Tudor, el tiempo de quienes se atreven

Tudor, el tiempo de quienes se atreven

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07
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25
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Tiempo de Lectura: 00 min
Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Desde 1926, Tudor fabrica relojes diseñados para usarse en condiciones atrevidas y reales. Hoy, con una manufactura propia en Suiza, participación en la Fórmula 1 y nuevos modelos vanguardistas, reafirma su lugar como referente técnico para quienes se atreven a más.

Un piloto entra a una curva a más de 200 kilómetros por hora. Un buzo desciende a 150 metros de profundidad. Ambos habitan territorios extremos, donde la precisión no es un lujo, sino una garantía de supervivencia. Uno enfrenta la fuerza centrífuga; el otro, la presión de una tonelada por centímetro cuadrado. Los dos necesitan confiar en la medida de su tiempo y tienen como aliado a Tudor.

Tudor nació en 1926 con una idea clara: ofrecer relojes tan resistentes, confiables y precisos como los emblemáticos Rolex, pero diseñados para quienes viven la aventura como rutina. El fundador de ambas casas relojeras, Hans Wilsdorf, buscaba llevar los más altos estándares en relojería a un precio más accesible. Fue entonces cuando fundó Tudor, cuyas piezas fungirían como acompañantes infaltables de los exploradores que cruzan desiertos, surcan océanos o aceleran en la pista de carreras.

Con el lema "Born to Dare", la marca definió su territorio: el de aquellos que toman las riendas y actúan, el de quienes se atreven a explorar donde nadie más llega. David Beckham, Jay Chou, los All Blacks y el surfista Nic von Rupp son algunas de las figuras más intrépidas que encontraron en Tudor un reflejo de su forma de entender el esfuerzo, el compromiso y la aventura.

Esta filosofía alcanzó un nuevo nivel en 2023, cuando en Le Locle, Suiza, una de las cunas de la relojería de alta precisión, Tudor inauguró su propia manufactura. Aquí, todo ocurre bajo control absoluto: diseño, ensamblaje, pruebas y certificación. Nada queda fuera. En cada uno de los cuatro pisos del edificio se respira una obsesión por el detalle. Ahí se crean los movimientos mecánicos de manufactura propia, como los calibres MT, conocidos por su reserva de marcha de 70 horas y su resistencia a los campos magnéticos. Cada pieza es ensamblada y ajustada manualmente. No es una fábrica: es un laboratorio de resistencia, precisión y disciplina.

Las novedades de 2 025 resumen el espíritu de Tudor. El Black Bay Chrono Carbon 25, con su caja de fibra de carbono y detalles inspirados en el equipo de Fórmula 1 Visa Cash App Racing Bulls, celebra el regreso de la marca a las pistas, una edición limitada de 2 025 piezas, impulsada por el calibre MT5813. El Pelagos Ultra lleva el desafío de la inmersión a su extremo técnico: caja de titanio, válvula de escape de helio, hermeticidad hasta 1 000 metros. El Black Bay Pro, con una caja satinada y pulida en acero de 39 milímetros, con una esfera opalina y una aguja snowflake amarilla 24 horas, provisto del Calibre de Manufactura Tudor MT5652 con función GMT integrada. El Black Bay 58, con su bisel y esfera burdeos y tamaño de 39 milímetros, recuerda al modelo Big Crown de 1958, pero con certificación Master Chronometer. Historia y exigencia en cada curva.

Este mismo año, Tudor volvió oficialmente a la Fórmula 1 con el equipo Visa Cash App Racing Bulls. Lo hizo como siem-pre: apostando por el futuro. En una escudería joven, con pilotos como Liam Lawson e Isack Hadjar, la marca encontró la coincidencia perfecta con los principios que quiere impulsar: velocidad, precisión y visión de largo plazo.

Tudor también estará presente en el Salón Internacional de Alta Relojería (SIAR) 2025, de la Ciudad de México, donde el público podrá descubrir el espíritu contemporáneo y aventurero de la casa suiza. Este encuentro no es solo una ventana a las nuevas tendencias del lujo y la relojería, sino un espacio de diálogo técnico, historia e innovación. Ahí Tudor sostiene su lugar con piezas que demuestran lo que significa construir relojes para uso real, con un diseño funcional y exigencia mecánica. Es una marca que no depende del pasado, pero lo respeta; que diseña y fabrica relojes de alta calidad y para los más atrevidos.

No todos los relojes están hechos para permanecer largo tiempo dentro de una caja de cristal. Algunos nacen para ser golpeados por la presión del agua, la fricción de la pista o el paso del tiempo. Tudor no solo mide el tiempo, lo pone a prueba.

Quizá por eso, más allá de la estética o la tradición, sus usuarios confían en algo más esencial: Tudor es una herramienta no para inspirar cumplidos, sino para enfrentar cualquier desafío que se aproxime.

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Desde 1926, Tudor fabrica relojes diseñados para usarse en condiciones atrevidas y reales. Hoy, con una manufactura propia en Suiza, participación en la Fórmula 1 y nuevos modelos vanguardistas, reafirma su lugar como referente técnico para quienes se atreven a más.

Un piloto entra a una curva a más de 200 kilómetros por hora. Un buzo desciende a 150 metros de profundidad. Ambos habitan territorios extremos, donde la precisión no es un lujo, sino una garantía de supervivencia. Uno enfrenta la fuerza centrífuga; el otro, la presión de una tonelada por centímetro cuadrado. Los dos necesitan confiar en la medida de su tiempo y tienen como aliado a Tudor.

Tudor nació en 1926 con una idea clara: ofrecer relojes tan resistentes, confiables y precisos como los emblemáticos Rolex, pero diseñados para quienes viven la aventura como rutina. El fundador de ambas casas relojeras, Hans Wilsdorf, buscaba llevar los más altos estándares en relojería a un precio más accesible. Fue entonces cuando fundó Tudor, cuyas piezas fungirían como acompañantes infaltables de los exploradores que cruzan desiertos, surcan océanos o aceleran en la pista de carreras.

Con el lema "Born to Dare", la marca definió su territorio: el de aquellos que toman las riendas y actúan, el de quienes se atreven a explorar donde nadie más llega. David Beckham, Jay Chou, los All Blacks y el surfista Nic von Rupp son algunas de las figuras más intrépidas que encontraron en Tudor un reflejo de su forma de entender el esfuerzo, el compromiso y la aventura.

Esta filosofía alcanzó un nuevo nivel en 2023, cuando en Le Locle, Suiza, una de las cunas de la relojería de alta precisión, Tudor inauguró su propia manufactura. Aquí, todo ocurre bajo control absoluto: diseño, ensamblaje, pruebas y certificación. Nada queda fuera. En cada uno de los cuatro pisos del edificio se respira una obsesión por el detalle. Ahí se crean los movimientos mecánicos de manufactura propia, como los calibres MT, conocidos por su reserva de marcha de 70 horas y su resistencia a los campos magnéticos. Cada pieza es ensamblada y ajustada manualmente. No es una fábrica: es un laboratorio de resistencia, precisión y disciplina.

Las novedades de 2 025 resumen el espíritu de Tudor. El Black Bay Chrono Carbon 25, con su caja de fibra de carbono y detalles inspirados en el equipo de Fórmula 1 Visa Cash App Racing Bulls, celebra el regreso de la marca a las pistas, una edición limitada de 2 025 piezas, impulsada por el calibre MT5813. El Pelagos Ultra lleva el desafío de la inmersión a su extremo técnico: caja de titanio, válvula de escape de helio, hermeticidad hasta 1 000 metros. El Black Bay Pro, con una caja satinada y pulida en acero de 39 milímetros, con una esfera opalina y una aguja snowflake amarilla 24 horas, provisto del Calibre de Manufactura Tudor MT5652 con función GMT integrada. El Black Bay 58, con su bisel y esfera burdeos y tamaño de 39 milímetros, recuerda al modelo Big Crown de 1958, pero con certificación Master Chronometer. Historia y exigencia en cada curva.

Este mismo año, Tudor volvió oficialmente a la Fórmula 1 con el equipo Visa Cash App Racing Bulls. Lo hizo como siem-pre: apostando por el futuro. En una escudería joven, con pilotos como Liam Lawson e Isack Hadjar, la marca encontró la coincidencia perfecta con los principios que quiere impulsar: velocidad, precisión y visión de largo plazo.

Tudor también estará presente en el Salón Internacional de Alta Relojería (SIAR) 2025, de la Ciudad de México, donde el público podrá descubrir el espíritu contemporáneo y aventurero de la casa suiza. Este encuentro no es solo una ventana a las nuevas tendencias del lujo y la relojería, sino un espacio de diálogo técnico, historia e innovación. Ahí Tudor sostiene su lugar con piezas que demuestran lo que significa construir relojes para uso real, con un diseño funcional y exigencia mecánica. Es una marca que no depende del pasado, pero lo respeta; que diseña y fabrica relojes de alta calidad y para los más atrevidos.

No todos los relojes están hechos para permanecer largo tiempo dentro de una caja de cristal. Algunos nacen para ser golpeados por la presión del agua, la fricción de la pista o el paso del tiempo. Tudor no solo mide el tiempo, lo pone a prueba.

Quizá por eso, más allá de la estética o la tradición, sus usuarios confían en algo más esencial: Tudor es una herramienta no para inspirar cumplidos, sino para enfrentar cualquier desafío que se aproxime.

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Desde 1926, Tudor fabrica relojes diseñados para usarse en condiciones atrevidas y reales. Hoy, con una manufactura propia en Suiza, participación en la Fórmula 1 y nuevos modelos vanguardistas, reafirma su lugar como referente técnico para quienes se atreven a más.

Un piloto entra a una curva a más de 200 kilómetros por hora. Un buzo desciende a 150 metros de profundidad. Ambos habitan territorios extremos, donde la precisión no es un lujo, sino una garantía de supervivencia. Uno enfrenta la fuerza centrífuga; el otro, la presión de una tonelada por centímetro cuadrado. Los dos necesitan confiar en la medida de su tiempo y tienen como aliado a Tudor.

Tudor nació en 1926 con una idea clara: ofrecer relojes tan resistentes, confiables y precisos como los emblemáticos Rolex, pero diseñados para quienes viven la aventura como rutina. El fundador de ambas casas relojeras, Hans Wilsdorf, buscaba llevar los más altos estándares en relojería a un precio más accesible. Fue entonces cuando fundó Tudor, cuyas piezas fungirían como acompañantes infaltables de los exploradores que cruzan desiertos, surcan océanos o aceleran en la pista de carreras.

Con el lema "Born to Dare", la marca definió su territorio: el de aquellos que toman las riendas y actúan, el de quienes se atreven a explorar donde nadie más llega. David Beckham, Jay Chou, los All Blacks y el surfista Nic von Rupp son algunas de las figuras más intrépidas que encontraron en Tudor un reflejo de su forma de entender el esfuerzo, el compromiso y la aventura.

Esta filosofía alcanzó un nuevo nivel en 2023, cuando en Le Locle, Suiza, una de las cunas de la relojería de alta precisión, Tudor inauguró su propia manufactura. Aquí, todo ocurre bajo control absoluto: diseño, ensamblaje, pruebas y certificación. Nada queda fuera. En cada uno de los cuatro pisos del edificio se respira una obsesión por el detalle. Ahí se crean los movimientos mecánicos de manufactura propia, como los calibres MT, conocidos por su reserva de marcha de 70 horas y su resistencia a los campos magnéticos. Cada pieza es ensamblada y ajustada manualmente. No es una fábrica: es un laboratorio de resistencia, precisión y disciplina.

Las novedades de 2 025 resumen el espíritu de Tudor. El Black Bay Chrono Carbon 25, con su caja de fibra de carbono y detalles inspirados en el equipo de Fórmula 1 Visa Cash App Racing Bulls, celebra el regreso de la marca a las pistas, una edición limitada de 2 025 piezas, impulsada por el calibre MT5813. El Pelagos Ultra lleva el desafío de la inmersión a su extremo técnico: caja de titanio, válvula de escape de helio, hermeticidad hasta 1 000 metros. El Black Bay Pro, con una caja satinada y pulida en acero de 39 milímetros, con una esfera opalina y una aguja snowflake amarilla 24 horas, provisto del Calibre de Manufactura Tudor MT5652 con función GMT integrada. El Black Bay 58, con su bisel y esfera burdeos y tamaño de 39 milímetros, recuerda al modelo Big Crown de 1958, pero con certificación Master Chronometer. Historia y exigencia en cada curva.

Este mismo año, Tudor volvió oficialmente a la Fórmula 1 con el equipo Visa Cash App Racing Bulls. Lo hizo como siem-pre: apostando por el futuro. En una escudería joven, con pilotos como Liam Lawson e Isack Hadjar, la marca encontró la coincidencia perfecta con los principios que quiere impulsar: velocidad, precisión y visión de largo plazo.

Tudor también estará presente en el Salón Internacional de Alta Relojería (SIAR) 2025, de la Ciudad de México, donde el público podrá descubrir el espíritu contemporáneo y aventurero de la casa suiza. Este encuentro no es solo una ventana a las nuevas tendencias del lujo y la relojería, sino un espacio de diálogo técnico, historia e innovación. Ahí Tudor sostiene su lugar con piezas que demuestran lo que significa construir relojes para uso real, con un diseño funcional y exigencia mecánica. Es una marca que no depende del pasado, pero lo respeta; que diseña y fabrica relojes de alta calidad y para los más atrevidos.

No todos los relojes están hechos para permanecer largo tiempo dentro de una caja de cristal. Algunos nacen para ser golpeados por la presión del agua, la fricción de la pista o el paso del tiempo. Tudor no solo mide el tiempo, lo pone a prueba.

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Un piloto entra a una curva a más de 200 kilómetros por hora. Un buzo desciende a 150 metros de profundidad. Ambos habitan territorios extremos, donde la precisión no es un lujo, sino una garantía de supervivencia. Uno enfrenta la fuerza centrífuga; el otro, la presión de una tonelada por centímetro cuadrado. Los dos necesitan confiar en la medida de su tiempo y tienen como aliado a Tudor.

Tudor nació en 1926 con una idea clara: ofrecer relojes tan resistentes, confiables y precisos como los emblemáticos Rolex, pero diseñados para quienes viven la aventura como rutina. El fundador de ambas casas relojeras, Hans Wilsdorf, buscaba llevar los más altos estándares en relojería a un precio más accesible. Fue entonces cuando fundó Tudor, cuyas piezas fungirían como acompañantes infaltables de los exploradores que cruzan desiertos, surcan océanos o aceleran en la pista de carreras.

Con el lema "Born to Dare", la marca definió su territorio: el de aquellos que toman las riendas y actúan, el de quienes se atreven a explorar donde nadie más llega. David Beckham, Jay Chou, los All Blacks y el surfista Nic von Rupp son algunas de las figuras más intrépidas que encontraron en Tudor un reflejo de su forma de entender el esfuerzo, el compromiso y la aventura.

Esta filosofía alcanzó un nuevo nivel en 2023, cuando en Le Locle, Suiza, una de las cunas de la relojería de alta precisión, Tudor inauguró su propia manufactura. Aquí, todo ocurre bajo control absoluto: diseño, ensamblaje, pruebas y certificación. Nada queda fuera. En cada uno de los cuatro pisos del edificio se respira una obsesión por el detalle. Ahí se crean los movimientos mecánicos de manufactura propia, como los calibres MT, conocidos por su reserva de marcha de 70 horas y su resistencia a los campos magnéticos. Cada pieza es ensamblada y ajustada manualmente. No es una fábrica: es un laboratorio de resistencia, precisión y disciplina.

Las novedades de 2 025 resumen el espíritu de Tudor. El Black Bay Chrono Carbon 25, con su caja de fibra de carbono y detalles inspirados en el equipo de Fórmula 1 Visa Cash App Racing Bulls, celebra el regreso de la marca a las pistas, una edición limitada de 2 025 piezas, impulsada por el calibre MT5813. El Pelagos Ultra lleva el desafío de la inmersión a su extremo técnico: caja de titanio, válvula de escape de helio, hermeticidad hasta 1 000 metros. El Black Bay Pro, con una caja satinada y pulida en acero de 39 milímetros, con una esfera opalina y una aguja snowflake amarilla 24 horas, provisto del Calibre de Manufactura Tudor MT5652 con función GMT integrada. El Black Bay 58, con su bisel y esfera burdeos y tamaño de 39 milímetros, recuerda al modelo Big Crown de 1958, pero con certificación Master Chronometer. Historia y exigencia en cada curva.

Este mismo año, Tudor volvió oficialmente a la Fórmula 1 con el equipo Visa Cash App Racing Bulls. Lo hizo como siem-pre: apostando por el futuro. En una escudería joven, con pilotos como Liam Lawson e Isack Hadjar, la marca encontró la coincidencia perfecta con los principios que quiere impulsar: velocidad, precisión y visión de largo plazo.

Tudor también estará presente en el Salón Internacional de Alta Relojería (SIAR) 2025, de la Ciudad de México, donde el público podrá descubrir el espíritu contemporáneo y aventurero de la casa suiza. Este encuentro no es solo una ventana a las nuevas tendencias del lujo y la relojería, sino un espacio de diálogo técnico, historia e innovación. Ahí Tudor sostiene su lugar con piezas que demuestran lo que significa construir relojes para uso real, con un diseño funcional y exigencia mecánica. Es una marca que no depende del pasado, pero lo respeta; que diseña y fabrica relojes de alta calidad y para los más atrevidos.

No todos los relojes están hechos para permanecer largo tiempo dentro de una caja de cristal. Algunos nacen para ser golpeados por la presión del agua, la fricción de la pista o el paso del tiempo. Tudor no solo mide el tiempo, lo pone a prueba.

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Un piloto entra a una curva a más de 200 kilómetros por hora. Un buzo desciende a 150 metros de profundidad. Ambos habitan territorios extremos, donde la precisión no es un lujo, sino una garantía de supervivencia. Uno enfrenta la fuerza centrífuga; el otro, la presión de una tonelada por centímetro cuadrado. Los dos necesitan confiar en la medida de su tiempo y tienen como aliado a Tudor.

Tudor nació en 1926 con una idea clara: ofrecer relojes tan resistentes, confiables y precisos como los emblemáticos Rolex, pero diseñados para quienes viven la aventura como rutina. El fundador de ambas casas relojeras, Hans Wilsdorf, buscaba llevar los más altos estándares en relojería a un precio más accesible. Fue entonces cuando fundó Tudor, cuyas piezas fungirían como acompañantes infaltables de los exploradores que cruzan desiertos, surcan océanos o aceleran en la pista de carreras.

Con el lema "Born to Dare", la marca definió su territorio: el de aquellos que toman las riendas y actúan, el de quienes se atreven a explorar donde nadie más llega. David Beckham, Jay Chou, los All Blacks y el surfista Nic von Rupp son algunas de las figuras más intrépidas que encontraron en Tudor un reflejo de su forma de entender el esfuerzo, el compromiso y la aventura.

Esta filosofía alcanzó un nuevo nivel en 2023, cuando en Le Locle, Suiza, una de las cunas de la relojería de alta precisión, Tudor inauguró su propia manufactura. Aquí, todo ocurre bajo control absoluto: diseño, ensamblaje, pruebas y certificación. Nada queda fuera. En cada uno de los cuatro pisos del edificio se respira una obsesión por el detalle. Ahí se crean los movimientos mecánicos de manufactura propia, como los calibres MT, conocidos por su reserva de marcha de 70 horas y su resistencia a los campos magnéticos. Cada pieza es ensamblada y ajustada manualmente. No es una fábrica: es un laboratorio de resistencia, precisión y disciplina.

Las novedades de 2 025 resumen el espíritu de Tudor. El Black Bay Chrono Carbon 25, con su caja de fibra de carbono y detalles inspirados en el equipo de Fórmula 1 Visa Cash App Racing Bulls, celebra el regreso de la marca a las pistas, una edición limitada de 2 025 piezas, impulsada por el calibre MT5813. El Pelagos Ultra lleva el desafío de la inmersión a su extremo técnico: caja de titanio, válvula de escape de helio, hermeticidad hasta 1 000 metros. El Black Bay Pro, con una caja satinada y pulida en acero de 39 milímetros, con una esfera opalina y una aguja snowflake amarilla 24 horas, provisto del Calibre de Manufactura Tudor MT5652 con función GMT integrada. El Black Bay 58, con su bisel y esfera burdeos y tamaño de 39 milímetros, recuerda al modelo Big Crown de 1958, pero con certificación Master Chronometer. Historia y exigencia en cada curva.

Este mismo año, Tudor volvió oficialmente a la Fórmula 1 con el equipo Visa Cash App Racing Bulls. Lo hizo como siem-pre: apostando por el futuro. En una escudería joven, con pilotos como Liam Lawson e Isack Hadjar, la marca encontró la coincidencia perfecta con los principios que quiere impulsar: velocidad, precisión y visión de largo plazo.

Tudor también estará presente en el Salón Internacional de Alta Relojería (SIAR) 2025, de la Ciudad de México, donde el público podrá descubrir el espíritu contemporáneo y aventurero de la casa suiza. Este encuentro no es solo una ventana a las nuevas tendencias del lujo y la relojería, sino un espacio de diálogo técnico, historia e innovación. Ahí Tudor sostiene su lugar con piezas que demuestran lo que significa construir relojes para uso real, con un diseño funcional y exigencia mecánica. Es una marca que no depende del pasado, pero lo respeta; que diseña y fabrica relojes de alta calidad y para los más atrevidos.

No todos los relojes están hechos para permanecer largo tiempo dentro de una caja de cristal. Algunos nacen para ser golpeados por la presión del agua, la fricción de la pista o el paso del tiempo. Tudor no solo mide el tiempo, lo pone a prueba.

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Tudor nació en 1926 con una idea clara: ofrecer relojes tan resistentes, confiables y precisos como los emblemáticos Rolex, pero diseñados para quienes viven la aventura como rutina. El fundador de ambas casas relojeras, Hans Wilsdorf, buscaba llevar los más altos estándares en relojería a un precio más accesible. Fue entonces cuando fundó Tudor, cuyas piezas fungirían como acompañantes infaltables de los exploradores que cruzan desiertos, surcan océanos o aceleran en la pista de carreras.

Con el lema "Born to Dare", la marca definió su territorio: el de aquellos que toman las riendas y actúan, el de quienes se atreven a explorar donde nadie más llega. David Beckham, Jay Chou, los All Blacks y el surfista Nic von Rupp son algunas de las figuras más intrépidas que encontraron en Tudor un reflejo de su forma de entender el esfuerzo, el compromiso y la aventura.

Esta filosofía alcanzó un nuevo nivel en 2023, cuando en Le Locle, Suiza, una de las cunas de la relojería de alta precisión, Tudor inauguró su propia manufactura. Aquí, todo ocurre bajo control absoluto: diseño, ensamblaje, pruebas y certificación. Nada queda fuera. En cada uno de los cuatro pisos del edificio se respira una obsesión por el detalle. Ahí se crean los movimientos mecánicos de manufactura propia, como los calibres MT, conocidos por su reserva de marcha de 70 horas y su resistencia a los campos magnéticos. Cada pieza es ensamblada y ajustada manualmente. No es una fábrica: es un laboratorio de resistencia, precisión y disciplina.

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No todos los relojes están hechos para permanecer largo tiempo dentro de una caja de cristal. Algunos nacen para ser golpeados por la presión del agua, la fricción de la pista o el paso del tiempo. Tudor no solo mide el tiempo, lo pone a prueba.

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