa de su abuela, quien los cuidaba mientras sus padres trabajaban. La abuela sinaloense le heredó el gusto por la banda y la tía Rosy, por Camilo Sesto, Rocío Durcal y Sandro. También consumían rock en inglés y español. Carín se considera fan de Silvio Rodríguez, le llama maestro por lo potente de sus letras. 

Su hermano también lo acompaña en las giras hasta hoy, toca la guitarra y también canta, además de trabajar con Carín, Luis es parte de un grupo local llamado Temporal. En publicaciones de Instagram en las que aparecen juntos, su mamá les llama: “Mis guapos”.

Te recomendamos leer: Natanael Cano, el plebe que se soñó rey.

“En cierta manera busqué traer a Hermosillo al mapa”, continúa el autor de “Alguien mejor”. Honestamente, siento envidia, hace 20 años que ya no estoy allá y al escucharlo me dan ganas de regresar.

La primera vez que siento que Carín se relaja es cuando platico con él sobre lo mucho que me gusta el popurrí que hizo del grupo Tropicalísimo Apache y cómo me recuerda los bailes en los pueblos. Ese momento donde frente a la iglesia, en la plaza central, se nos olvidan colores, clases, estatus y bailamos por horas, bien abrazados: “Se te antoja, se te antoja andar en la plaza. Los sonorenses entendemos ese feeling, ¿no? Ese feeling de tardiadita, rolitas del Apache. Irnos ahí a una placita a gusto, estaría chilo, se antoja”.

Antes de llenar estadios en México, Estados Unidos, Sudamérica y Europa, Carín compuso, cantó y tocó en un par de agrupaciones: Los Reales y Grupo Arranke. Me parece mágico pensar que un día en una fiesta de quinceaños o boda a la que me invitaron estaba él cantando una canción del Apache: “A mucha gente aquí de Hermosillo le tocó que le cantara en sus fiestas. Me salen mucho esos comentarios en redes: `Me acuerdo que tocaste en mi boda´”.

Soy testigo de que no olvida sus orígenes, en cada concierto menciona a la H —refiriéndose a Hermosillo—. Recuerdo que en el show del Estadio GNP en diciembre de 2024 llevó a Clemente Castillo, vocalista de Jumbo, grupo dosmilero representante de la Oleada Regia. Para quienes crecimos en esa época, Jumbo y otras agrupaciones más, eran ejemplo de que en los estados también se hacía buena música. Cantaron un par de canciones juntos, seguramente las que Carín interpretaba en su juventud en la regadera. Le pregunto si considera que es momento de la Oleada Sonorense, asiente. “Y me siento muy orgulloso de pertenecer a ella”, dice.

El hermosillense, con hasta la fecha 5 discos de estudio y 12 álbumes en vivo, es parte de una generación de cantantes con fama mundial nacidos en Sonora de entre 24 y 38 años como Natanael Cano, Gabito Ballesteros, Christian Nodal, Yuridia, Caloncho, Simpson Ahuevo, Charles Ans, Michel Maciel y Kakalo, cada quien con sus procesos y logros. 

Encerrado pero enfiestado

En la pandemia por covid-19, Carín rompió el ciclo de aislamiento, creando. Compuso, grabó dos discos y utilizó las redes sociales para viralizar su música. Aun cuando ya tenía éxito en Estados Unidos, en México todavía era poco conocido hasta que en 2020 grabó un cover de la canción “Tú” de Noelia y rompió el internet. Así lo conocí. Con sus canciones me sacó de la rutina de ansiedad y me regresó a mi Sonora Querida.

“A la pandemia sí le agradezco el tiempo que me dio conmigo. Me puse a hacer música en lugar de ciclarme”, asegura. Después vino “La boda del Huitlacoche”, su forma de bailarla se hizo famosa en Tik Tok y se convirtió en un baile/reto. Describe como bizarro que personas en Holanda brinquen y muevan las piernas cómo él, al ritmo de acordeón, pero le gusta.

En 2024 debutó en el Grand Ole Opry en Nashville, Tennessee, uno de los lugares más importantes para la música country y participó en el Festival Coachella, donde el ayuntamiento le dio la llave de la ciudad. Una semana después se presentó en el Festival Stagecoach de música country y 2025 no ha sido diferente, pues participó en el Festival de Viña del Mar en Chile donde recibió los premios Gaviota de Oro y Plata; en marzo cantó en el Rodeo de Houston ante más de 70 000 personas. Lanzó el sencillo “She hurts like Tequila” con el famoso cantautor de música country, Cody Johnson, e hizo duetos con Maluma, Alejandro Fernández y con el cantaor de flamenco, Diego “El Cigala”.

Carín decidió que la portada de su disco, el que presenta esta noche, fuera una recreación en caricatura de la última cena de Jesús, y más allá de la controversia que esto pudiera traer, él quería poner en un lugar preponderante a los 28 compositores y compositoras que le han acompañado en su carrera como artista: “Los culpables de todo lo que está pasando en la escena y la música mexicana”, dice.

En el evento del lanzamiento de Palabra de To´s está uno de ellos, Juan Carlos Corral Félix, mejor conocido como Kakalo, amigo y compositor de León. Cuando comparten el escenario lo llama: “La promesa” y alaba su talento. También es cantante y oriundo de Hermosillo. Hace unas semanas, ambos lanzaron el sencillo “Trágame Tierra”, canción con la que Kakalo ganó en febrero la Gaviota de Plata en el Festival de Viña del Mar. Ellos se conocieron en el estudio de grabación, Juan Carlos le enseñó la composición “De piedra a papel” que después Carín grabaría con el español Pablo Alborán.

Todos a quienes entrevisté, describen a León como una gran persona, preocupada por sus colaboradores y empleados: “Es único en su especie, un compa más. Carrillero (bromista) y gran artista internacional”, asegura Kakalo.

Epílogo

Cuando me acerco a Carín está nervioso. Siento que no se acostumbra a hablar de su vida personal. En la muñeca porta un reloj dorado con diamantes y una esclava de oro con piedras incrustadas. Crucifijo en el cuello. Los tatuajes en los brazos hacen referencia a las portadas de sus discos o a su familia. Los ojos se le humedecen cuando le digo que he hablado con las personas de su equipo y con su novia y han sido muy cariñosas y generosas al describirlo. Me mira fijo y brinda al aire con su caguama y se la lleva al corazón. El momento llegó. Carín sube al escenario. Agradece que lo estemos acompañando, parece contento. Mientras suenan los acordes de "No es por acá", le manda un beso a la Mey. Inicia la farra.

Playlist de canciones en el concierto privado

  1. Cómo duele equivocarse
  2. Casi oficial
  3. Te lo agradezco
  4. Despídase bien 
  5. La primera cita 
  6. Sonora y sus ojos negros
  7. Así fue / Juanga
  8. Ahí estabas tú 
  9. Ocupo una limpia
  10. De compas
  11. El amor de tu vida
  12. Tierra trágame

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Una carnita asada al estilo de Carín León

Una carnita asada al estilo de Carín León

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Fotografía de
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Para conocer la hospitalidad y la esencia de Carín León es preciso echar un vistazo a sus festejos, donde la cerveza y la carne no se acaban.

A mediados de los años noventa, yo era norteña de dientes para adentro y no quería que nadie se enterara. En ese entonces vivía en Hermosillo, Sonora, en pleno desierto al noroeste de México y a tres horas de la frontera con Estados Unidos. Aunque sentía vergüenza cuando sonaba una canción norteña en la radio, me descubría bailando y cantándola en mi mente. Consumir música “popular”, en el sentido más discriminatorio y peyorativo de la palabra, era solo para la clase empobrecida según cierto sector de la población —usualmente el más favorecido—. Aunque mi mamá y yo varias veces no tuvimos dinero suficiente para comer, en mi perspectiva de niña supuse que no estaba bien que nos clasificaran en ese sitio, así que callaba y ocultaba mi “gusto culposo”. 

En mi familia, aquellas canciones eran permitidas únicamente en fiestas, más cuando mis tías y tíos ya tenían unos tragos encima. Quien diría que 30 años después atestiguaría una borrachera en el rancho de Carín León, al cantar a todo pulmón cada una de sus canciones.

Además de la admiración por Carín, sentía mucha curiosidad acerca de ese morro que creció en una colonia con casas pequeñas —algunas de interés social otras levantadas con el esfuerzo de años de trabajo— vecina a la mía. Hoy él llena estadios en todo el mundo cantando esos temas rechazados por mí en la infancia.

Luego de meses buscando la entrevista, a principios de marzo de 2025 me tomó por sorpresa que el lanzamiento de su nuevo disco, Palabra de To´s, fuera un concierto privado en San Pedro el Saucito, un municipio a 15 minutos de Hermosillo, y que yo fuera una de las invitadas. 

Fiestas de dos días

Volé de la Ciudad de México hacia mi ciudad natal. Un par de horas de camino y tres filtros de seguridad después me encontré en el jardín de una casa típica de esa zona: terreno amplio, alberca, construcción de un solo piso; con una sustancial diferencia: al fondo del jardín había un escenario con una gran pantalla y músicos que ensayaban en el backstage.

Dicen que un buen anfitrión lo demuestra con la comida. En mi vida había visto o siquiera disfrutado un corte de res Wagyu, los conocía gracias al chef británico Gordon Ramsay que alababa o destrozaba a algún concursante de reality show por su forma de cocinar ese platillo tan costoso y preciado. Ese día, estuve frente a un tablón de 20 metros sobre el cual fueron colocados decenas de Wagyu y Porter House; a un lado, sobre el pasto, tres enormes costillares de res estaban colocados en pinzas giratorias sobre carretas de construcción con carbón ardiente. El corte New York Wagyu Japonés Kagoshima cuesta 2 350 pesos y el Porter House 1 209, de acuerdo con la página de JAF Carnicería, la marca de la carne que asaron esa noche. 

Érik Colocio, chef y socio de JAF, asegura que en los eventos del cantante nunca pueden faltar las tortillas de harina y los frijoles, comida tradicional de Sonora. Erik tiene dos años trabajando con Carín y su cercanía es tal que la receta del costillar en carretilla lleva por nombre: Las Costillas de la Mey, en honor a la novia de Carín.

Durante el cumpleaños 35 de Carín, en julio de 2024, se festejó durante dos días y los cocineros Paul Rodríguez y José Figueroa, también de JAF, atendieron a más de 500 personas en un campamento instalado “arriba de un cerro” rocoso en San Carlos, una playa sonorense en las costas del Mar de Cortés con atardeceres de tonos rosados memorables.

En días previos al llamado Carín´s Fest los medios locales dieron cuenta de cómo llegaron al aeropuerto de Hermosillo aviones privados que transportaban a figuras como Eduin Caz de Grupo Firme, Alex Ubago, Pepe Aguilar, Paco Ayala de Molotov, Alejandra Guzmán, Jesús Navarro de Reik, Mario Domm, Ana Bárbara, la rapera Snow Tha Product, Jay de la Cueva, Leonel García de Sin Bandera, Adelaido Solí de Grupo Frontera y Adriel Favela.

Para los chefs, el mejor recuerdo de aquel evento es la humildad con la que los trató Carín y cómo les acondicionó espacios para descansar, comer rico y beber uno que otro trago.

A la fiesta que nos atañe también llegan varios influencers, periodistas y diversos músicos que desfilan por una pasarela de madera. Los más asediados, Paty Chapoy y El Capi Pérez, conductores de TV Azteca.

En una sala improvisada como estudio de filmación, a un costado de la alberca, Carín charla con distintos medios de comunicación. En las paredes, cuadros enormes de colores cálidos y un bar al fondo donde reposan vasos usados y una caguama de cerveza Miller High Life, la favorita del sonorense. Incluso si alguien le ofrece otro trago, lo recibe con amabilidad pero sin que nadie lo note, lo deja por ahí y vuelve a su caguama.

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Bromea, ríe y se presta a cualquier dinámica que su entrevistador le pide: canta, brinda, baila. A la distancia, yo no puedo dejar de pensar que podía ser cualquiera de mis primos: blanco, alto, fornido, con barba y bigote tupido; cabello negro y corto, siempre con un sombrero o una gorra estilo beisbol, jeans, botas y una camiseta holgada.

Me acerco a la consola y platico con personas de su staff, son entre 50 y 80 quienes lo acompañan a los shows, más del 80% originarios de Sonora. Lo dijo en el concierto Tiny Desk de la National Public Radio (NPR), a mediados de mayo del 2025: “Orgullosamente hermosillense, así como todos estos músicos” y lo repite en cada concierto.

Su equipo cercano cuenta que lo más complejo son los viajes largos en avión: ríen al describir cómo terminan acostados en los pasillos o con los baños clausurados por la alta demanda. “Lo peor que te puede pasar [como viajero] es encontrarte con nosotros en un restaurante o un aeropuerto”, dice uno de ellos.

Sin duda Carín es el heredero de la frase de Vicente Fernández: “Mientras ustedes no dejen de aplaudir, no dejaré de cantar”. Según Moncho, su stage manager desde hace más de cuatro años, el hermosillense no sigue reglas, ya que el setlist inicial puede incluir 20 canciones y terminar tocando 60. “Nunca ha habido un show igual”, remata. Así lo viví en el Palenque de Metepec en el Estado de México, donde además de sus tradicionales composiciones, incluyó en su repertorio otras de Los Tigres Norte, Maná, Alejandra Guzmán y Eros Ramazzotti con las que enloqueció al público que coreó y bailó hasta las 4:30 de la mañana.

Aquella imagen dista mucho de los primeros videos de él en el escenario cuando estudiaba en el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos de Sonora (Cecytes). Era un joven corpulento, con una camisa beige y una guitarra en la mano, que no interactuaba con el público; a pesar de ello, mostraba la nítida y poderosa voz que sostenía las más altas notas de “La Malagueña”. Ahora, Carín es un showman. Se entrega en cada tonada, recibe ramos de rosas de decenas de mujeres, se toma fotos con ellas, y con los hombres, brinda y canta al unísono.

“Es muy raro que nos regañe. Hay que cacharlo con las canciones, empieza, hace una señal y todos seguimos. Hay una conexión clave”, dice Mayo, ingeniero de audio. Moncho y Mayo coinciden en que su trabajo no se siente como tal. El cantautor les permite divertirse, beber alcohol, comer rico y disfrutar. Mientras cumplan al pie de la letra sus obligaciones, todo se vale. Uno de esos conciertos que acabó hasta la madrugada fue del 2 de marzo de 2024 en el Estadio Fernando Valenzuela, en Hermosillo, donde el compositor protagonizó uno de sus momentos más criticados por la prensa y en redes sociales por su alusión al uso de cocaína. Previo al inicio de una canción declaró: “Nosotros no somos ejemplo, somos músicos y vivimos de lo que hacemos, nos gusta la música. No nos comparen, no quieran hacer ejemplos, pero la neta con esta rola se me antoja irme al baño y echarme un perico, lo que es, pa’ que les voy a decir que no, si sí, pues, la neta, como buen hermosillense derecho y al que no le guste es su problema, no el mío. Arriba la música mexicana, arriba la loquera y arriba la borrachera compa”.

A pesar de los señalamientos, el cantante no dio declaraciones y tres días más tarde publicó la canción “Cuando la vida sea trago”: “Soy el que le sacó canas a mamá. El que siempre soñó con tener lana y desde una edad temprana siempre tuve esa ambición. Yo soy el dolor de cabeza de las suegras. De la familia soy la oveja negra, de chamaco siempre di problemas y preocupación. […] Fui un grosero pero tuve educación. A la escuela solo iba por la linda del salón; hubo una que me falló, desde ahí soy un cabrón, solamente porque mami me enseñó a pedir perdón”. Luis Fernando Molina, un vecino de su juventud, me dice que el mayor de los Díaz de León era “un cabrón, bien fiestero, pero buena persona”. Entiendo que esto ha cambiado un poco, no lo fiestero, sino ser el dolor de cabeza de las suegras.

Apapachado por todas, amado por una

En el lugar de la presentación de su nuevo disco está La Mey, como le dicen los cercanos a su novia, lo observa, se mandan besos y “te amos” a la distancia. Meylin Zúñiga Orrego, pelo castaño claro y lacio, delgada, nariz fina y labios carnosos. Perfectamente maquillada, cálida, amable. Es originaria de Tamaulipas y desde que son pareja, no se separan ni un segundo. La pareja se conoció en 2024 porque un excliente de ella le pidió que lo contratara para un concierto en Chihuahua. Primero fue amistad y ahora un romance que acapara las secciones de sociales de los medios sonorenses. Siempre están como “muéganos”, esos dulces de harina que el caramelo no permite que se separen. Aunque a él no le gusta ver series ni ir al cine, por ella, lo hace.

“Siempre estamos juntos, nunca me deja. Hace poco nos conocimos de verdad. Viajamos con los cuatro niños —un niño y una niña de ella de un matrimonio previo y dos niños de él, también de una relación anterior—, me emocioné mucho porque vi su lado paternal. Si él quiere…, yo aquí me quedo para siempre”, dice La Mey con una pícara sonrisa. También acepta que al principio le costaba mucho la crítica y sentía inseguridad; sin embargo, cada vez le importan menos los chismes. Es celosa pero no “tóxica”, sabe que muchas fans lo buscan pero confía en él. Así fue en el Palenque de Metepec, el cantante abrazó y besó a todas sus fans, pero entre canción y canción volteaba a ver a Mey y su boca emitía un: “Te amo”.

Carín la describe como luminosa: “Yo soy oscuridad y ella luz. Es un gran contraste. Tengo muchos problemas con mis rollos, con mi cabeza que está muy acelerada todo el tiempo. […] Un poco loco, un poco oscuro y ella es pura luz, pura felicidad, pura buena vibra, nos complementamos muy bien”. No sé si ella haya sido responsable de su cambio, pero así parece. Vi a Carín en entrevistas anteriores, como la que dio a los integrantes de La Cotorrisa, y parece otro. Habla sobre el bullying y cómo analizar tanto este término ha creado a “personas débiles” que no están listas para un mundo “que te va a partir la madre” o ríe cuando los conductores hacen chistes misóginos y homófobos. Ahora, me sorprende cuando describe su deconstrucción: “Me están pidiendo que sea un hijo de chingada, que sea un pinche rockstar haciendo lo que yo quiera. […] Este machismo que también nos impusieron a nosotros como mexicanos, y más en el norte. Durante mucho tiempo, el vato que trae la troca es el perro, el vato que trae la mujer más chila es el chingón… El rollo es querer cambiar, romper con eso”.

En “Cambia!”, canción que compuso e interpretó con C. Tangana y Adrien Favela, habla sobre un tipo al que la sociedad le enseñó a querer armas, casas y carros nuevos y hoy está ocupado en ser distinto. También en esa letra describe que creció escuchando “canciones de valientes en los versos de Chalino”; aun así, Carín no compone ni canta narcocorridos o corridos tumbados. Asegura que de “morro” sí le gustaban, pues son parte de su cultura, y reflexiona que fue la educación quien le hizo darse cuenta de que no está bien propagar esos mensajes.

Oleada sonorense

En Hermosillo, Carín es nuestro Frank Sinatra paseando por Las Vegas. No saben cuántas veces he leído una nota o escuchado a mis amigos y familia decir: “Vi el Ferrari del Carín en el Colosio” o “va al mismo gimnasio que mi hermana”, “es un buen tipo, siempre saluda desde su Cyber Truck cuando la gente le pita en la calle”, “¿ves esa casa grandota arriba del cerro?, es del Carín”. 

El cantautor nació el 26 de julio de 1989 en esa ciudad al noroeste de México. Óscar Armando Díaz de León Huez, de acuerdo con su acta de nacimiento; aunque eligió Carín como nombre artístico porque deseaba algo con “fuerza”, además, así le dicen desde niño. “Este es mi hogar, el lugar a donde pertenezco… Vaya, creo que no tendría sentido nada, no tendría sentido lograr tantas cosas si no pudiera llegar aquí a mi ciudad, a compartir el éxito. A ver, me voy a Los Ángeles y voy a ser otro más de tantos que hay, me voy a Ciudad de México y voy a ser otro más”, explica. Dos integrantes de su staff me confirman que Hermosillo es su lugar feliz, si tiene un día libre entre conciertos, siempre prefiere regresar en lugar de dormir en un hotel.

Aunque ya no vivo en Sonora, cuando voy de vacaciones no me ha tocado toparme con él, a pesar de ello, siempre me dio curiosidad saber la razón o razones que lo llevan a seguir viviendo en su ciudad natal con menos de un millón de habitantes y veranos de hasta 50 grados centígrados.

Carín creció en El Sahuaro, una colonia popular de Hermosillo, fundada en los años setenta: “Cuando tengo malos ratos o tengo ganas de manejar voy a echar una vuelta a la calle donde vivía”, recuerda el cantante. “De cierta manera, puedo vivir en todas partes, pero sigo sintiendo que esa calle es como mi casa. Es muy raro, un sentido de pertenencia muy muy diferente”.

Hijo de Óscar Díaz de León y Carmen Julia Huez, él y su hermano menor, Luis, llevan la música en la sangre. Desde muy pequeños escuchaban a Pedro Infante, Javier Solís o a Francisco “El Charro” Avitia en la casa de su abuela, quien los cuidaba mientras sus padres trabajaban. La abuela sinaloense le heredó el gusto por la banda y la tía Rosy, por Camilo Sesto, Rocío Durcal y Sandro. También consumían rock en inglés y español. Carín se considera fan de Silvio Rodríguez, le llama maestro por lo potente de sus letras. 

Su hermano también lo acompaña en las giras hasta hoy, toca la guitarra y también canta, además de trabajar con Carín, Luis es parte de un grupo local llamado Temporal. En publicaciones de Instagram en las que aparecen juntos, su mamá les llama: “Mis guapos”.

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“En cierta manera busqué traer a Hermosillo al mapa”, continúa el autor de “Alguien mejor”. Honestamente, siento envidia, hace 20 años que ya no estoy allá y al escucharlo me dan ganas de regresar.

La primera vez que siento que Carín se relaja es cuando platico con él sobre lo mucho que me gusta el popurrí que hizo del grupo Tropicalísimo Apache y cómo me recuerda los bailes en los pueblos. Ese momento donde frente a la iglesia, en la plaza central, se nos olvidan colores, clases, estatus y bailamos por horas, bien abrazados: “Se te antoja, se te antoja andar en la plaza. Los sonorenses entendemos ese feeling, ¿no? Ese feeling de tardiadita, rolitas del Apache. Irnos ahí a una placita a gusto, estaría chilo, se antoja”.

Antes de llenar estadios en México, Estados Unidos, Sudamérica y Europa, Carín compuso, cantó y tocó en un par de agrupaciones: Los Reales y Grupo Arranke. Me parece mágico pensar que un día en una fiesta de quinceaños o boda a la que me invitaron estaba él cantando una canción del Apache: “A mucha gente aquí de Hermosillo le tocó que le cantara en sus fiestas. Me salen mucho esos comentarios en redes: `Me acuerdo que tocaste en mi boda´”.

Soy testigo de que no olvida sus orígenes, en cada concierto menciona a la H —refiriéndose a Hermosillo—. Recuerdo que en el show del Estadio GNP en diciembre de 2024 llevó a Clemente Castillo, vocalista de Jumbo, grupo dosmilero representante de la Oleada Regia. Para quienes crecimos en esa época, Jumbo y otras agrupaciones más, eran ejemplo de que en los estados también se hacía buena música. Cantaron un par de canciones juntos, seguramente las que Carín interpretaba en su juventud en la regadera. Le pregunto si considera que es momento de la Oleada Sonorense, asiente. “Y me siento muy orgulloso de pertenecer a ella”, dice.

El hermosillense, con hasta la fecha 5 discos de estudio y 12 álbumes en vivo, es parte de una generación de cantantes con fama mundial nacidos en Sonora de entre 24 y 38 años como Natanael Cano, Gabito Ballesteros, Christian Nodal, Yuridia, Caloncho, Simpson Ahuevo, Charles Ans, Michel Maciel y Kakalo, cada quien con sus procesos y logros. 

Encerrado pero enfiestado

En la pandemia por covid-19, Carín rompió el ciclo de aislamiento, creando. Compuso, grabó dos discos y utilizó las redes sociales para viralizar su música. Aun cuando ya tenía éxito en Estados Unidos, en México todavía era poco conocido hasta que en 2020 grabó un cover de la canción “Tú” de Noelia y rompió el internet. Así lo conocí. Con sus canciones me sacó de la rutina de ansiedad y me regresó a mi Sonora Querida.

“A la pandemia sí le agradezco el tiempo que me dio conmigo. Me puse a hacer música en lugar de ciclarme”, asegura. Después vino “La boda del Huitlacoche”, su forma de bailarla se hizo famosa en Tik Tok y se convirtió en un baile/reto. Describe como bizarro que personas en Holanda brinquen y muevan las piernas cómo él, al ritmo de acordeón, pero le gusta.

En 2024 debutó en el Grand Ole Opry en Nashville, Tennessee, uno de los lugares más importantes para la música country y participó en el Festival Coachella, donde el ayuntamiento le dio la llave de la ciudad. Una semana después se presentó en el Festival Stagecoach de música country y 2025 no ha sido diferente, pues participó en el Festival de Viña del Mar en Chile donde recibió los premios Gaviota de Oro y Plata; en marzo cantó en el Rodeo de Houston ante más de 70 000 personas. Lanzó el sencillo “She hurts like Tequila” con el famoso cantautor de música country, Cody Johnson, e hizo duetos con Maluma, Alejandro Fernández y con el cantaor de flamenco, Diego “El Cigala”.

Carín decidió que la portada de su disco, el que presenta esta noche, fuera una recreación en caricatura de la última cena de Jesús, y más allá de la controversia que esto pudiera traer, él quería poner en un lugar preponderante a los 28 compositores y compositoras que le han acompañado en su carrera como artista: “Los culpables de todo lo que está pasando en la escena y la música mexicana”, dice.

En el evento del lanzamiento de Palabra de To´s está uno de ellos, Juan Carlos Corral Félix, mejor conocido como Kakalo, amigo y compositor de León. Cuando comparten el escenario lo llama: “La promesa” y alaba su talento. También es cantante y oriundo de Hermosillo. Hace unas semanas, ambos lanzaron el sencillo “Trágame Tierra”, canción con la que Kakalo ganó en febrero la Gaviota de Plata en el Festival de Viña del Mar. Ellos se conocieron en el estudio de grabación, Juan Carlos le enseñó la composición “De piedra a papel” que después Carín grabaría con el español Pablo Alborán.

Todos a quienes entrevisté, describen a León como una gran persona, preocupada por sus colaboradores y empleados: “Es único en su especie, un compa más. Carrillero (bromista) y gran artista internacional”, asegura Kakalo.

Epílogo

Cuando me acerco a Carín está nervioso. Siento que no se acostumbra a hablar de su vida personal. En la muñeca porta un reloj dorado con diamantes y una esclava de oro con piedras incrustadas. Crucifijo en el cuello. Los tatuajes en los brazos hacen referencia a las portadas de sus discos o a su familia. Los ojos se le humedecen cuando le digo que he hablado con las personas de su equipo y con su novia y han sido muy cariñosas y generosas al describirlo. Me mira fijo y brinda al aire con su caguama y se la lleva al corazón. El momento llegó. Carín sube al escenario. Agradece que lo estemos acompañando, parece contento. Mientras suenan los acordes de "No es por acá", le manda un beso a la Mey. Inicia la farra.

Playlist de canciones en el concierto privado

  1. Cómo duele equivocarse
  2. Casi oficial
  3. Te lo agradezco
  4. Despídase bien 
  5. La primera cita 
  6. Sonora y sus ojos negros
  7. Así fue / Juanga
  8. Ahí estabas tú 
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Una carnita asada al estilo de Carín León

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25
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Para conocer la hospitalidad y la esencia de Carín León es preciso echar un vistazo a sus festejos, donde la cerveza y la carne no se acaban.

A mediados de los años noventa, yo era norteña de dientes para adentro y no quería que nadie se enterara. En ese entonces vivía en Hermosillo, Sonora, en pleno desierto al noroeste de México y a tres horas de la frontera con Estados Unidos. Aunque sentía vergüenza cuando sonaba una canción norteña en la radio, me descubría bailando y cantándola en mi mente. Consumir música “popular”, en el sentido más discriminatorio y peyorativo de la palabra, era solo para la clase empobrecida según cierto sector de la población —usualmente el más favorecido—. Aunque mi mamá y yo varias veces no tuvimos dinero suficiente para comer, en mi perspectiva de niña supuse que no estaba bien que nos clasificaran en ese sitio, así que callaba y ocultaba mi “gusto culposo”. 

En mi familia, aquellas canciones eran permitidas únicamente en fiestas, más cuando mis tías y tíos ya tenían unos tragos encima. Quien diría que 30 años después atestiguaría una borrachera en el rancho de Carín León, al cantar a todo pulmón cada una de sus canciones.

Además de la admiración por Carín, sentía mucha curiosidad acerca de ese morro que creció en una colonia con casas pequeñas —algunas de interés social otras levantadas con el esfuerzo de años de trabajo— vecina a la mía. Hoy él llena estadios en todo el mundo cantando esos temas rechazados por mí en la infancia.

Luego de meses buscando la entrevista, a principios de marzo de 2025 me tomó por sorpresa que el lanzamiento de su nuevo disco, Palabra de To´s, fuera un concierto privado en San Pedro el Saucito, un municipio a 15 minutos de Hermosillo, y que yo fuera una de las invitadas. 

Fiestas de dos días

Volé de la Ciudad de México hacia mi ciudad natal. Un par de horas de camino y tres filtros de seguridad después me encontré en el jardín de una casa típica de esa zona: terreno amplio, alberca, construcción de un solo piso; con una sustancial diferencia: al fondo del jardín había un escenario con una gran pantalla y músicos que ensayaban en el backstage.

Dicen que un buen anfitrión lo demuestra con la comida. En mi vida había visto o siquiera disfrutado un corte de res Wagyu, los conocía gracias al chef británico Gordon Ramsay que alababa o destrozaba a algún concursante de reality show por su forma de cocinar ese platillo tan costoso y preciado. Ese día, estuve frente a un tablón de 20 metros sobre el cual fueron colocados decenas de Wagyu y Porter House; a un lado, sobre el pasto, tres enormes costillares de res estaban colocados en pinzas giratorias sobre carretas de construcción con carbón ardiente. El corte New York Wagyu Japonés Kagoshima cuesta 2 350 pesos y el Porter House 1 209, de acuerdo con la página de JAF Carnicería, la marca de la carne que asaron esa noche. 

Érik Colocio, chef y socio de JAF, asegura que en los eventos del cantante nunca pueden faltar las tortillas de harina y los frijoles, comida tradicional de Sonora. Erik tiene dos años trabajando con Carín y su cercanía es tal que la receta del costillar en carretilla lleva por nombre: Las Costillas de la Mey, en honor a la novia de Carín.

Durante el cumpleaños 35 de Carín, en julio de 2024, se festejó durante dos días y los cocineros Paul Rodríguez y José Figueroa, también de JAF, atendieron a más de 500 personas en un campamento instalado “arriba de un cerro” rocoso en San Carlos, una playa sonorense en las costas del Mar de Cortés con atardeceres de tonos rosados memorables.

En días previos al llamado Carín´s Fest los medios locales dieron cuenta de cómo llegaron al aeropuerto de Hermosillo aviones privados que transportaban a figuras como Eduin Caz de Grupo Firme, Alex Ubago, Pepe Aguilar, Paco Ayala de Molotov, Alejandra Guzmán, Jesús Navarro de Reik, Mario Domm, Ana Bárbara, la rapera Snow Tha Product, Jay de la Cueva, Leonel García de Sin Bandera, Adelaido Solí de Grupo Frontera y Adriel Favela.

Para los chefs, el mejor recuerdo de aquel evento es la humildad con la que los trató Carín y cómo les acondicionó espacios para descansar, comer rico y beber uno que otro trago.

A la fiesta que nos atañe también llegan varios influencers, periodistas y diversos músicos que desfilan por una pasarela de madera. Los más asediados, Paty Chapoy y El Capi Pérez, conductores de TV Azteca.

En una sala improvisada como estudio de filmación, a un costado de la alberca, Carín charla con distintos medios de comunicación. En las paredes, cuadros enormes de colores cálidos y un bar al fondo donde reposan vasos usados y una caguama de cerveza Miller High Life, la favorita del sonorense. Incluso si alguien le ofrece otro trago, lo recibe con amabilidad pero sin que nadie lo note, lo deja por ahí y vuelve a su caguama.

También te puede interesar leer "Nodal en su debido contexto".

Bromea, ríe y se presta a cualquier dinámica que su entrevistador le pide: canta, brinda, baila. A la distancia, yo no puedo dejar de pensar que podía ser cualquiera de mis primos: blanco, alto, fornido, con barba y bigote tupido; cabello negro y corto, siempre con un sombrero o una gorra estilo beisbol, jeans, botas y una camiseta holgada.

Me acerco a la consola y platico con personas de su staff, son entre 50 y 80 quienes lo acompañan a los shows, más del 80% originarios de Sonora. Lo dijo en el concierto Tiny Desk de la National Public Radio (NPR), a mediados de mayo del 2025: “Orgullosamente hermosillense, así como todos estos músicos” y lo repite en cada concierto.

Su equipo cercano cuenta que lo más complejo son los viajes largos en avión: ríen al describir cómo terminan acostados en los pasillos o con los baños clausurados por la alta demanda. “Lo peor que te puede pasar [como viajero] es encontrarte con nosotros en un restaurante o un aeropuerto”, dice uno de ellos.

Sin duda Carín es el heredero de la frase de Vicente Fernández: “Mientras ustedes no dejen de aplaudir, no dejaré de cantar”. Según Moncho, su stage manager desde hace más de cuatro años, el hermosillense no sigue reglas, ya que el setlist inicial puede incluir 20 canciones y terminar tocando 60. “Nunca ha habido un show igual”, remata. Así lo viví en el Palenque de Metepec en el Estado de México, donde además de sus tradicionales composiciones, incluyó en su repertorio otras de Los Tigres Norte, Maná, Alejandra Guzmán y Eros Ramazzotti con las que enloqueció al público que coreó y bailó hasta las 4:30 de la mañana.

Aquella imagen dista mucho de los primeros videos de él en el escenario cuando estudiaba en el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos de Sonora (Cecytes). Era un joven corpulento, con una camisa beige y una guitarra en la mano, que no interactuaba con el público; a pesar de ello, mostraba la nítida y poderosa voz que sostenía las más altas notas de “La Malagueña”. Ahora, Carín es un showman. Se entrega en cada tonada, recibe ramos de rosas de decenas de mujeres, se toma fotos con ellas, y con los hombres, brinda y canta al unísono.

“Es muy raro que nos regañe. Hay que cacharlo con las canciones, empieza, hace una señal y todos seguimos. Hay una conexión clave”, dice Mayo, ingeniero de audio. Moncho y Mayo coinciden en que su trabajo no se siente como tal. El cantautor les permite divertirse, beber alcohol, comer rico y disfrutar. Mientras cumplan al pie de la letra sus obligaciones, todo se vale. Uno de esos conciertos que acabó hasta la madrugada fue del 2 de marzo de 2024 en el Estadio Fernando Valenzuela, en Hermosillo, donde el compositor protagonizó uno de sus momentos más criticados por la prensa y en redes sociales por su alusión al uso de cocaína. Previo al inicio de una canción declaró: “Nosotros no somos ejemplo, somos músicos y vivimos de lo que hacemos, nos gusta la música. No nos comparen, no quieran hacer ejemplos, pero la neta con esta rola se me antoja irme al baño y echarme un perico, lo que es, pa’ que les voy a decir que no, si sí, pues, la neta, como buen hermosillense derecho y al que no le guste es su problema, no el mío. Arriba la música mexicana, arriba la loquera y arriba la borrachera compa”.

A pesar de los señalamientos, el cantante no dio declaraciones y tres días más tarde publicó la canción “Cuando la vida sea trago”: “Soy el que le sacó canas a mamá. El que siempre soñó con tener lana y desde una edad temprana siempre tuve esa ambición. Yo soy el dolor de cabeza de las suegras. De la familia soy la oveja negra, de chamaco siempre di problemas y preocupación. […] Fui un grosero pero tuve educación. A la escuela solo iba por la linda del salón; hubo una que me falló, desde ahí soy un cabrón, solamente porque mami me enseñó a pedir perdón”. Luis Fernando Molina, un vecino de su juventud, me dice que el mayor de los Díaz de León era “un cabrón, bien fiestero, pero buena persona”. Entiendo que esto ha cambiado un poco, no lo fiestero, sino ser el dolor de cabeza de las suegras.

Apapachado por todas, amado por una

En el lugar de la presentación de su nuevo disco está La Mey, como le dicen los cercanos a su novia, lo observa, se mandan besos y “te amos” a la distancia. Meylin Zúñiga Orrego, pelo castaño claro y lacio, delgada, nariz fina y labios carnosos. Perfectamente maquillada, cálida, amable. Es originaria de Tamaulipas y desde que son pareja, no se separan ni un segundo. La pareja se conoció en 2024 porque un excliente de ella le pidió que lo contratara para un concierto en Chihuahua. Primero fue amistad y ahora un romance que acapara las secciones de sociales de los medios sonorenses. Siempre están como “muéganos”, esos dulces de harina que el caramelo no permite que se separen. Aunque a él no le gusta ver series ni ir al cine, por ella, lo hace.

“Siempre estamos juntos, nunca me deja. Hace poco nos conocimos de verdad. Viajamos con los cuatro niños —un niño y una niña de ella de un matrimonio previo y dos niños de él, también de una relación anterior—, me emocioné mucho porque vi su lado paternal. Si él quiere…, yo aquí me quedo para siempre”, dice La Mey con una pícara sonrisa. También acepta que al principio le costaba mucho la crítica y sentía inseguridad; sin embargo, cada vez le importan menos los chismes. Es celosa pero no “tóxica”, sabe que muchas fans lo buscan pero confía en él. Así fue en el Palenque de Metepec, el cantante abrazó y besó a todas sus fans, pero entre canción y canción volteaba a ver a Mey y su boca emitía un: “Te amo”.

Carín la describe como luminosa: “Yo soy oscuridad y ella luz. Es un gran contraste. Tengo muchos problemas con mis rollos, con mi cabeza que está muy acelerada todo el tiempo. […] Un poco loco, un poco oscuro y ella es pura luz, pura felicidad, pura buena vibra, nos complementamos muy bien”. No sé si ella haya sido responsable de su cambio, pero así parece. Vi a Carín en entrevistas anteriores, como la que dio a los integrantes de La Cotorrisa, y parece otro. Habla sobre el bullying y cómo analizar tanto este término ha creado a “personas débiles” que no están listas para un mundo “que te va a partir la madre” o ríe cuando los conductores hacen chistes misóginos y homófobos. Ahora, me sorprende cuando describe su deconstrucción: “Me están pidiendo que sea un hijo de chingada, que sea un pinche rockstar haciendo lo que yo quiera. […] Este machismo que también nos impusieron a nosotros como mexicanos, y más en el norte. Durante mucho tiempo, el vato que trae la troca es el perro, el vato que trae la mujer más chila es el chingón… El rollo es querer cambiar, romper con eso”.

En “Cambia!”, canción que compuso e interpretó con C. Tangana y Adrien Favela, habla sobre un tipo al que la sociedad le enseñó a querer armas, casas y carros nuevos y hoy está ocupado en ser distinto. También en esa letra describe que creció escuchando “canciones de valientes en los versos de Chalino”; aun así, Carín no compone ni canta narcocorridos o corridos tumbados. Asegura que de “morro” sí le gustaban, pues son parte de su cultura, y reflexiona que fue la educación quien le hizo darse cuenta de que no está bien propagar esos mensajes.

Oleada sonorense

En Hermosillo, Carín es nuestro Frank Sinatra paseando por Las Vegas. No saben cuántas veces he leído una nota o escuchado a mis amigos y familia decir: “Vi el Ferrari del Carín en el Colosio” o “va al mismo gimnasio que mi hermana”, “es un buen tipo, siempre saluda desde su Cyber Truck cuando la gente le pita en la calle”, “¿ves esa casa grandota arriba del cerro?, es del Carín”. 

El cantautor nació el 26 de julio de 1989 en esa ciudad al noroeste de México. Óscar Armando Díaz de León Huez, de acuerdo con su acta de nacimiento; aunque eligió Carín como nombre artístico porque deseaba algo con “fuerza”, además, así le dicen desde niño. “Este es mi hogar, el lugar a donde pertenezco… Vaya, creo que no tendría sentido nada, no tendría sentido lograr tantas cosas si no pudiera llegar aquí a mi ciudad, a compartir el éxito. A ver, me voy a Los Ángeles y voy a ser otro más de tantos que hay, me voy a Ciudad de México y voy a ser otro más”, explica. Dos integrantes de su staff me confirman que Hermosillo es su lugar feliz, si tiene un día libre entre conciertos, siempre prefiere regresar en lugar de dormir en un hotel.

Aunque ya no vivo en Sonora, cuando voy de vacaciones no me ha tocado toparme con él, a pesar de ello, siempre me dio curiosidad saber la razón o razones que lo llevan a seguir viviendo en su ciudad natal con menos de un millón de habitantes y veranos de hasta 50 grados centígrados.

Carín creció en El Sahuaro, una colonia popular de Hermosillo, fundada en los años setenta: “Cuando tengo malos ratos o tengo ganas de manejar voy a echar una vuelta a la calle donde vivía”, recuerda el cantante. “De cierta manera, puedo vivir en todas partes, pero sigo sintiendo que esa calle es como mi casa. Es muy raro, un sentido de pertenencia muy muy diferente”.

Hijo de Óscar Díaz de León y Carmen Julia Huez, él y su hermano menor, Luis, llevan la música en la sangre. Desde muy pequeños escuchaban a Pedro Infante, Javier Solís o a Francisco “El Charro” Avitia en la casa de su abuela, quien los cuidaba mientras sus padres trabajaban. La abuela sinaloense le heredó el gusto por la banda y la tía Rosy, por Camilo Sesto, Rocío Durcal y Sandro. También consumían rock en inglés y español. Carín se considera fan de Silvio Rodríguez, le llama maestro por lo potente de sus letras. 

Su hermano también lo acompaña en las giras hasta hoy, toca la guitarra y también canta, además de trabajar con Carín, Luis es parte de un grupo local llamado Temporal. En publicaciones de Instagram en las que aparecen juntos, su mamá les llama: “Mis guapos”.

Te recomendamos leer: Natanael Cano, el plebe que se soñó rey.

“En cierta manera busqué traer a Hermosillo al mapa”, continúa el autor de “Alguien mejor”. Honestamente, siento envidia, hace 20 años que ya no estoy allá y al escucharlo me dan ganas de regresar.

La primera vez que siento que Carín se relaja es cuando platico con él sobre lo mucho que me gusta el popurrí que hizo del grupo Tropicalísimo Apache y cómo me recuerda los bailes en los pueblos. Ese momento donde frente a la iglesia, en la plaza central, se nos olvidan colores, clases, estatus y bailamos por horas, bien abrazados: “Se te antoja, se te antoja andar en la plaza. Los sonorenses entendemos ese feeling, ¿no? Ese feeling de tardiadita, rolitas del Apache. Irnos ahí a una placita a gusto, estaría chilo, se antoja”.

Antes de llenar estadios en México, Estados Unidos, Sudamérica y Europa, Carín compuso, cantó y tocó en un par de agrupaciones: Los Reales y Grupo Arranke. Me parece mágico pensar que un día en una fiesta de quinceaños o boda a la que me invitaron estaba él cantando una canción del Apache: “A mucha gente aquí de Hermosillo le tocó que le cantara en sus fiestas. Me salen mucho esos comentarios en redes: `Me acuerdo que tocaste en mi boda´”.

Soy testigo de que no olvida sus orígenes, en cada concierto menciona a la H —refiriéndose a Hermosillo—. Recuerdo que en el show del Estadio GNP en diciembre de 2024 llevó a Clemente Castillo, vocalista de Jumbo, grupo dosmilero representante de la Oleada Regia. Para quienes crecimos en esa época, Jumbo y otras agrupaciones más, eran ejemplo de que en los estados también se hacía buena música. Cantaron un par de canciones juntos, seguramente las que Carín interpretaba en su juventud en la regadera. Le pregunto si considera que es momento de la Oleada Sonorense, asiente. “Y me siento muy orgulloso de pertenecer a ella”, dice.

El hermosillense, con hasta la fecha 5 discos de estudio y 12 álbumes en vivo, es parte de una generación de cantantes con fama mundial nacidos en Sonora de entre 24 y 38 años como Natanael Cano, Gabito Ballesteros, Christian Nodal, Yuridia, Caloncho, Simpson Ahuevo, Charles Ans, Michel Maciel y Kakalo, cada quien con sus procesos y logros. 

Encerrado pero enfiestado

En la pandemia por covid-19, Carín rompió el ciclo de aislamiento, creando. Compuso, grabó dos discos y utilizó las redes sociales para viralizar su música. Aun cuando ya tenía éxito en Estados Unidos, en México todavía era poco conocido hasta que en 2020 grabó un cover de la canción “Tú” de Noelia y rompió el internet. Así lo conocí. Con sus canciones me sacó de la rutina de ansiedad y me regresó a mi Sonora Querida.

“A la pandemia sí le agradezco el tiempo que me dio conmigo. Me puse a hacer música en lugar de ciclarme”, asegura. Después vino “La boda del Huitlacoche”, su forma de bailarla se hizo famosa en Tik Tok y se convirtió en un baile/reto. Describe como bizarro que personas en Holanda brinquen y muevan las piernas cómo él, al ritmo de acordeón, pero le gusta.

En 2024 debutó en el Grand Ole Opry en Nashville, Tennessee, uno de los lugares más importantes para la música country y participó en el Festival Coachella, donde el ayuntamiento le dio la llave de la ciudad. Una semana después se presentó en el Festival Stagecoach de música country y 2025 no ha sido diferente, pues participó en el Festival de Viña del Mar en Chile donde recibió los premios Gaviota de Oro y Plata; en marzo cantó en el Rodeo de Houston ante más de 70 000 personas. Lanzó el sencillo “She hurts like Tequila” con el famoso cantautor de música country, Cody Johnson, e hizo duetos con Maluma, Alejandro Fernández y con el cantaor de flamenco, Diego “El Cigala”.

Carín decidió que la portada de su disco, el que presenta esta noche, fuera una recreación en caricatura de la última cena de Jesús, y más allá de la controversia que esto pudiera traer, él quería poner en un lugar preponderante a los 28 compositores y compositoras que le han acompañado en su carrera como artista: “Los culpables de todo lo que está pasando en la escena y la música mexicana”, dice.

En el evento del lanzamiento de Palabra de To´s está uno de ellos, Juan Carlos Corral Félix, mejor conocido como Kakalo, amigo y compositor de León. Cuando comparten el escenario lo llama: “La promesa” y alaba su talento. También es cantante y oriundo de Hermosillo. Hace unas semanas, ambos lanzaron el sencillo “Trágame Tierra”, canción con la que Kakalo ganó en febrero la Gaviota de Plata en el Festival de Viña del Mar. Ellos se conocieron en el estudio de grabación, Juan Carlos le enseñó la composición “De piedra a papel” que después Carín grabaría con el español Pablo Alborán.

Todos a quienes entrevisté, describen a León como una gran persona, preocupada por sus colaboradores y empleados: “Es único en su especie, un compa más. Carrillero (bromista) y gran artista internacional”, asegura Kakalo.

Epílogo

Cuando me acerco a Carín está nervioso. Siento que no se acostumbra a hablar de su vida personal. En la muñeca porta un reloj dorado con diamantes y una esclava de oro con piedras incrustadas. Crucifijo en el cuello. Los tatuajes en los brazos hacen referencia a las portadas de sus discos o a su familia. Los ojos se le humedecen cuando le digo que he hablado con las personas de su equipo y con su novia y han sido muy cariñosas y generosas al describirlo. Me mira fijo y brinda al aire con su caguama y se la lleva al corazón. El momento llegó. Carín sube al escenario. Agradece que lo estemos acompañando, parece contento. Mientras suenan los acordes de "No es por acá", le manda un beso a la Mey. Inicia la farra.

Playlist de canciones en el concierto privado

  1. Cómo duele equivocarse
  2. Casi oficial
  3. Te lo agradezco
  4. Despídase bien 
  5. La primera cita 
  6. Sonora y sus ojos negros
  7. Así fue / Juanga
  8. Ahí estabas tú 
  9. Ocupo una limpia
  10. De compas
  11. El amor de tu vida
  12. Tierra trágame

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Una carnita asada al estilo de Carín León

Una carnita asada al estilo de Carín León

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Para conocer la hospitalidad y la esencia de Carín León es preciso echar un vistazo a sus festejos, donde la cerveza y la carne no se acaban.

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Ilustración de
Traducción de

A mediados de los años noventa, yo era norteña de dientes para adentro y no quería que nadie se enterara. En ese entonces vivía en Hermosillo, Sonora, en pleno desierto al noroeste de México y a tres horas de la frontera con Estados Unidos. Aunque sentía vergüenza cuando sonaba una canción norteña en la radio, me descubría bailando y cantándola en mi mente. Consumir música “popular”, en el sentido más discriminatorio y peyorativo de la palabra, era solo para la clase empobrecida según cierto sector de la población —usualmente el más favorecido—. Aunque mi mamá y yo varias veces no tuvimos dinero suficiente para comer, en mi perspectiva de niña supuse que no estaba bien que nos clasificaran en ese sitio, así que callaba y ocultaba mi “gusto culposo”. 

En mi familia, aquellas canciones eran permitidas únicamente en fiestas, más cuando mis tías y tíos ya tenían unos tragos encima. Quien diría que 30 años después atestiguaría una borrachera en el rancho de Carín León, al cantar a todo pulmón cada una de sus canciones.

Además de la admiración por Carín, sentía mucha curiosidad acerca de ese morro que creció en una colonia con casas pequeñas —algunas de interés social otras levantadas con el esfuerzo de años de trabajo— vecina a la mía. Hoy él llena estadios en todo el mundo cantando esos temas rechazados por mí en la infancia.

Luego de meses buscando la entrevista, a principios de marzo de 2025 me tomó por sorpresa que el lanzamiento de su nuevo disco, Palabra de To´s, fuera un concierto privado en San Pedro el Saucito, un municipio a 15 minutos de Hermosillo, y que yo fuera una de las invitadas. 

Fiestas de dos días

Volé de la Ciudad de México hacia mi ciudad natal. Un par de horas de camino y tres filtros de seguridad después me encontré en el jardín de una casa típica de esa zona: terreno amplio, alberca, construcción de un solo piso; con una sustancial diferencia: al fondo del jardín había un escenario con una gran pantalla y músicos que ensayaban en el backstage.

Dicen que un buen anfitrión lo demuestra con la comida. En mi vida había visto o siquiera disfrutado un corte de res Wagyu, los conocía gracias al chef británico Gordon Ramsay que alababa o destrozaba a algún concursante de reality show por su forma de cocinar ese platillo tan costoso y preciado. Ese día, estuve frente a un tablón de 20 metros sobre el cual fueron colocados decenas de Wagyu y Porter House; a un lado, sobre el pasto, tres enormes costillares de res estaban colocados en pinzas giratorias sobre carretas de construcción con carbón ardiente. El corte New York Wagyu Japonés Kagoshima cuesta 2 350 pesos y el Porter House 1 209, de acuerdo con la página de JAF Carnicería, la marca de la carne que asaron esa noche. 

Érik Colocio, chef y socio de JAF, asegura que en los eventos del cantante nunca pueden faltar las tortillas de harina y los frijoles, comida tradicional de Sonora. Erik tiene dos años trabajando con Carín y su cercanía es tal que la receta del costillar en carretilla lleva por nombre: Las Costillas de la Mey, en honor a la novia de Carín.

Durante el cumpleaños 35 de Carín, en julio de 2024, se festejó durante dos días y los cocineros Paul Rodríguez y José Figueroa, también de JAF, atendieron a más de 500 personas en un campamento instalado “arriba de un cerro” rocoso en San Carlos, una playa sonorense en las costas del Mar de Cortés con atardeceres de tonos rosados memorables.

En días previos al llamado Carín´s Fest los medios locales dieron cuenta de cómo llegaron al aeropuerto de Hermosillo aviones privados que transportaban a figuras como Eduin Caz de Grupo Firme, Alex Ubago, Pepe Aguilar, Paco Ayala de Molotov, Alejandra Guzmán, Jesús Navarro de Reik, Mario Domm, Ana Bárbara, la rapera Snow Tha Product, Jay de la Cueva, Leonel García de Sin Bandera, Adelaido Solí de Grupo Frontera y Adriel Favela.

Para los chefs, el mejor recuerdo de aquel evento es la humildad con la que los trató Carín y cómo les acondicionó espacios para descansar, comer rico y beber uno que otro trago.

A la fiesta que nos atañe también llegan varios influencers, periodistas y diversos músicos que desfilan por una pasarela de madera. Los más asediados, Paty Chapoy y El Capi Pérez, conductores de TV Azteca.

En una sala improvisada como estudio de filmación, a un costado de la alberca, Carín charla con distintos medios de comunicación. En las paredes, cuadros enormes de colores cálidos y un bar al fondo donde reposan vasos usados y una caguama de cerveza Miller High Life, la favorita del sonorense. Incluso si alguien le ofrece otro trago, lo recibe con amabilidad pero sin que nadie lo note, lo deja por ahí y vuelve a su caguama.

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Bromea, ríe y se presta a cualquier dinámica que su entrevistador le pide: canta, brinda, baila. A la distancia, yo no puedo dejar de pensar que podía ser cualquiera de mis primos: blanco, alto, fornido, con barba y bigote tupido; cabello negro y corto, siempre con un sombrero o una gorra estilo beisbol, jeans, botas y una camiseta holgada.

Me acerco a la consola y platico con personas de su staff, son entre 50 y 80 quienes lo acompañan a los shows, más del 80% originarios de Sonora. Lo dijo en el concierto Tiny Desk de la National Public Radio (NPR), a mediados de mayo del 2025: “Orgullosamente hermosillense, así como todos estos músicos” y lo repite en cada concierto.

Su equipo cercano cuenta que lo más complejo son los viajes largos en avión: ríen al describir cómo terminan acostados en los pasillos o con los baños clausurados por la alta demanda. “Lo peor que te puede pasar [como viajero] es encontrarte con nosotros en un restaurante o un aeropuerto”, dice uno de ellos.

Sin duda Carín es el heredero de la frase de Vicente Fernández: “Mientras ustedes no dejen de aplaudir, no dejaré de cantar”. Según Moncho, su stage manager desde hace más de cuatro años, el hermosillense no sigue reglas, ya que el setlist inicial puede incluir 20 canciones y terminar tocando 60. “Nunca ha habido un show igual”, remata. Así lo viví en el Palenque de Metepec en el Estado de México, donde además de sus tradicionales composiciones, incluyó en su repertorio otras de Los Tigres Norte, Maná, Alejandra Guzmán y Eros Ramazzotti con las que enloqueció al público que coreó y bailó hasta las 4:30 de la mañana.

Aquella imagen dista mucho de los primeros videos de él en el escenario cuando estudiaba en el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos de Sonora (Cecytes). Era un joven corpulento, con una camisa beige y una guitarra en la mano, que no interactuaba con el público; a pesar de ello, mostraba la nítida y poderosa voz que sostenía las más altas notas de “La Malagueña”. Ahora, Carín es un showman. Se entrega en cada tonada, recibe ramos de rosas de decenas de mujeres, se toma fotos con ellas, y con los hombres, brinda y canta al unísono.

“Es muy raro que nos regañe. Hay que cacharlo con las canciones, empieza, hace una señal y todos seguimos. Hay una conexión clave”, dice Mayo, ingeniero de audio. Moncho y Mayo coinciden en que su trabajo no se siente como tal. El cantautor les permite divertirse, beber alcohol, comer rico y disfrutar. Mientras cumplan al pie de la letra sus obligaciones, todo se vale. Uno de esos conciertos que acabó hasta la madrugada fue del 2 de marzo de 2024 en el Estadio Fernando Valenzuela, en Hermosillo, donde el compositor protagonizó uno de sus momentos más criticados por la prensa y en redes sociales por su alusión al uso de cocaína. Previo al inicio de una canción declaró: “Nosotros no somos ejemplo, somos músicos y vivimos de lo que hacemos, nos gusta la música. No nos comparen, no quieran hacer ejemplos, pero la neta con esta rola se me antoja irme al baño y echarme un perico, lo que es, pa’ que les voy a decir que no, si sí, pues, la neta, como buen hermosillense derecho y al que no le guste es su problema, no el mío. Arriba la música mexicana, arriba la loquera y arriba la borrachera compa”.

A pesar de los señalamientos, el cantante no dio declaraciones y tres días más tarde publicó la canción “Cuando la vida sea trago”: “Soy el que le sacó canas a mamá. El que siempre soñó con tener lana y desde una edad temprana siempre tuve esa ambición. Yo soy el dolor de cabeza de las suegras. De la familia soy la oveja negra, de chamaco siempre di problemas y preocupación. […] Fui un grosero pero tuve educación. A la escuela solo iba por la linda del salón; hubo una que me falló, desde ahí soy un cabrón, solamente porque mami me enseñó a pedir perdón”. Luis Fernando Molina, un vecino de su juventud, me dice que el mayor de los Díaz de León era “un cabrón, bien fiestero, pero buena persona”. Entiendo que esto ha cambiado un poco, no lo fiestero, sino ser el dolor de cabeza de las suegras.

Apapachado por todas, amado por una

En el lugar de la presentación de su nuevo disco está La Mey, como le dicen los cercanos a su novia, lo observa, se mandan besos y “te amos” a la distancia. Meylin Zúñiga Orrego, pelo castaño claro y lacio, delgada, nariz fina y labios carnosos. Perfectamente maquillada, cálida, amable. Es originaria de Tamaulipas y desde que son pareja, no se separan ni un segundo. La pareja se conoció en 2024 porque un excliente de ella le pidió que lo contratara para un concierto en Chihuahua. Primero fue amistad y ahora un romance que acapara las secciones de sociales de los medios sonorenses. Siempre están como “muéganos”, esos dulces de harina que el caramelo no permite que se separen. Aunque a él no le gusta ver series ni ir al cine, por ella, lo hace.

“Siempre estamos juntos, nunca me deja. Hace poco nos conocimos de verdad. Viajamos con los cuatro niños —un niño y una niña de ella de un matrimonio previo y dos niños de él, también de una relación anterior—, me emocioné mucho porque vi su lado paternal. Si él quiere…, yo aquí me quedo para siempre”, dice La Mey con una pícara sonrisa. También acepta que al principio le costaba mucho la crítica y sentía inseguridad; sin embargo, cada vez le importan menos los chismes. Es celosa pero no “tóxica”, sabe que muchas fans lo buscan pero confía en él. Así fue en el Palenque de Metepec, el cantante abrazó y besó a todas sus fans, pero entre canción y canción volteaba a ver a Mey y su boca emitía un: “Te amo”.

Carín la describe como luminosa: “Yo soy oscuridad y ella luz. Es un gran contraste. Tengo muchos problemas con mis rollos, con mi cabeza que está muy acelerada todo el tiempo. […] Un poco loco, un poco oscuro y ella es pura luz, pura felicidad, pura buena vibra, nos complementamos muy bien”. No sé si ella haya sido responsable de su cambio, pero así parece. Vi a Carín en entrevistas anteriores, como la que dio a los integrantes de La Cotorrisa, y parece otro. Habla sobre el bullying y cómo analizar tanto este término ha creado a “personas débiles” que no están listas para un mundo “que te va a partir la madre” o ríe cuando los conductores hacen chistes misóginos y homófobos. Ahora, me sorprende cuando describe su deconstrucción: “Me están pidiendo que sea un hijo de chingada, que sea un pinche rockstar haciendo lo que yo quiera. […] Este machismo que también nos impusieron a nosotros como mexicanos, y más en el norte. Durante mucho tiempo, el vato que trae la troca es el perro, el vato que trae la mujer más chila es el chingón… El rollo es querer cambiar, romper con eso”.

En “Cambia!”, canción que compuso e interpretó con C. Tangana y Adrien Favela, habla sobre un tipo al que la sociedad le enseñó a querer armas, casas y carros nuevos y hoy está ocupado en ser distinto. También en esa letra describe que creció escuchando “canciones de valientes en los versos de Chalino”; aun así, Carín no compone ni canta narcocorridos o corridos tumbados. Asegura que de “morro” sí le gustaban, pues son parte de su cultura, y reflexiona que fue la educación quien le hizo darse cuenta de que no está bien propagar esos mensajes.

Oleada sonorense

En Hermosillo, Carín es nuestro Frank Sinatra paseando por Las Vegas. No saben cuántas veces he leído una nota o escuchado a mis amigos y familia decir: “Vi el Ferrari del Carín en el Colosio” o “va al mismo gimnasio que mi hermana”, “es un buen tipo, siempre saluda desde su Cyber Truck cuando la gente le pita en la calle”, “¿ves esa casa grandota arriba del cerro?, es del Carín”. 

El cantautor nació el 26 de julio de 1989 en esa ciudad al noroeste de México. Óscar Armando Díaz de León Huez, de acuerdo con su acta de nacimiento; aunque eligió Carín como nombre artístico porque deseaba algo con “fuerza”, además, así le dicen desde niño. “Este es mi hogar, el lugar a donde pertenezco… Vaya, creo que no tendría sentido nada, no tendría sentido lograr tantas cosas si no pudiera llegar aquí a mi ciudad, a compartir el éxito. A ver, me voy a Los Ángeles y voy a ser otro más de tantos que hay, me voy a Ciudad de México y voy a ser otro más”, explica. Dos integrantes de su staff me confirman que Hermosillo es su lugar feliz, si tiene un día libre entre conciertos, siempre prefiere regresar en lugar de dormir en un hotel.

Aunque ya no vivo en Sonora, cuando voy de vacaciones no me ha tocado toparme con él, a pesar de ello, siempre me dio curiosidad saber la razón o razones que lo llevan a seguir viviendo en su ciudad natal con menos de un millón de habitantes y veranos de hasta 50 grados centígrados.

Carín creció en El Sahuaro, una colonia popular de Hermosillo, fundada en los años setenta: “Cuando tengo malos ratos o tengo ganas de manejar voy a echar una vuelta a la calle donde vivía”, recuerda el cantante. “De cierta manera, puedo vivir en todas partes, pero sigo sintiendo que esa calle es como mi casa. Es muy raro, un sentido de pertenencia muy muy diferente”.

Hijo de Óscar Díaz de León y Carmen Julia Huez, él y su hermano menor, Luis, llevan la música en la sangre. Desde muy pequeños escuchaban a Pedro Infante, Javier Solís o a Francisco “El Charro” Avitia en la casa de su abuela, quien los cuidaba mientras sus padres trabajaban. La abuela sinaloense le heredó el gusto por la banda y la tía Rosy, por Camilo Sesto, Rocío Durcal y Sandro. También consumían rock en inglés y español. Carín se considera fan de Silvio Rodríguez, le llama maestro por lo potente de sus letras. 

Su hermano también lo acompaña en las giras hasta hoy, toca la guitarra y también canta, además de trabajar con Carín, Luis es parte de un grupo local llamado Temporal. En publicaciones de Instagram en las que aparecen juntos, su mamá les llama: “Mis guapos”.

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“En cierta manera busqué traer a Hermosillo al mapa”, continúa el autor de “Alguien mejor”. Honestamente, siento envidia, hace 20 años que ya no estoy allá y al escucharlo me dan ganas de regresar.

La primera vez que siento que Carín se relaja es cuando platico con él sobre lo mucho que me gusta el popurrí que hizo del grupo Tropicalísimo Apache y cómo me recuerda los bailes en los pueblos. Ese momento donde frente a la iglesia, en la plaza central, se nos olvidan colores, clases, estatus y bailamos por horas, bien abrazados: “Se te antoja, se te antoja andar en la plaza. Los sonorenses entendemos ese feeling, ¿no? Ese feeling de tardiadita, rolitas del Apache. Irnos ahí a una placita a gusto, estaría chilo, se antoja”.

Antes de llenar estadios en México, Estados Unidos, Sudamérica y Europa, Carín compuso, cantó y tocó en un par de agrupaciones: Los Reales y Grupo Arranke. Me parece mágico pensar que un día en una fiesta de quinceaños o boda a la que me invitaron estaba él cantando una canción del Apache: “A mucha gente aquí de Hermosillo le tocó que le cantara en sus fiestas. Me salen mucho esos comentarios en redes: `Me acuerdo que tocaste en mi boda´”.

Soy testigo de que no olvida sus orígenes, en cada concierto menciona a la H —refiriéndose a Hermosillo—. Recuerdo que en el show del Estadio GNP en diciembre de 2024 llevó a Clemente Castillo, vocalista de Jumbo, grupo dosmilero representante de la Oleada Regia. Para quienes crecimos en esa época, Jumbo y otras agrupaciones más, eran ejemplo de que en los estados también se hacía buena música. Cantaron un par de canciones juntos, seguramente las que Carín interpretaba en su juventud en la regadera. Le pregunto si considera que es momento de la Oleada Sonorense, asiente. “Y me siento muy orgulloso de pertenecer a ella”, dice.

El hermosillense, con hasta la fecha 5 discos de estudio y 12 álbumes en vivo, es parte de una generación de cantantes con fama mundial nacidos en Sonora de entre 24 y 38 años como Natanael Cano, Gabito Ballesteros, Christian Nodal, Yuridia, Caloncho, Simpson Ahuevo, Charles Ans, Michel Maciel y Kakalo, cada quien con sus procesos y logros. 

Encerrado pero enfiestado

En la pandemia por covid-19, Carín rompió el ciclo de aislamiento, creando. Compuso, grabó dos discos y utilizó las redes sociales para viralizar su música. Aun cuando ya tenía éxito en Estados Unidos, en México todavía era poco conocido hasta que en 2020 grabó un cover de la canción “Tú” de Noelia y rompió el internet. Así lo conocí. Con sus canciones me sacó de la rutina de ansiedad y me regresó a mi Sonora Querida.

“A la pandemia sí le agradezco el tiempo que me dio conmigo. Me puse a hacer música en lugar de ciclarme”, asegura. Después vino “La boda del Huitlacoche”, su forma de bailarla se hizo famosa en Tik Tok y se convirtió en un baile/reto. Describe como bizarro que personas en Holanda brinquen y muevan las piernas cómo él, al ritmo de acordeón, pero le gusta.

En 2024 debutó en el Grand Ole Opry en Nashville, Tennessee, uno de los lugares más importantes para la música country y participó en el Festival Coachella, donde el ayuntamiento le dio la llave de la ciudad. Una semana después se presentó en el Festival Stagecoach de música country y 2025 no ha sido diferente, pues participó en el Festival de Viña del Mar en Chile donde recibió los premios Gaviota de Oro y Plata; en marzo cantó en el Rodeo de Houston ante más de 70 000 personas. Lanzó el sencillo “She hurts like Tequila” con el famoso cantautor de música country, Cody Johnson, e hizo duetos con Maluma, Alejandro Fernández y con el cantaor de flamenco, Diego “El Cigala”.

Carín decidió que la portada de su disco, el que presenta esta noche, fuera una recreación en caricatura de la última cena de Jesús, y más allá de la controversia que esto pudiera traer, él quería poner en un lugar preponderante a los 28 compositores y compositoras que le han acompañado en su carrera como artista: “Los culpables de todo lo que está pasando en la escena y la música mexicana”, dice.

En el evento del lanzamiento de Palabra de To´s está uno de ellos, Juan Carlos Corral Félix, mejor conocido como Kakalo, amigo y compositor de León. Cuando comparten el escenario lo llama: “La promesa” y alaba su talento. También es cantante y oriundo de Hermosillo. Hace unas semanas, ambos lanzaron el sencillo “Trágame Tierra”, canción con la que Kakalo ganó en febrero la Gaviota de Plata en el Festival de Viña del Mar. Ellos se conocieron en el estudio de grabación, Juan Carlos le enseñó la composición “De piedra a papel” que después Carín grabaría con el español Pablo Alborán.

Todos a quienes entrevisté, describen a León como una gran persona, preocupada por sus colaboradores y empleados: “Es único en su especie, un compa más. Carrillero (bromista) y gran artista internacional”, asegura Kakalo.

Epílogo

Cuando me acerco a Carín está nervioso. Siento que no se acostumbra a hablar de su vida personal. En la muñeca porta un reloj dorado con diamantes y una esclava de oro con piedras incrustadas. Crucifijo en el cuello. Los tatuajes en los brazos hacen referencia a las portadas de sus discos o a su familia. Los ojos se le humedecen cuando le digo que he hablado con las personas de su equipo y con su novia y han sido muy cariñosas y generosas al describirlo. Me mira fijo y brinda al aire con su caguama y se la lleva al corazón. El momento llegó. Carín sube al escenario. Agradece que lo estemos acompañando, parece contento. Mientras suenan los acordes de "No es por acá", le manda un beso a la Mey. Inicia la farra.

Playlist de canciones en el concierto privado

  1. Cómo duele equivocarse
  2. Casi oficial
  3. Te lo agradezco
  4. Despídase bien 
  5. La primera cita 
  6. Sonora y sus ojos negros
  7. Así fue / Juanga
  8. Ahí estabas tú 
  9. Ocupo una limpia
  10. De compas
  11. El amor de tu vida
  12. Tierra trágame

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